viernes, 29 de abril de 2011

Avances informativos 5: siempre el después.

Fregaba los platos mientras el agua de la cafetera subía al calentarse, cayendo sobre el filtro con el café, haciendo ese ruido característico y burbujeante que va acompañado del aroma a cafeína esparciéndose por toda la casa. Los restos de la noche anterior fosilizados en la vajilla que tuvo que eliminar frotando enérgicamente con bastante detergente y agua caliente.

Ella aún dormía. Preparó el desayuno, dos tostadas que colocó sobre la bandeja junto a dos pequeñas tazas de porcelana y la jarra del café. Cogió la botella de leche del frigorífico, que no calentó. Café muy caliente y leche fría, así les gustaba, casi tibio cómo había dejado su cuerpo entre las sábanas. Añadió la tarrina de mantequilla, las cucharas, el cuchillo, la mermelada, quizá demasiado peso para aquel rectángulo de plástico de apenas sesenta por cuarenta que compró en la tienda de debajo de su casa. Hizo repaso por si olvidaba algo, ah las servilletas, pensó, recordando y cogiendo también de la pequeña estantería de las especias el bote de sacarina, que compró especialmente para ella, limpiando la tapa cuidadosamente para eliminar la fina capa de polvo pegajoso que se había acumulado desde su última visita.

Tal vez fue la agitación de su pituitaria con las partículas de cafeína evaporadas o el espacio ausente de su cuerpo, que cuando entró en el dormitorio, la encontró sentada en la cama con las piernas flexionadas contra el pecho, indicándole sin palabras, apenas unos pequeños golpecitos de su palma sobre la sábana, que fuera hacia allí. Estaba preciosa, una silueta ingenuamente perversa. Desayuno y me voy, le dijo y no sabría responder ante un juez y jurando sobre la biblia si sintió tristeza o alivio. Extraño tantos esfuerzos para tan poco amor y tanto deseo. Qué espacios quedan vacios tras el torrente de pasión que arrastraron palabras como piedras que golpearon unas contra otras limando asperezas, suavizando sus contornos. Pero esa corriente lleva poco agua apenas hilillos , pequeños meandros que van secándose con el sol, dejando ver el fondo.

Cuando cerró la puerta apoyando su espalda con las últimas emociones de un fugaz beso pero apasionado, reflexionó, dónde están las instrucciones de uso para el amor, y buscó la siempre escondida respuesta, ver fecha de caducidad en la tapa, obstinándonos en encontrarla por otros lugares siempre.

Recorría el trayecto de boca en boca, pasando por los conductos auditivos y volviendo de nuevo a otra boca, ahora distinta. Configurando el círculo vicioso, boca-oído-boca, origen y fin en sí mismo. Más bien se trataba de un triángulo isósceles, donde el espacio que iba desde el punto A-oído, boca que provenía de otro punto C-, transmitía el mensaje a otro punto B. Así sucesivamente la figura que este espacio entre tres puntos no equidistantes, marcaba la distancia y el tiempo en que la información pasaba de un punto a otro.

Y después de este recorrido geométrico, trazado con otro también absurdo recorrido, el que el narrador ha ido describiendo para terminar conociendo la materia que se cocinó en esta olla de corre ve y dile, al fin sabríamos. He oído que Irene y Carlos han roto. No me digas, llenándose de asombro una enorme boca. Tras la sorpresa comenzaban las conjeturas. Vaya, con lo bien que se llevaban. Y cómo ha sido, era la pregunta inmediata. Quién cortó con quién, continuaría. Ante ese atropello de preguntas y respuestas, sepamos, al fin, que fue ella la que tomó fuerza y valentía suficientes para ser sincera con ella primero y con él después. Todo esto ya lo intuíamos nosotros, conocíamos la fisura que ya existía en esta relación, que al parecer nadie notó. Tan frágiles y sin embargo, a veces tan eficaces herramientas tienen el disimulo humano.

Aquí sabemos que la cobardía de uno arrastró la valentía de la otra, que no vino por su propio pie sino empujada por aquella, cargada de tanta energía, que incluso en espera, desactivada, es capaz de hacer del otro un héroe.

Nada más lejos de la realidad, lo que iban diciendo por ahí, si en honor a la verdad esa gran mentira que vivían los engañaban también a ellos. Sólo en sus soledades , ante la fija mirada en el espejo, no les quedaba más que reconocer que la historia estaba acabada.

