domingo, 13 de mayo de 2012

La crisis


Acababa de sonar el despertador, por eso aún se removía entre las sábanas cuando escuchó un fuerte golpe en el cristal de la ventana. Se levantó sobresaltada. A tientas buscó con los pies desnudos las zapatillas, y el frío suelo la sacó definitivamente de la somnolencia entrando directamente y sin preámbulos en el mundo real.

Lo que fuera que había chocado en su ventana había dibujado en finas líneas un sol quebrando la lámina transparente. Aquella noche había dormido sola, él estaba de viaje, de vez en cuando hacía esas escapadas como maliciosamente ella llamaba a sus viajes de trabajo. La habitación estaba fría esa mañana, o tal vez era su mal despertar, o quizás su mal dormir. Cada vez le resultaba más difícil aquella situación de soledad, aquella distancia continua que poco a poco iba instaurándose en su relación.

Abrió la ventana, el sol de la mañana le dio directamente a la cara, como una bofetada sintiendo el ardiente picor en sus mejillas. Se inclinó mirando hacia abajo, buscando en la acera el arma homicida. Y allí yacía gris y blanco sucio aquel pequeño bulto de plumas. Una paloma, pensó, le pareció que aún estaba viva, pero fue una fugaz ilusión, provocada por el aire, que, además de los papeles del suelo, removía aquel sucio plumaje. Por si no estuviera su ánimo lo bastante decaído, la visión de aquella paloma muerta la sumió irremediablemente en un estado de pesadumbre y tristeza. Como punto a punto iban tejiéndose en su mente uno a uno los pensamientos negativos.

Él, tan lejos, la casa tan fría, su corazón tan solitario, la muerte del pobre pájaro, la vida tan vacía, las noticias de la crisis. ¿Qué llevó a la paloma hacia ese horizonte plano? ¿Qué reflejo le atrajo, estampando sus deseos por alcanzarlo? ¿Fue un suicidio tal vez, o acaso todo lo contrario? ¿Un intento de conseguir la liberación, la culminación de un deseo, la más auténtica manifestación de vida? Pensaba estas idioteces asomada a la ventana, sin mirar a nada en concreto, por eso, cuando fue al baño, y vio su reflejo en el espejo, sus mejillas estaban sonrojadas, pensó, por qué ella había ofrecido la otra mejilla. Se sintió derrumbada. Volvió al dormitorio, cerró la ventana. La imagen radiada del cristal roto parecía el dibujo de la viñeta de un cómic con la voz de crack. Así se sentía, su mundo roto. Enfrentarse al día con la que se venía encima. Desayunar con las mismas noticias del desastre económico, engullir apenas sin saborear la dulce mermelada de la tostada que se amargaba en su garganta, porque todo se rompía bajo sus pies, porque todo lo aprendido, lo acostumbrado, lo habituado, aquellos proyectos que un día planeó, que incluso llegó a alcanzar, aquellas ventajas hacia la felicidad, se iban cayendo como los trozos cortados de un folio, como aquel que soporta la desesperada manifestación de nuestros sentimientos y ahora sucumbía frágil a la fuerza de nuestros dedos descuartizándolos.

Crack, esa caída de ave sin vida, de los planes de nuestra edificación emocional, de los principios y derechos, de los progresos arrancados a la decadencia humana. Pero la utilización de estos elementos maliciosamente manejados nos destruye y sin embargo, si ves claro, si la transparencia es nítida, si deja pasar los colores, sin dibujar una imagen falsa, imaginaria, creada por nuestra mente o por otras mentes, la realidad se presenta clara y distinta, y un verdadero impulso surge para crecer y mejorar.

Las crisis son innatas en el ser humano, innatas y necesarias, innatas, necesarias e inevitables. El único modo de progresar.

Observó el espacio que la rodeaba con la conciencia plena distanciada de su ser. Vio los objetos, el espacio entre ellos, los vacíos falsamente interpretados, vacíos pues llenos de aire, de otras vidas, unidos unos a otros, dejando otros pequeños espacios habitables, los elementos que configuraban su mundo. Y sintió su cuerpo, escuchando su corazón, sentía la sangre correr por sus venas, saboreó el aire entrando por su boca, mezclado aún con los restos del amargo café aún agarrados a sus papilas gustativas. Se descalzó para sentir el frío suelo. En un impulso del aire saliendo de sus pulmones brotó de su garganta un rotundo y enérgico “sí”. Era dueña de su crisis, era la protagonista de su existencia. Tras la muerte hay una nueva forma de vida. No iba a permitir vivirla sin dignidad, se sentía con fuerzas para seguir luchando, poseía la verdad y no seguiría mintiéndose, ni dejarse engañar.

Descolgó el teléfono, tras seis largos tonos, escuchó su voz:

- Alfonso, debemos hablar.

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