domingo, 5 de junio de 2016

Qué es recuerdo




Recuerdo es mucho más que una huella, es todo el peso de un cuerpo. Es tu presencia en el olor de tu camisa. Sobre las sábanas arrugadas el recuerdo reposa tras una noche de pasión. Es el rastro de unos pies sobre la tierra y saber que has llegado a un lugar habitado. La estela de humo que ha dejado el avión al cruzar el cielo. El recuerdo del mar en las pisadas de las gaviotas sobre la arena de la playa. De la aventura en la sirena de un barco o el silbido de un tren. Es el residuo del medicamento en tu sangre, tu orina y tu sudor. Recuerdo es la línea negra que marcó el caucho de la rueda quemada sobre la carretera y las flores dejadas al borde del arcén, junto a un árbol que crece para conjurar el olvido. Es esa canción con nostalgia de un ayer, el vestido que cuelga en la percha, la marca de un cuerpo en el sillón. Es esencia a tierra en la patata y de la primavera en un geranio o un clavel. Es el regusto amargo de un fracaso, la palabra encarcelada en tu pecho, la sombra del traidor. Es una calle del pasado donde aún reconoces tus pasos.
Recuerdo es la vida que se palpa cada día en el hijo. El escalofrío que recorre tu cuerpo al decir un nombre. Es el miedo al peligro constante, un depredador que ataca por sorpresa o que amenaza ¿Cómo no? Recuerdo es una carta, una foto, un objeto, un WhatsApp. Son recuerdos la fecha en los anillos de los novios, el eco de la voz en la montaña, el signo de la palabra escrita. Recuerdo es la marca bajo la piel de un maltrato. Es el indicio de un engaño en el temblor de unos labios. El paso del tiempo en el surco del dobladillo. Las ondas formadas sobre el agua por quien tiró la piedra y escondió la mano. El vestigio en las costumbres y la traza errada en el cuadro. La señal de un secreto en el silencio. La cicatriz, memoria de un desgarro. Es la pista que dejó la sangre sobre los escalones, desde el bajo al cuarto piso. Recuerdo es la evocación de un patio y una infancia; y del poeta en este verso. La nostalgia de la inocencia en los juegos de esos niños y de la historia de una vida rodada en esa arruga de tu frente. Recuerdo es la senda que dejó un caracol en el cristal, y de la lluvia, las gotas que penden del tendedero.
Es recuerdo de compañía en los restos de café en las tazas. De la soledad, en el frío de un colchón y el vacío de un armario. De la tristeza, el brillo en unos ojos. Del desengaño, en el abandono de un sueño. Del desahucio en unos bártulos. Recuerdo de la incomprensión, en los cuerpos destrozados, ahogados, destruidos. Del odio, en la mirada del dolor y del desprecio, en la crueldad de unos actos. Recuerdo es el yo en la herida y el otro en un reflejo. La ternura balanceándose en un columpio. El descubrimiento en un libro. De la desolación en unas ruinas. Del amor en el hallazgo de un beso.
Cuando uno parte de viaje a un lugar con nombre en el catálogo de la agencia de viajes, se lleva miles de recuerdos que no caben en la maleta. Y cuando se va para siempre, sin dirección conocida, deja, suspendidos en el aire, todos sus recuerdos. Una voz a través de un artilugio de conductos enrevesados que atraviesa el espacio es el recuerdo íntegro de una persona, una voz es nombre, es fragancia, es carne y espíritu.
El recuerdo configura, con un pequeño detalle, todo un arsenal de imágenes, aromas y sensaciones. Nos da vida pero también nos destruye. El recuerdo nos hace ser más inteligentes, a veces, más crueles. Falacia es que el recuerdo, sujeto a algo real, no sea imaginación, porque recuerdo es invención de la realidad a través de sus fragmentos. Recuerdo es un visillo traslúcido que deja ver las cosas con el tamiz blanquecino, el aura que eleva aquello recordado hacia las alturas o la negritud del humo que lo hunde en el infierno. Es el paisaje tras la cortina de lluvia. Es algo físico, con medidas y volumen, es líquido y es gaseoso, pero no como el agua. No es del todo transparente y su sustancia está matizada de olores y sabores variados. Es territorio fértil y, paradójicamente, fuego destructor. El recuerdo duele y te ilumina. Sobrevaloramos el presente inmediato, denostamos el recuerdo, pero el instante es efímero y el recuerdo, eterno. Es vida y la vida es recuerdo.
Quizás nuestro existir no sea más que el reflejo de un recuerdo, como la luz de aquella estrella que brilla todavía en el cielo y lleva millones de años apagada. Tal vez no seamos más que un holograma representado desde un lugar infinito.
Pocas cosas viviríamos, poco significarían nuestros pasos por el mundo, si no los diéramos de la mano de sus recuerdos. Necesitamos recuerdos para saber que hemos existido, para reconocernos en el espejo y saber que seguimos siendo los mismos a pesar de las arrugas, de las canas, del deterioro que el paso del tiempo dejó en recuerdo. Recuerdo es de lo que fue y ya no está, por eso, es la muerte recuerdo de vida y el olvido, su aniquilación.

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