Lo llamó un amigo y aceptó la situación de víctima, hasta de cierta humillación, cuando aquel le decía que la había visto ya con otro chico. Qué putas son las tías. Le molestó el tono y lo que dijo, pero se limitó a comentar no sin cierto desamparo, el tiempo lo cura todo. Lo que te conviene es venirte un día con nosotros de juerga. Aunque sería lo último que haría, irse con estos capullos, volvió a hacerlo. Si ya quedamos un día, el día de nunca jamás, pensó. Y con disimulo fue cerrando la conversación con un, bueno tío, te dejo que tengo cosas que hacer. Nos vemos.

La compasión es un sentimiento que duele recibir, porque conlleva estar en el lugar del perdedor. Estuvo calculando la posibilidad de haber sido capaz de tomar la delantera y ser ahora el ser sin escrúpulos que había dejado plantada a la maravillosa Irene. Saboreó ese triunfo, pero había perdido demasiado tiempo jugando esta partida que ya estaba perdida.

Continuará…

jueves, 28 de abril de 2011

miércoles, 27 de abril de 2011


Tripitas 2


Papel cuché

Compró como cada fin de semana la revista que tenía reservada desde hacía tiempo, en su quiosco habitual. Ese tipo de prensa que acostumbra a hablar de los personajes famosos de la farándula, los bien llamados fashion people. Se sumergía en ese mundo de colores y texturas suaves y glamurosas, contemplando desde la ventanilla que enmarcaba tan espléndido escenario cómo desfilaban ante su vista, bellas mujeres, casas maravillosas, hijos preciosos y saludables y chicos atléticos, compitiendo en belleza y juventud, atributos también de viejas glorias en quienes la medicina había encontrado un campo interesante y boyante, consiguiendo mantenerlas espléndidas todavía a pesar de los años.
Solía leer los pies de foto, fulana de tal estuvo en la entrega de premios G, la pareja formada por X & Y han sido padres de un hermoso hijo, mengano celebró su 30 cumpleaños en su bonita mansión de Los Ángeles, zutano rompe con su pareja. Mirando no sin cierta dosis de envidia y tristeza el fabuloso escaparate de vidas maravillosas. No sabía bien si se regodeaba ante la incredulidad o tal vez ingenuidad en creer que eran personas como las demás, con sus alegrías y sus penas, con sus virtudes y sus defectos, con sus amores y desamores. Toda aquella gente se presentaba ante su pensativa observación, los admiraba pero reconocía sentir también una pizca de desprecio o tal vez más del que estaría dispuesta a reconocer era el que sentía hacia ella. Todo aquello le provocaba una enorme desazón por todo su mundo, por su aspecto, por su vida mediocre y lamentable y dura. Aún entraba en una contradicción mayor cuando después de ojear la revista se sentía estúpida por haber perdido su tiempo, pero a quién quería engañar, ni su tiempo ni su vida podrían ofrecerle, el deseo camuflado en ese trivial acto, la ilusión imaginada por ser igual que ellos, seres por otro lado inalcanzables pero que sin embargo sentía tan cercanos.
Un absurdo sueño ocultado bajo una imagen de mujer como muchas otras, catalogadas bajo el letrero, ama de casa. Estaría en la franja peligrosa cercana a los cincuenta. Mucho tendría que desdibujarse los límites de su destino para que ese sueño se hiciera realidad. Aún su cuerpo con ciertos retoques y cuidados podría dar el tipo frente a la mirada imperturbable del objetivo, después con algunos apaños del photoshop, su aspecto resultaría bastante aceptable.
Colocó la revista sobre la mesa del salón, y de pronto, sintió un escalofrío, una inquietud extraña, la imagen de la chica de la portada la miraba siguiéndola con los ojos, estas fotografías cada día las hacen más perfecta, pensó. El rostro estaba cargado de tal realismo que le hacía sentir como en compañía de esa persona. La chica, una actriz emergente acaparaba el mayor espacio de la portada y una frase extraída de la entrevista del interior, contenía el suficiente interés por saber más de ella.
