miércoles, 2 de febrero de 2011

El aula

El aula aún estaba abierta. Los alumnos más rezagados van entrando y ocupan los asientos vacíos. El profesor acaba de llegar. Se dirige a la mesa colocando el maletín. Saca los apuntes y al fin mira hacia los alumnos. Buenos días. Hoy estudiaremos un caso peculiar. En primer lugar recrearé un relato ficticio que no debe ser analizado como hecho objetivo. Recordad que nosotros no estábamos allí. Sólo tendremos una información objetiva de la policía y el médico forense, además de las versiones del médico y el marido. No olvidéis tener en cuenta los hilos sueltos. Tendréis que hacer interpretaciones. Recordad, no sois jueces, estáis para elaborar distintas alternativas por increíbles que éstas sean. Los estudiantes de psicología criminal prepararon sus folios para tomar las notas necesarias de las que después tendrían que extraer las concluisones. El profesor carraspeó un par de veces y, retirándose las gafas comenzó a leer.
Abrió la puerta del dormitorio. En la cama había un sobre de color verde. Ella dio los cuatro pasos que la separaban del umbral de la puerta hasta la cama. La habitación estaba en penumbra, con algún reflejo de luz que entraba a través de las finas frajas laterales que la gruesa cortina permitía a los rayos del sol. La lámpara de la mesita de noche estaba encendida, enfocando, como si de un actor en escena se trataba al inquietane y tentador sobre. Dentro encontró una nota. La incógnita, suspendida en el aire oscuro, quedó dibujada en el encuadre de una cámara imaginaria. Unos segundos de confusión, de no entender aquellas palabras que sus ojos leían y volvió a releer. No puedo soportarlo más. Debo dejarte para siempre. No te culpes. Perdóname. Te quiero. “¿Qué no soporta? ¿Que se va?... No entiendo nada”. Sintió que se mareaba. Se dejó caer en el sillón, colocando en su falda el sobre. Tomó un vaso de agua que se hallaba en la mesa. Unos instantes después comenzó a sentir náuseas y un sudor frío. Nublando su mente.
Llegados a este punto, dijo el profesor, os daré ahora el resumen del informe policial.
Un hombre llama nervioso y angustiado al médico de la familia. Al parecer se había encontrado a su mujer inconsciente sentada en el sillón de su dormitorio. Cuando el médico llega a casa sólo puede confirmar la muerte. Tiene un sobre en la falda, que su marido no ha querido tocar. Se llama a la policía, que comprobó que se trataba de una nota en la que se despedía. Después de realizar la autopsia, todo apuntó a la hipótesis del suicidio. Las pruebas fueran claras y contundentes. Argumentada con la valoración que el médico presentó a la suicida como una persona de carácter algo depresivo e introvertido.
- Siento lo de su señora.
- Ha sido horriblo, cabeceó con desesperación llevándose las manos a la cara.
- Tenga fortaleza, amigo mío.
La desgracia lo había sumido en un enclaustramiento y tristeza abandonando cualquier contacto social. Por eso todo el mundo comprendió que a los dos meses se marchara con destino desconocido. Vendió la casa y se despidió del trabajo.
En esta ocasión os daré una versión subjetiva que trataréis de determinar como verdadera o falsa. Una mujer descubre en una nota que su marido la abandona. La noticia le impacta tanto que queda sumida en un estado de desesperación. Coge un vaso de agua que se encuentra en la pequeña mesa de noche. A los pocos segundos comienza a sentirse mal y se sienta en el sillón dejando la nota en su regazo. En este estado de inquietud física y mental comienza a recapitular recreando como una película toda la escena desde que abrió aquella puerta. Los detalles que pasaron inadvertidos recobran ahora especial relevancia. El sobre, verde, su color preferido. La puesta en escena intensificando los elementos, creando una atmósfera confusa y claustrofóbica. La nota mecanografiada con su Olympia. Las frases equívocas, y el vaso de agua, ¿qué hacía allí? Cuando llega a este punto, toda adquiere una clara evidencia y la terrible comprensión que había firmado su propia sentencia de muerte.
Las maletas se facturaron y el avión estaba a punto de despegar. Abróchense los cinturones, recordaba la amable azafata dando las explicaciones en ese baile de brazos. Una mano tomó otra mano. Unos ojos se miraron. Los amantes se besaron. Al fin libres para vivir nuestro amor. Después sonrieron.
Tosió el profesor para aclarar la voz diciendo. Bien, partimos de tres posibles hipótesis. Una, que la nota la escribiera ella sumida en una depresión y aún amando a su marido, se viera arrastrada a suicidarse. Con esta hipótesis, los hechos relatados al principio no serían reales. Otra podría ser que, realmente el marido le dejara la nota y, desesperada, por sentirse abandonada, se suicidara. Y, por último, quizás la más rocambolesca, pero no por ello menos posible, sería que la nota, efectivamente la preparó el marido de forma tan ambigua para que ella la entendiera como un abandono. El sabía que en esa situación ella necesitaría beber agua, tomando el veneno que provocaría su muerte. Aquella nota sería la prueba irrefutable de su suicidio y de este modo el marido estaría libre de toda culpa.
La hora de clase se había agotado y los alumnos tendrían que elaborar para la próxima las defensas de sus hipótesis y conclusiones. El viejo profesor recogió y guardó en la maleta los folios desperdigados por la mesa. Volvió con paso cansado al despacho y se sentó agotado en el sillón giratorio. Abrió el primer cajón de la mesa del escritorio. Allí guardó los apuntes sobre una foto antigua, sin marco, de una mujer joven y hermosa, de cabellos largos y negros, y de bella sonrisa de posado. Hace tantos años que no volvió a saber de ella ni de su amigo que marchó, no sabe dónde tras la dramática muerte de su esposa. El fantasea con historias inventadas para sus alumnos. O tal vez no.

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