miércoles, 27 de abril de 2011

Papel cuché

Compró como cada fin de semana la revista que tenía reservada desde hacía tiempo, en su quiosco habitual. Ese tipo de prensa que acostumbra a hablar de los personajes famosos de la farándula, los bien llamados fashion people. Se sumergía en ese mundo de colores y texturas suaves y glamurosas, contemplando desde la ventanilla que enmarcaba tan espléndido escenario cómo desfilaban ante su vista, bellas mujeres, casas maravillosas, hijos preciosos y saludables y chicos atléticos, compitiendo en belleza y juventud, atributos también de viejas glorias en quienes la medicina había encontrado un campo interesante y boyante, consiguiendo mantenerlas espléndidas todavía a pesar de los años.
Solía leer los pies de foto, fulana de tal estuvo en la entrega de premios G, la pareja formada por X & Y han sido padres de un hermoso hijo, mengano celebró su 30 cumpleaños en su bonita mansión de Los Ángeles, zutano rompe con su pareja. Mirando no sin cierta dosis de envidia y tristeza el fabuloso escaparate de vidas maravillosas. No sabía bien si se regodeaba ante la incredulidad o tal vez ingenuidad en creer que eran personas como las demás, con sus alegrías y sus penas, con sus virtudes y sus defectos, con sus amores y desamores. Toda aquella gente se presentaba ante su pensativa observación, los admiraba pero reconocía sentir también una pizca de desprecio o tal vez más del que estaría dispuesta a reconocer era el que sentía hacia ella. Todo aquello le provocaba una enorme desazón por todo su mundo, por su aspecto, por su vida mediocre y lamentable y dura. Aún entraba en una contradicción mayor cuando después de ojear la revista se sentía estúpida por haber perdido su tiempo, pero a quién quería engañar, ni su tiempo ni su vida podrían ofrecerle, el deseo camuflado en ese trivial acto, la ilusión imaginada por ser igual que ellos, seres por otro lado inalcanzables pero que sin embargo sentía tan cercanos.
Un absurdo sueño ocultado bajo una imagen de mujer como muchas otras, catalogadas bajo el letrero, ama de casa. Estaría en la franja peligrosa cercana a los cincuenta. Mucho tendría que desdibujarse los límites de su destino para que ese sueño se hiciera realidad. Aún su cuerpo con ciertos retoques y cuidados podría dar el tipo frente a la mirada imperturbable del objetivo, después con algunos apaños del photoshop, su aspecto resultaría bastante aceptable.
Colocó la revista sobre la mesa del salón, y de pronto, sintió un escalofrío, una inquietud extraña, la imagen de la chica de la portada la miraba siguiéndola con los ojos, estas fotografías cada día las hacen más perfecta, pensó. El rostro estaba cargado de tal realismo que le hacía sentir como en compañía de esa persona. La chica, una actriz emergente acaparaba el mayor espacio de la portada y una frase extraída de la entrevista del interior, contenía el suficiente interés por saber más de ella.
Las obligaciones cotidianas le absorbieron durante toda la mañana. De vez en cuando miraba a la chica y la chica la miraba a ella. Comenzó a decirle, pero qué miras tu, ahí desde tu perfecto trono, y conforme se escuchaba hablar con aquel personaje del papel cuché, se dijo, querida tu estás muy mal, los años van haciéndote de las suyas. Pero era como una atracción maléfica, una energía magnética, que creaba una atmósfera turbadora.
Giró con un movimiento rápido y mecánico dándole la vuelta, al anverso de la revista, pero apenas hizo un par de cosas la puso de nuevo boca arriba.
Allá donde iba se la llevaba, la miraba, le hablaba, y poco a poco se vio contándole intimidades, confidencias que no solía compartir con nadie. Se dijo, claro, éstas son las consecuencias de estar siempre tan sola, cada uno va por ahí con su vida, en esta casa todos van a lo suyo. Le comentó sobre sus pasiones, sus miedos, sus inquietudes, sus vergüenzas, sus deseos más inconfesables. La percepción humana aunque desconocida y despersonalizada, creaba el ambiente necesario para sentirse confiada y cómoda; libre de cuestionamientos, ajena a cualquier juicio de valor. Fundamentalmente desahogada, por fin comprendida, reconociéndose en la mirada complaciente de la chica de la portada. Sólo ella sabría de sus secretos, que quedaban a buen recaudo, y sonrió relajada cómo nunca la dejó su pastilla.
Habían pasado dos semanas desde aquel viernes que compró la revista, la acompañó a todos lados. Compartieron las horas de las mañanas, los momentos íntimos en el cuarto de baño, los ratos del café, antes de irse a la cama y a cada ocasión que una presencia indiscreta no podría poner en duda su equilibrio mental.
Los hijos y el marido, la veían actuar de modo extraño, pero no existían más razones suficientes, que los supuestos cambios atribuidos a la trajinada y utilizada para estos casos, de la menopausia. Mamá está muy rara, anda callada todo el rato, no riñe, no grita, no se enfada y no se le ve triste, yo diría que todo lo contrario, le decía el hijo mayor al padre. Anda, déjalo estar, mejor así que mal de los nervios. Siempre está con esa revista. Ya sabéis que le gusta leer esas tonterías. Si papá, pero es que es la misma siempre. Habrá olvidado ir a comprar otra, en fin, dejémosla , ya sabes que a esas edades las mujeres tienen sus cambios y estará con sus cosas y sus preocupaciones. No estará enferma, no, no creo, se le ve muy bien, bastante bien.
En la tele anunciaban un nuevo programa que tenía previsto emitir en breve. Lo presentaban como un revulsivo social, un impactante estudio sociológico, una innovación tecnológica, cuyos protagonistas serían la gente corriente, que quedarían expuestas ante la audiencia en sus más íntimas manifestaciones. La sorpresa aún sería mayor pues los propios protagonistas ignoraban todavía que se trataba de ellos.
