viernes, 8 de noviembre de 2013



Oh, por dios, la literatura se está degradando. Éxitos efímeros nos persiguen, o más bien nos amenazan. En qué cafés se ocultan los auténticos escritores.
La literatura ha tomado la dirección de la investigación científica, es decir, se paga al investigador y se dirige los avances hacía intereses particulares. Premiando la investigación que sigue tan lucrativos fines. Sabemos más de pastillas para adelgazar o mejorar la libido que de promover investigaciones dirigidas a la salud. De cremas cosméticas con sustancias que generalmente se aplicaba en la medicina pero que los laboratorios trabajan para el mundo de la estética, que por supuesto, aporta mayores beneficios.
Manipulaciones transgénicas de alimentos que sólo responde a un mercado económico con la loable apariencia de aumentar las producciones para evitar el hambre en el mundo.
Los verdaderos problemas acuciantes no se tienen en cuenta ni les importan. De igual modo en el mundo literario andan más preocupado por intrigas históricas, secretos de familia, de novelas con argumentos caóticos llenos de fantasías cruentas de sangre y vísceras, creaciones de una generación educada con la guerra de las galaxias y de Mazinger Z, y de otras más jóvenes inspiradas en personajes mitológicos japoneses con fisonomía occidentalizada.
Parece que escribir sobre historias simples y cotidianas de vidas corrientes no tiene ningún interés y  sí, cuando tratan morbosos secretos y situaciones truculentas. Lo cotidiano está pasado de moda, ¡con lo que da para contar!

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