Las obligaciones cotidianas le absorbieron durante toda la mañana. De vez en cuando miraba a la chica y la chica la miraba a ella. Comenzó a decirle, pero qué miras tu, ahí desde tu perfecto trono, y conforme se escuchaba hablar con aquel personaje del papel cuché, se dijo, querida tu estás muy mal, los años van haciéndote de las suyas. Pero era como una atracción maléfica, una energía magnética, que creaba una atmósfera turbadora.
Giró con un movimiento rápido y mecánico dándole la vuelta, al anverso de la revista, pero apenas hizo un par de cosas la puso de nuevo boca arriba.
Allá donde iba se la llevaba, la miraba, le hablaba, y poco a poco se vio contándole intimidades, confidencias que no solía compartir con nadie. Se dijo, claro, éstas son las consecuencias de estar siempre tan sola, cada uno va por ahí con su vida, en esta casa todos van a lo suyo. Le comentó sobre sus pasiones, sus miedos, sus inquietudes, sus vergüenzas, sus deseos más inconfesables. La percepción humana aunque desconocida y despersonalizada, creaba el ambiente necesario para sentirse confiada y cómoda; libre de cuestionamientos, ajena a cualquier juicio de valor. Fundamentalmente desahogada, por fin comprendida, reconociéndose en la mirada complaciente de la chica de la portada. Sólo ella sabría de sus secretos, que quedaban a buen recaudo, y sonrió relajada cómo nunca la dejó su pastilla.
Habían pasado dos semanas desde aquel viernes que compró la revista, la acompañó a todos lados. Compartieron las horas de las mañanas, los momentos íntimos en el cuarto de baño, los ratos del café, antes de irse a la cama y a cada ocasión que una presencia indiscreta no podría poner en duda su equilibrio mental.
Los hijos y el marido, la veían actuar de modo extraño, pero no existían más razones suficientes, que los supuestos cambios atribuidos a la trajinada y utilizada para estos casos, de la menopausia. Mamá está muy rara, anda callada todo el rato, no riñe, no grita, no se enfada y no se le ve triste, yo diría que todo lo contrario, le decía el hijo mayor al padre. Anda, déjalo estar, mejor así que mal de los nervios. Siempre está con esa revista. Ya sabéis que le gusta leer esas tonterías. Si papá, pero es que es la misma siempre. Habrá olvidado ir a comprar otra, en fin, dejémosla , ya sabes que a esas edades las mujeres tienen sus cambios y estará con sus cosas y sus preocupaciones. No estará enferma, no, no creo, se le ve muy bien, bastante bien.
En la tele anunciaban un nuevo programa que tenía previsto emitir en breve. Lo presentaban como un revulsivo social, un impactante estudio sociológico, una innovación tecnológica, cuyos protagonistas serían la gente corriente, que quedarían expuestas ante la audiencia en sus más íntimas manifestaciones. La sorpresa aún sería mayor pues los propios protagonistas ignoraban todavía que se trataba de ellos.
Tuvo mucha publicidad el dichoso programa, tanto que la mayoría de la gente se sentaron frente a sus televisores el día y a la hora anunciados. Ella se sentó después de la cena como de costumbre con la familia antes de que cada uno se fuera a dormir. Lo llamó desde el salón, a gritos, para que el marido la escuchara desde la cocina, donde había ido a prepararse un vaso con hielo y cocacola. Date prisa que empieza.
Dio comienzo el programa, la presentadora con sus mejores galas y aspecto desenvuelto y sonriente se dirigía a los telespectadores cargando de expectante emoción la incógnita sobre sus protagonistas. La gran sorpresa, comunicaba la presentadora será para algunos de ustedes que permanecen cómodamente sentados en la tranquilidad de sus hogares. Pero aún deben esperar unos minutos para la publicidad, no se muevan de sus asientos, puede que hoy se convierta usted en una persona famosa. Tan sólo seis minutitos y volvemos. No hagan zapping, y con un dedo índice, casi amenazante se acercaba a la cámara diciendo, usted es nuestro protagonista.
