domingo, 21 de marzo de 2010

Descreidos

Dejad que los niños se acerquen a mí. Esta máxima ha sido llevada a sus últimas consecuencias por religiosos de todas las épocas. Gente que “gozan” de unos privilegios e impunidad. Esta gentuza encuentra en esos ámbitos la posibilidad y el encubrimiento perfectos para sus inclinaciones perversas. ¿Se justificarán después en frío? ¿Serán conscientes del daño tan atroz que ocasionan, o se engañarán con argumentos novelados del Decamerón o justificaciones prepotentes?

Mis años han tenido que ver y oír muchos de estos desgraciados casos. Estos individuos actúan con todas las ventajas posibles, tienen a su alcance “mercado fresco y abundante” y cuando se conocen algunas de estas desgraciadas actuaciones, la Iglesia, esa respetable institución que vela por la vida de un embrión, no es capaz de respetar la vida de un ser humano, no en potencia, sino en acto, que sufre y cargará con las consecuencias toda su vida. Esta, como digo, poderosa institución, los coge y los envía a otro lugar donde seguirán haciendo lo mismo, ocultos y protegidos por individuos que, probablemente actúen igual, pero que aún salvan el pellejo. Seguramente les dirán, cuando se sabe públicamente, ¡pero, hombre, padre, tenga usted más cuidado, disimule y extreme la cautela y, sobre todo, elija bien a sus víctimas, no a débiles que confiesan todo…!

He escuchado en muchas ocasiones de representantes y acólitos de este club, que deben ser considerados también como hombres, con sus debilidades, con sus pecados y sus tormentos. Y yo les digo, -y la gran mayoría no sienten ni arrepentimiento-, si son hombres, ¿por qué deben tener estos privilegios? Sus comportamientos son delictivos y, como consecuencia, supeditados a la ley civil, con todas sus consecuencias, y no tapujos y con tierra por medio, quedando totalmente impunes sus delitos y lo que es aún peor, dejándoles la puerta abierta a estos depredadores y al alcance, tiernos cachorritos. Desde que la Iglesia encontró el perdón para justificar todo, piensan que todo se arregla con el arrepentimiento –falso por lo general-, lástima que sólo aplique ese acto de bondad y caridad, ese celo por el bien, con sus miembros, pero no tengan misericordia con los demás seres humanos.

Caen con todo su equipo sobre personas buenas que necesitan la comprensión y apoyo social y qué cautos se presentan cuando tienen que tomar partido y opinar sobre estas bestias.

La Iglesia defrauda continuamente, se les ve el plumero a poco que arañes la primera capa, apesta a poderes y bajos fondos, de apariencias falsas.

¿Por qué tanto empeño en demonizar a las mujeres con vídeos y dibujos escabrosos de abortos, imágenes truculentas que fundamentalmente encubren una enorme misoginia, y sobre todo mostrar un escaparate de humildad y respeto que no tienen? No más que estadísticamente se da en la población. No son sus hábitos los que los hacen buenas personas, ni siquiera su ideología que tergiversan a su antojo. Que no sólo se arrepientan, sino que eviten el pecado, el daño al prójimo y a uno mismo. Esto es asequible para cualquiera. De poco sirven sus Concilios y sus muestras pomposas y grotescas de falsa humildad. Sus hábitos sólo les sirven para cubrir sus bajos instintos, sus personalidades enfermas, sus intereses lucrativos y de poder, y, sobre todo, su arsenal de destrucción masiva. No lo busquemos en el pueblo, éste ya tiene sus castigos, espías, su vigilancia y su justicia. Busquémoslo en sus congregaciones, sus colegios y conventos, sus organizaciones beáticas aniquiladoras de cultura y dignidad, busquémoslo en su cúpula de poder y nos quedaremos trágicamente sorprendidos. Ningún país, ningún organismo, ninguna mafia es diferente en su despotismo y aniquilación humana, sólo que a éstos, ya los conocemos, vigilamos y, a veces, con suerte, los destruimos. Pero aquellos, aquellos están bien protegidos de oro y diamantes, de poder en todos los sentidos. Y si te atreves a atacarlos te muestran como a endemoniados sus crucifijos, como si ese pobre hombre desnudo tuviera culpa de algo, más bien tiene que estar en el paraíso revolviéndose como en sepulcro de cómo estos canallas dicen que Él dijo, y donde dijo digo, digo Diego.

Mi respeto al hombre decente, sin título. Sus justificaciones, las mismas que las del asesino o el vagabundo, que sin respaldo, se enfrenta a su cruel destino.

Generalizo, cierto, porque, cuando ellos hablan, también lo hacen, se sienten uno; estupendo, pues su cuerpo apesta, porque están corrompidos, obsoletos, fuera de la realidad, pero peligrosamente bien sujetos a ella.

