domingo, 20 de marzo de 2011

Avances informativos

La dejó en su casa, despidiéndola una vez más marcando un beso con los labios. Siguió calle arriba, con cierto cansancio acusando la pronunciada pendiente. Comenzó a caer una pequeña lluvia que no precisaba de paraguas, pero tendría problema si esta fina agüilla permutara en recio chaparrón. Parecía concentrarse toda en los cristales de sus gafas y los edificios ,los rostros , las luces, se desformaban como si hubiese entrado, como cuando niño, en la casa de los espejos. Imaginaba con qué facilidad las cosas modifican sus límites con tan mínimo esfuerzo. Volvía de nuevo a la imagen que su retina fijó, ella subiendo las escaleras hasta el portal, sus bonitas piernas estilizadas por aquellos finos tacones rojos, su silueta ondulada por los lánguidos pliegues que la seda de su vestido, marcaba la hermosa curva que surgía a partir de su cintura y acababa donde sus muslos comprimía su sexo.

Fueron quizá tantas lluvias que desformaron los límites de su figura, no la auténtica sino la imaginada en él, llenando de cotidianidad la esencia de aquella lejana locura que hace algún tiempo lo atrapó.

Ajustó la chaqueta contra los brazos y aunque la temperatura era agradable, sintió mucho frío, pero un frío que no es externo sino que viene de los recónditos interiores del alma. Qué estaba haciendo con su vida , parecía un coche sin control, inútiles volante y pedales, inservibles sus maniobras para conducir una máquina que se obstina en dirigirse por lugares que no premedita , sin libertad por ausencia de decisión , tan sólo un discurrir autómata, aleatorio, sin rumbo, sin cordura. Un estar en el asiento del conductor como mero copiloto, que se limita apenas sin interés dejando pasar los múltiples fotogramas de los espacios recorridos.

Llegó a una pequeña plaza llena de jóvenes que gritaban, bebían, algunos reían a carcajadas descaradas, se tocaban, otros se besaban, parecían felices acaso con la misma inercia con la que él, ahora lo veía claro, vivía su vida.

Abandonó la plaza no sin cierta melancolía , la ingenuidad que recubre las cosas cuando la experiencia es escasa , simple casi vacía, hecha de pasado tibio, presente ardiente y futuro ignorado.

Tiene sus huesos años suficientes para notar la continuidad de aquellos pasos, de la noche, de los desniveles del camino, adoquines gastados, unos rotos,otros mas elevados que provocaron aquel leve tropiezo, suerte que solo tomó aquel vino cenando, ya probablemente metabolizado aunque solía ser de digestión lenta y pesada. Pero le gustaba cenar poco los domingos , no quería llegar los lunes al trabajo con el reflejo claro de los desmadres del fin de semana, cómo les ocurría a la mayoría de sus compañeros, que hasta algunos tenían como costumbre faltar si acaso las primeras horas con las típicas dolencias, jaquecas, cólicos, diarreas, como pretextos inútiles de una enfermedad no culpabilizante sino más bien inoculada por voluntad propia.


Probablemente continuará...

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