Mientras tanto transcurría la dosis de anuncios, muy abundantes en esta franja horaria. Poco a poco cómo van apareciendo los síntomas de una enfermedad, un virus que se va haciendo fuerte, mientras ajena a esa batalla que ya se estaba librando en el interior de nuestro cuerpo entre aliados y enemigo, fue sintiéndose mal. Un calor intenso iba subiéndole desde el vientre hasta la cara. Nadie se percató de tal aturdimiento que empeoraba por segundo con una angustia intensa, que le aprisionaba el pecho y las palpitaciones le provocaron una sonora exhalación. La miró el marido y viéndola tan agitada, empezó a preguntarle si se sentía mal. Ella sólo atinaba a decir, el cupón, el cupón. El marido empezó a perder la paciencia, pero de qué cupón me hablas. Y ella repetía, el cupón, la revista. Estaba tan confundida, pero recordó aquel recorte de la revista que envió, una especie de consentimiento autorizado. Un escueto y simple cuestionario que en una de las páginas de la revista encontró, rellenándolo como simple juego, donde respondió con la marca de una cruz, a la pregunta, Le gustaría ser famosa, ser realmente la protagonista de su propia vida. Que la reconozcan por la calle, le pidan autógrafos y convertirse en la persona de la que todo el mundo hable. Marque con una cruz la opción elegida, dos pequeños recuadros con un sí y un no. Rellene a continuación sus datos personales. Nos la envía lo más rápido posible, las primeras que recibamos obtendrán su recompensa. Hiperventilaba y fue tranquilizándose, tomó aliento, pero aún agitada, dijo. Manolo soy yo, soy yo. Eres tú qué. Manolo la protagonista. Pero de qué estás hablando. En esos momentos sonaba la sintonía del programa. Mira, escucha. Estaba nerviosa, excitada como una adolescente que por fin atrae la atención de su chico.
La presentadora resolvería la gran sorpresa. Ella dibujaba una amplia sonrisa, ingenua, casi con un aire bobalicón. Su sueño a punto de realizarse. Pero la presentadora nombraba a una serie de expertos que se distribuían a lo largo de una gran mesa en forma de ese. El señor tal, diciendo el nombre del fulano y su identificación profesional, sociólogo. Siguió enumerando nombres y profesiones que se repartieron entre periodista, psicólogo, analista hasta un especialista en fotografía y medios audiovisuales. También estaba y eso le extrañó por lo peculiar, la chica de la revista, su fiel compañera de confidencias de las últimas semanas. Resultaba una sensación hasta cierto punto incómoda, pero la principal atención hacía el momento en que esperaba dijeran su nombre como participante del concurso, concentraba todo su interés.
En esos momentos aparecía por el plató una azafata con una urna de cristal y un paquetito oscuro que no supo distinguir, de qué se trataba. Venía con ella un hombre alto con unas pequeñas gafas de pasta clara y una cuidada perilla. "El concursante", pensó con cierta desilusión viendo echadas por tierra sus últimas posibilidades, sus esperanzas de ver realizado su deseo de convertirse al fin en la reina, centro de todas las miradas. "Pero qué tonta que soy", lo pensó tan fuerte que el pensamiento se convirtió en un leve murmullo que el esposo no supo, ni intentó descifrar. Hoy su mujer parecía no tener un buen día.
Pero aquella persona resultó ser el notario del programa. Lo que se hallaba en la urna de cristal era un disco con la grabación íntegra del primer protagonista en todas y cada unas de las situaciones, vivencias por la que dicha persona había pasado, expuesta toda su intimidad y privacidad ante la audiencia. Todo un privilegio, le ha tocado la lotería y en ese preciso momento cogía un sobre que no percibió antes dentro de la urna porque estaba pegado debajo precisamente del disco.
La sonrisa se le fue desdibujando conforme empezó a entender el peligro inminente que le acechaba. Recordó un lema que leyó alguna vez en algún lugar: la pérdida de la ingenuidad siempre debe ir acompañada de mayores dosis de comprensión. Y así fue, cómo de golpe la cruel realidad se hizo evidente, se le cayó el velo de los ojos y el terror se implantó en su mirada. Su pensamiento repetía constantemente, que no sea yo. Oh dios mío pero que locura es ésta, estoy totalmente perdida, que no sea yo, que no sea yo… y la sonriente presentadora gritaba con suma exuberancia y esperpénticos movimientos, Adela Gutiérrez Ortiz.