La Iglesia es sólo poder, que no engañen con falacias, “la Iglesia somos todos”. Hace tiempo que saben que un club sin miembros no hace nada, cuanto más números para alardear, mejor, pero hacen trampa, y ellos lo saben. No son todos los que están. Venimos de épocas tristes, y la religión es, ha sido y será un enorme poder de control, y el controlado no es libre, pero basta como número, basta que repita adoctrinadamente su mensaje y, si apuras, ni siquiera esto es necesario. Lo apuntas y ya está dentro, aunque lo hagas por costumbre, aunque lo repitas por defecto, por adaptación social y pocas veces por convencimiento. Que hay convencidos que dan miedo de cuánto odio camuflado de palabras vacías, llevan dentro.

Abramos ventanas y puertas de iglesias oscuras. Rompamos vidrieras luminosas, “de colores” engañosos que ocultan su negrura. Limpiemos de confesionarios retrógrados que ocultan rostros y gestps que convierten a la persona en objeto, de pecado, de voz que relata sus secretos, secretos morbosos, que alimentan otros secretos. Yo te digo, te absuelvo, y tú vuelves al rebaño hasta nuevo infierno. Cuanto más intelectualizado, más justificadas sus debilidades y pecados.

El sacerdote se perdona lo que tienen de ser humano, tres padres nuestros para la mujer infiel, para el niño travieso, dos avemarías y un credo, pero él tiene a veces, mujeres y niños ocultos, declinando y abandonando sus responsabilidades; ellos escuchan los placeres humanos y ellos los practican con asiduidad.

Gente buena las habrá, ya digo, como en la población en general. Si eres buena persona, deseas y buscas el bien para el otro. No te hacen falta espacios protegidos ni vida cómoda sin responsabilidades ni sueldos por subirte a un púlpito. Sal a la calle, acércate al que sufre, sé una persona que trabaja como cualquier otra y lucha por unos hijos que, además, de alimentarlos y cuidarlos, intenta hacerlos hombres buenos y personas felices. No hace falta encerrarse en un convento, es más, hace falta que ayuden fuera, sus vidas son egocéntricas, cómodas, tranquilas, sosegadas y protegidas. La vida, la verdadera está fuera de esos muros, de necesidades reales, dejémonos de trascendencias, de miradas místicas y de intenciones lascivas.

Que abran puertas y ventanas, que derriben muros, que salgan a las calles y convivan con sus convecinos, que se desprendan de lujos y artificios, que por favor, no me vengan con argumentos de este tipo: “es que si tuvieras a tu padre, no le darías lo mismo”, o “esto es arte y un beneficio para la humanidad, que de otro modo no hubiera existido”… Pero mientras, yo me lucro. Anda, practicad vuestra ley, desprenderos de bienes materiales, ¿no predicáis acaso, que no tengamos apegos de este tipo?

A veces me pregunto si podemos ser, a veces tan ilusos, nos engañamos por torpes o por listos. ¿Cómo, con el nivel de progreso alcanzado, aún estemos por este camino? ¿Son conveniencias o es que su poder es infinito? El ser humano es susceptible y vulnerable en estas miserias y en psicología humana son expertos, nuestras incógnitas y miedos requieren a veces de estos artificios. Y ellos lo saben, pero, por Dios, ¿es qué no lo vemos? ¿No nos damos cuenta de su gran mentira, que engañan a inteligentes e idiotas, a pobres y ricos? ¿Vamos tan preocupados en nuestros quehaceres que ni siquiera cuestionamos? ¿Son tantas nuestras necesidades de trascendencia que preferimos mentiras no demostradas que preguntarnos si todo esto es lógico? ¿Si es peor un silencio que una mentira, si debemos permitirles este dominio? Las víctimas siempre son más numerosas, pero ignoran su poder, el día que lo reconozcan, el ogro será destruido; pero ellos son estudiosos, saben mover hilos, saben dividirnos, saben entender nuestras debilidades y utilizarlas en su beneficio. El hombre es religioso por naturaleza, no amigo, ¿qué es eso de religioso, y qué naturaleza es esa? Que yo no veo a monos entregados a rezos, que no veo a pájaros en coros ni a pingüinos con gorros absurdos, no veo a vacas abnegadas fustigando sus pecados. Sólo veo a hombres creídos de inteligencia y engañados como simples lombrices, que hasta ellas son más sabias y saben para qué existen.

El hombre sólo se necesita para ayudarse, para conseguir su supervivencia, y en este mutuo beneficio, más vale ser bueno que malo, aunque muchos prefieran los segundo.

Que miramos al cielo y nos inunda el miedo a lo desconocido, pensemos que eso es bueno, busquemos, que es lícito. Pero, por favor, no seas esclavo de nuevo. Ellos, término genérico, te quieren manipular en su beneficio. Eres un rédito con intereses, eres un tonto que se engaña fácilmente, aunque debo reconocer que tienen buenas estrategias, que no es tan fácil verlos venir, que tienen otros poderes a su alcance. Y la información es un arma de doble filo. Y a la vista está cuál están usando en todos los sentidos.

¿Qué poder tenemos el hombre y la mujer de la calle, qué coraza, qué trinchera, qué armas, si incluso el saber está contaminado de correligionario y proselitismo, de conocimiento manipulado? A veces, una ausencia es suficiente, otras, un pequeño cambio y artificio.