domingo, 12 de noviembre de 2006

Dieciséis horas confortables

Dieciséis horas confortables. La larga duración y el color intenso de las paredes, ya está acostumbrado. Deja que tus labios se muevan para soltar un grito, pero estás paralizado. La luz deslumbrante durante horas y horas ciega mis ojos.

Siempre he sido ambicioso, intentaré superarme para llegar al siguiente nivel? ¿Qué sabrá ella de mi dolor?

El techo de cristal, si llegó no lo soportaré y se romperá. Imagina que tienes lo mejor: roja, verde, azul; me hacen ver las cosas de otro color, o con otros ojos. Puedes elegir la forma de tomarlas, pero sólo sé una forma de hacerlo, comienzo por su color preferido.

No debo llegar otra vez. Dicen que estoy mejor. Cuidado. Leen tu mente, pero aún queda mucho por conseguir.

Ahora vuelvo con más fuerza. En el momento de la verdad, veré su fotografía siete años desde su muerte. Historias de naúfragos existenciales, sesiones...

Los médicos cambian los métodos y utilizan nuevas tecnologías. Confío en ellos. Que la crisis acabe y no plantear más problemas; no doy nada por sentado. Ahora, lo que pasa es que soy consciente de ello.

Hay que dejar bastante tiempo para volverla a ver. Cualquier detalle se tendrá en tiempo.

Entramos en la habitación. Todavía no sé con certeza qué método usarán. Pero al ver la foto... Será determinante.

La sesión comienza, suena nuestra música, aquella canción. Método por inundación, o lo supero o me hundo. Se proyecta en la pared nuestra fotografía. Ahí estamos desnudos, sobre la cama, nuestras miradas perdidas... “Cariño, vuelvo a tener la sensación de que alguien nos observa”... Esto duele, ¿o dolía? Con unas pastillas repugnantes he conseguido eliminar el malestar, la sensación de náuseas, un precio que durará muy poco ¡Tu eliges, tú eliges! ¡Déjate de cuentos, todo lo que conocías ha cambiado! ¡Comienza algo nuevo! ¡Por qué van a ganar!

Una mañana nos despertamos y descubrimos que nuestro mundo ya no existe e intentas reservar tu integridad, pero te vuelves frágil, los rayos del sol pretenden darte la energía y firmeza que te faltan. El tratamiento elimina el dolor, pero no te cura el alma de su ausencia. Los poderosos medicamentos, las técnicas y terapias eliminan los síntomas, pero la dureza extrema del dolor está intacta.

Hoy hace siete años. Míralos, nos están observando, Pero ahora no tengo gusanos por mi cuerpo. Ya no confundo la noche con el día, no duermo en la calle pensando estar en casa. Las alucinaciones, el miedo a no encontrarte, corría a casa pensando que te hallaría allí, y todos conspirando contra mí.

Cuando vinieron me preguntaban cosas estúpidas, qué sustancia había tomado, si era drogadicto, si estaba con el síndrome de abstinencia... comencé a maldecirlos, quería arrancarme las agujas y de pronto quedé totalmente inmóvil.

Despierto en una camilla. Había perdido la conciencia. La crisis volvió, otra vez la habitación de color intenso... pero estoy sin ti. Y la vida ya es la nada.

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