Tripitas



Cotidianeidad

Había recogido como cada mañana el desorden del rutinario acto del desayuno. Un universo plano, donde se colocaban religiosamente todos los elementos necesarios, pero que a pesar de su utilidad, la línea deductiva que partía del concepto desayuno terminaba desembocando en aquel caos donde cada objeto que fue colocado respondiendo a un sistema racional, el confuso movimiento de manos y brazos pudo, extendiéndose y contrayéndose de aquí para allá, alterar las piezas de aquel ordenado tablero de ajedrez .
Ahora doblaba los pijamas que dejaron los niños, quedó vacío el espacio de sus voces, de sus movimientos pausados sin prisas por atender las obligaciones que ya de tan pequeños les imponía esta mañana de lunes.
Puso música, abandonando el recurso soporífero, intrascendente, pesado, inútil de la programación televisiva, que se ofrecía a esta población que quizá inactiva, se sentaba frente al televisor o entre idas y venidas, escuchándola desde otra estancia de la casa, recibía la prueba del vómito metafórico de una sociedad contradictoria perdida, aburrida tal vez, engañada y que se dejaba engañar, pero sobre todo evasiva (evadida). Entrar en ese mundo de mentiras verdaderas o de verdades mentidas dónde la realidad era tapada, ocultada, travestida, adulterada, prostituida.
Expertos, ingenieros de la psicología humana parecían haber captado los impulsos, las inclinaciones, los deseos más profundos de las emociones primarías más ruines, más indignas aunque humanas; para hacer la mezcla perfecta del menú que cada día ofrecían a unos espectadores abducidos por aquella magia, aquel espectáculo que les hacía partícipes del gran engaño.
Pensó hasta que punto éramos todos víctimas de este juego inventado, de hasta que punto era cómodo participar, dejarse arrastrar en un simplismo relajante, de poca profundidad para sobrellevar las grandes incógnitas, la amarga incertidumbre del ser y su existencia, fugaz, apenas un leve suspiro de su pasar por la vida.
Cómo podía desdoblarse en estas profundidades filosóficas, o al menos eso sentía y a la vez sumergirse en la también más profunda si cabe cotidianidad. Pero ciertamente es así la vida, el día se presenta en una sucesión de esta extraña mezcolanza de utilidades e inutilidades, de superficialidad frente a lo más profundo o elevado, de impulso y reflexión, de efímeros acontecimientos y de trascendentales vivencias. La supervivencia en todas sus manifestaciones, de un sinfín de contrariadas acciones enfrentadas, salvando (o evitando) las evidentes paradojas. Pero es probablemente así el vivir. El sueño irónico de creernos acaso inmortales, para permitirnos desperdiciar tan futílmente nuestro tiempo y por el contrario como hacerlo, si no ya lo dijo mucho antes y mejor aquel poeta –y paso del corazón a mis asuntos-.
Quiere pensar que no existen esos cerebros vacios de la más elemental crítica, necesaria, urgente para cuestionarlo todo, para no limitarse a tragar el alimento regurgitado de los que tienen el poder, de imponer el pensamiento, de inspirar, de crear los deseos que debemos tener, constructores de caminos delimitados, diseños meditados, estudiados, que nos dirigen donde ellos tienen claro, si desean. Piensan y recomponen también quizá inmersos en una misma espiral de otro poder superior humano (de este mundo), ideológico, religioso, económico, unidos en un punto oscuro, negro donde no se distinguen las formas, los elementos que lo componen, imposible de discernir con lente inventada, con el más perfecto microscopio electrónico, o el telescopio más potente dependiendo desde la perspectiva que podamos observarlo. Una espiral convertida en círculo, punto contra punto, volviéndose contra sí, extremo encontrado con su propio extremo, engulléndose a sí mismo. Y dentro como una maraña, al fin confusa, no delimitada (limitada), espesa y pegajosa como tela de araña. Luchamos inevitablemente por escapar, al máximo en sueños, a poco que soltemos un brazo, un pie de ese hilo para tener la esperanza de alzar el vuelo.
Después de este banal pensamiento de presuntuosas intenciones, un simple agitar neuronas, un ejercicio mental como el que cada noche ejercita con otro instrumento, éste externo, los músculos ora cerebrales, otrora del resto del cuerpo, retomó la rutina de la mañana, dejó descansar ese espacio nunca abandonado de nuestro intelecto y se enfrentó de manera automatizada con pequeñas libertades , que se inventan o te imponen el discurrir del día, sin olvidar las que vienen de ti llenas de tierra, difíciles de limpiar, de eliminar para dejarla libre de impurezas, la libertad aunque no ajena los demás , cómo poderlo saber, qué parte de tu verdadero deseo y qué quedó del resto de los otros. Al fin y al cabo aunque desconocidas las causas, las consecuencias tal vez, no pensadas, no esperadas llenas de miedos pero con la ilusión de pintarlo todo con colores bellos, vivos, alegres, luminosos y acaso, inevitablemente pende, se adhiere junto a un brillante sol la siempre amenaza de una oscura nube. Acaso, la leve brisa del mar la arrastre a otros horizontes o mejor quizá la diluya en fragmentos ridículos, minúsculos, imposible de crear tormenta o si acaso un leve chaparrón que alimente la tierra, pero no destruya su cultivo.
Entonces sonrió al intuir el recorrido que le llevó hasta aquí, el caos de su cocina y la lectura desde el otro espacio y tiempo íntimo del cuarto de baño. Vaya, de nuevo se imponían las dimensiones extremas de un continuo. La comparación llevaría a nuevas reflexiones y el tiempo, el escape de estas pequeñas libertades, desvíos robados al trayecto establecido no se pueden extender más, las obligaciones se imponen, de nuevo volvemos a ser esclavos de ellas.
El pensamiento le sigue mientras sus manos se ocupan de otras tareas repetidas.
El vértigo, el abismo, el miedo al vacío que la propia existencia contiene, la propia existencia nos puede precipitar. Fibras de redes a la que la gente tristemente suele asirse, aunque más le hubiera valido dejarse caer, al menos tendría la posibilidad de entrar en un nuevo conocimiento del espacio, de otra realidad. Evitando así servir de alimento al gran monstruo que teje la trampa. Porque quizá no menos incierta esas otras dimensiones, nos ofrezcan la amplitud de lo soñado, que puede contener todo lo que de bueno es esperado y por esperado, dirijan nuestros pasos al objetivo. Recreó a modo de determinación, dejemos de ser un teledirigido y pasemos a ser una nave espacial sin control remoto, con la autonomía suficiente que le permitiría dirigirse con dignidad, con decisión hacía los confines de la libertad. Casi le pareció oír el tachán final, la conclusión perfecta de la orquesta, pero no era más que el estridente timbre del teléfono, que la extrajo (sacó) de sí misma (de su ensimismamiento), poniendo toda su corporalidad, ahora sí, en ese acto imprevisto pero conocido, de descolgar y escuchar la voz que venía del otro lado del auricular.

