lunes, 28 de abril de 2008

Escribía en cuartillas


Escribía en cuartillas que se despegaban de una libreta, a las que tenía que numerar para no perder, confundir o mezclar los párrafos.

Cuando retomó los escritos para leer lo producido, buscando el comienzo comprobó con extrañeza que sólo aparecía una carilla de la segunda cuartilla escrita por una cara y parte de otra cuartilla; la supuesta primera cara de la cuartilla por ningún lado. De pronto, un temor y angustia se apoderó de él, ¿y si en ese embargo de escribir las ideas que iban fluyendo su bolígrafo había estado moviéndose en el aire, los giros y precisos pasos de la escritura sin apoyar su tinta sobre el papel? Aquella parte quedaría perdida para siempre en el aire, espacio imposible de encontrar todas esas letritas desaparecidas en esa mezcla de gases, cómo hallarlas, verlas o cazarlas de nuevo.

A partir de ese momento se obsesionó y dedicó toda su vida a la búsqueda de aquellas letras que había creado y se habían perdido, puede que alguien las hubiera raptado, o quizás fueron ellas que escaparon de su control.

Colocó carteles por la zona donde vivía, después pidió ayuda a la comunidad y anunció esta desaparición por Internet, sin ningún resultado.

Nunca nadie dio con ella, sólo absurdas llamadas, bromas dolorosas que sólo hicieron provocarle mayor sufrimiento y decepción. Lamentó no haber tenido la rara costumbre de usar rotulador fluorescente, así, en la oscuridad podría haberla visto en la inmensidad de la noche.

No quiso resignarse, pero la vida debía continuar, y él estaba perdiendo mucha energía y también dinero en esta búsqueda, en la que no encontró apoyo solidario, alguna colaboración de algún programa televisivo, que sólo pretendía subir la audiencia, y algunas personas, generosas, que se ofrecieron a colaborar desinteresadamente; hasta que el aburrimiento y el cansancio les vencieron.

Su vida cambió radicalmente desde aquella desaparición, abandonando para siempre su afición por escribir relatos. Cada mañana se sienta frente a la ventana, con la vista agudizada, esperando que la luz del día, le traiga aquellas manchitas de tinta que un día escaparon de su boli para no volver.