Tuvo mucha publicidad el dichoso programa, tanto que la mayoría de la gente se sentaron frente a sus televisores el día y a la hora anunciados. Ella se sentó después de la cena como de costumbre con la familia antes de que cada uno se fuera a dormir. Lo llamó desde el salón, a gritos, para que el marido la escuchara desde la cocina, donde había ido a prepararse un vaso con hielo y cocacola. Date prisa que empieza.
Dio comienzo el programa, la presentadora con sus mejores galas y aspecto desenvuelto y sonriente se dirigía a los telespectadores cargando de expectante emoción la incógnita sobre sus protagonistas. La gran sorpresa, comunicaba la presentadora será para algunos de ustedes que permanecen cómodamente sentados en la tranquilidad de sus hogares. Pero aún deben esperar unos minutos para la publicidad, no se muevan de sus asientos, puede que hoy se convierta usted en una persona famosa. Tan sólo seis minutitos y volvemos. No hagan zapping, y con un dedo índice, casi amenazante se acercaba a la cámara diciendo, usted es nuestro protagonista.
Mientras tanto transcurría la dosis de anuncios, muy abundantes en esta franja horaria. Poco a poco cómo van apareciendo los síntomas de una enfermedad, un virus que se va haciendo fuerte, mientras ajena a esa batalla que ya se estaba librando en el interior de nuestro cuerpo entre aliados y enemigo, fue sintiéndose mal. Un calor intenso iba subiéndole desde el vientre hasta la cara. Nadie se percató de tal aturdimiento que empeoraba por segundo con una angustia intensa, que le aprisionaba el pecho y las palpitaciones le provocaron una sonora exhalación. La miró el marido y viéndola tan agitada, empezó a preguntarle si se sentía mal. Ella sólo atinaba a decir, el cupón, el cupón. El marido empezó a perder la paciencia, pero de qué cupón me hablas. Y ella repetía, el cupón, la revista. Estaba tan confundida, pero recordó aquel recorte de la revista que envió, una especie de consentimiento autorizado. Un escueto y simple cuestionario que en una de las páginas de la revista encontró, rellenándolo como simple juego, donde respondió con la marca de una cruz, a la pregunta, Le gustaría ser famosa, ser realmente la protagonista de su propia vida. Que la reconozcan por la calle, le pidan autógrafos y convertirse en la persona de la que todo el mundo hable. Marque con una cruz la opción elegida, dos pequeños recuadros con un sí y un no. Rellene a continuación sus datos personales. Nos la envía lo más rápido posible, las primeras que recibamos obtendrán su recompensa. Hiperventilaba y fue tranquilizándose, tomó aliento, pero aún agitada, dijo. Manolo soy yo, soy yo. Eres tú qué. Manolo la protagonista. Pero de qué estás hablando. En esos momentos sonaba la sintonía del programa. Mira, escucha. Estaba nerviosa, excitada como una adolescente que por fin atrae la atención de su chico.
La presentadora resolvería la gran sorpresa. Ella dibujaba una amplia sonrisa, ingenua, casi con un aire bobalicón. Su sueño a punto de realizarse. Pero la presentadora nombraba a una serie de expertos que se distribuían a lo largo de una gran mesa en forma de ese. El señor tal, diciendo el nombre del fulano y su identificación profesional, sociólogo. Siguió enumerando nombres y profesiones que se repartieron entre periodista, psicólogo, analista hasta un especialista en fotografía y medios audiovisuales. También estaba y eso le extrañó por lo peculiar, la chica de la revista, su fiel compañera de confidencias de las últimas semanas. Resultaba una sensación hasta cierto punto incómoda, pero la principal atención hacía el momento en que esperaba dijeran su nombre como participante del concurso, concentraba todo su interés.
En esos momentos aparecía por el plató una azafata con una urna de cristal y un paquetito oscuro que no supo distinguir, de qué se trataba. Venía con ella un hombre alto con unas pequeñas gafas de pasta clara y una cuidada perilla. "El concursante", pensó con cierta desilusión viendo echadas por tierra sus últimas posibilidades, sus esperanzas de ver realizado su deseo de convertirse al fin en la reina, centro de todas las miradas. "Pero qué tonta que soy", lo pensó tan fuerte que el pensamiento se convirtió en un leve murmullo que el esposo no supo, ni intentó descifrar. Hoy su mujer parecía no tener un buen día.
Pero aquella persona resultó ser el notario del programa. Lo que se hallaba en la urna de cristal era un disco con la grabación íntegra del primer protagonista en todas y cada unas de las situaciones, vivencias por la que dicha persona había pasado, expuesta toda su intimidad y privacidad ante la audiencia. Todo un privilegio, le ha tocado la lotería y en ese preciso momento cogía un sobre que no percibió antes dentro de la urna porque estaba pegado debajo precisamente del disco.
La sonrisa se le fue desdibujando conforme empezó a entender el peligro inminente que le acechaba. Recordó un lema que leyó alguna vez en algún lugar: la pérdida de la ingenuidad siempre debe ir acompañada de mayores dosis de comprensión. Y así fue, cómo de golpe la cruel realidad se hizo evidente, se le cayó el velo de los ojos y el terror se implantó en su mirada. Su pensamiento repetía constantemente, que no sea yo. Oh dios mío pero que locura es ésta, estoy totalmente perdida, que no sea yo, que no sea yo… y la sonriente presentadora gritaba con suma exuberancia y esperpénticos movimientos, Adela Gutiérrez Ortiz.

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