martes, 12 de abril de 2011

martes, 5 de abril de 2011

lunes, 4 de abril de 2011

Avances informativos 4

El sábado quedaron, o fue él, el que quedó con ella o tal vez fuera ella la que en realidad quedó con él, si a la oferta no hubiera contestado de acuerdo y acaso hubiera decidido dar cualquier excusa. Así que puede que él descolgara el teléfono, marcara el número, y con ciertas dudas, dejara sonar el tono, hasta que del otro lado una mano, la de ella, lo cogió y decidió. Hola, vaya hace días que no hablábamos. Si, he estado muy ocupado, y tu qué tal. Pués, la verdad que también. No podía tomar la actitud ofendida porque si bien ella no le llamó aquel día cuando a pocos metros de su casa andaba divirtiéndose con aquellos, supuestos por él, compañeros de trabajo, él tampoco tuvo el detalle y el deseo de hacer lo mismo la otra noche, cuando prefirió su (de él) soledad a su (de ella) compañía. Por qué actuaban así, por qué ahora quedaban para tener una romántica velada, por qué le pedía que se quedara a dormir en casa esta noche, por qué fingian este mal logrado juego de enamorados y por qué no tuvo el valor suficiente para decirle que la vio y preguntarle quienes eran aquellas personas. No sería ninguna intromisión, ni tampoco una exigencia de pareja, sólo simple curiosidad. Pero cómo explicaría entonces, por qué no entró en el local, hubiese sido tan fácil, lo más natural, lo más esperado, incluso algún reproche posterior, con enfado y reconciliación incluida, cuando comprendiéndolo todo, acabarían apasionados en la cama. Tal vez hubiera requerido demasiado esfuerzo fingir tanto interés.

Quién diría lo contrario, observando con cuánta dedicación preparaba la mesa, con detallitos de vela, música, bonito mantel, inventando una cena original y postre exquisito. Son rituales aprendidos de películas románticas, de expectativas previsibles, simples apariencias, que cubren con todo ese velo de atractivos pormenores y preliminares, la razón última, la única, la que su sexo impone con urgencia impresa, desde los recónditos viajes de idas y venidas, de sus despiertas hormonas, que iban tormando espacios aguardando el espectáculo final, el fin de fiesta, la exhibición de fuegos artificiales y la calma inttranquila que proviene de la espera, aquella y ésta, de la explosión, al menos aquella seca y sorda del último cohete, preámbulo entonces del descanso nocturno. Aún con el olor a pólvora metida en los sentidos, el silencio y la perturbación auditiva y la laxitud muscular mezclados en un todo confundiendo procedencias, con todas las sensaciones que también nos trae el humo expandido de las velas después de ser apagadas. La saciedad calmada y colmada de ambos alimentos y el caos estático de la vuelta a la normalidad. Mesa y cama revuelta y el equilibrio químico restaurado.

Durante la cena estuvieron hablando animadamente de como habían transcurridos estos días de desencuentros, ninguno de los dos dijo nada, ni la más mínima alusión a sus íntimos deseos de no estar con el otro. Pero sin embargo le habló del proyecto que andaba pensando sobre pequeñas historietas basada en una pequeña niña a la que había considerado llamar Matilde. Por qué Matilde, sería tal vez reminiscencia inconsciente de aquella otra llamada Mafalda. Le realizó un tosco y mal definido dibujo de la niña, en un pequeño papel que cogió de la mesa del escritorio. Mira, será así, morena, pequeñita y de trazos redondeados.
No sabía si fue el desastre de dibujo o tal vez la ingenuidad extrema de pensar que ese personajillo podría tener algún interés para alquien, que riéndose, le preguntó, qué pretendes con ella. Será una niña repelente que sabe expresar con un lenguaje infantil pero irónico la realidad actual. Y un poco intimidado y avergonzado por la reacción de ella, continuó. En el fondo no tengo claro, pero qué quieres chica, otros hacen lo mismo y les funciona.
Pensándolo mejor creo que sustituiré a la niña por un pequeño diablillo, como solía llamar de niño a ese tipo volátil de semilla, de desconocida procedencia, que se mueven por el ambiente en primavera. Sería un dibujo muy simple que no necesitaría de grandes cualidaes ni destrezas y tendría la representación exacta en figura y fondo de la realidad. Ya sabes un diablillo y lo dijo con esa cara ingenuamente maliciosa, que tan seductoramente sabía expresar. Contestó ella, ya claro, jugar con la doble apariencia, tierna y pervesa. Exactamente, no crees que sería divertido y tal vez haría pensar. Ésto que tan poco se hace ahora, tan arrastrado que vamos por la marea del progreso y afán de consumo rápido de todo, uso y desperdicio inmediato, sin cuestionar nada, sin crítica, sumisa aceptación.

Bien, y cómo sería ese diablillo. Dio la vuelta entonces al papel y allí con movimientos rápidos y precisos, cómo si ya lo hubiera realizado miles de veces, plasmó cuatro rayitas arriba y cuatro abajo, dejando un pequeño espacio entre ellas para estampar dos puntitos por ojillos y una mínima curva convexa para la boquita. De los laterales, con un giro casi cómico, rápido e incluso grácil, salieron dos líneas en forma de ese, para unos largos y finos brazos. Vaya, éste si que me gusta, parece mejor idea. Es cómo si lo tuvieras pensado de mucho antes. Además es simpático, puede caer bien. La verdad es que llevo tiempo dibujándolo. Lo hago en cualquier papel que tengo a mano. A veces hasta lo pongo en los libros que leo, o en las servilletas de los bares. Voy expandiéndolo por ahí, tal vez alguien se lo halla encontrado alguna vez, es una rídicula fantasía que tengo. Ella sonrió y soltó aquella frase , y hasta puede que domine el mundo. Fue confianza en su proyecto, o quizá sólo sorna y burla, que no hacía más que demostrar, el poco aprecio que sentía hacía él. Parecía no tener una buena opinión sobre sus capacidades y de su competencia. Probablemente, y su mirada lo decía todo, no era más que un chico que había salido a su encuentro, un caso más de casualidades. Estaba claro que no lo veía como proyecto de futuro, el hombre de su vida , de sus sueños, que con cierta certeza intuía no se hallaba precisamente en el hombre que tenía enfrente. Ese que se recreaba en ambiciones tan inmaduras, tuvo recelo en oirse pensando, tan tontas, que seguramente era eso lo que a ella les parecerían, puras chorradas sin esencia, ni interés.