No pudo ser mujer Jesús que difícilmente iría sólo a un
desierto, conociendo la maldad del hombre y los peligros que siempre fueron
para la mujer andar sola por esos mundos de dios y más en aquellos tiempos que
ni voz tenían sin la autorización de hombre, fuese padre, hermano o esposo.
Otros lugares hubiera escogido ella para sus meditaciones, el calor del fogón,
amamantando a su hijo, mezclando harina y aguas, semillas y aceites, mirando el
hogar para ver si todo estaba ya bien hecho. Otros lugares, digo, hubiesen sido
sus desiertos, otros sus milagros pues no andaría pescando ni de rebaños
dirigiendo su comunicación con dios, sería callada y de respeto, ni un reproche
solitario en el último momento, que ni atreverse pueden decir a su hombre por
qué me has abandonado cuando en los dolores del parto sólo mujeres la rodean,
cuando sus flujos sanguíneos repelen a todo varón, cuando la consideran impura,
indigna de gozos y placeres, pues sus funciones son otras que fueron pensadas
para satisfacción del hombre, ellos reyes y ellas súbditos.
Los mundos han cambiado, dicen y pasaron de esto a dejarnos
ser reinas de nuestra casa, algunas esclavas, subidas y otras bajadas. Morir
por los hombres, menudo sacrificio sólo propio de ellos que poco valor o nada
tienen las pequeñas entregas femeninas, los pequeños sufrimientos de nuestros
deberes, ¿qué es esto por toda la humanidad? Privilegio sólo para el hombre,
las mujeres que lloran, que sufren, que luchan en sus pequeñas cárceles no
salvemos nuestros hogares, que ellos se encargan de salvar al mundo, dirigirán
nuestros avances a capricho, inculcando ambiguas leyes que también sacarán
beneficios de ellos. Ojo, no nos engañemos, hombre o mujer, pene o vulva veamos
que tienen en sus adentros, pulmones e hígado, cerebro, sangre y vísceras, y en
todo caso algo más ellas, tienen que ver con un espacio para recoger toda la
creación, medios somos y medios fuimos, dirijamos nuestros medios y no nos
dejemos engañar que el poder creado por el hombre, que las carreteras y caminos
por ellos construidos, a veces tendremos que desvariar pues no llevan a sus
metas, si al final es para comer del plato que nos ponen, libertad sexual,
libertad liberal, derechos para decidir… cuántos favorecen a la mujer como
persona sin más. Mujeres pensad también a nosotras nos pudo hablar un dios y
enviarnos a su imagen y semejanza a este mundo para salvarlo.
No demonizo al hombre que también es víctima de este
invento, que aprendan con nosotras, ayudémosle a ello.
Te dice algo el tema anterior quien habló de belleza
femenina no tenía vagina entre las piernas, quien creó la píldora y quien
inventó la cirugía estética buscó su beneficio tapándolo con buenas intenciones
y muchos complejos. Unas intenciones que se vuelven en nuestro benefició,
¿seguro? Decidamos nosotras, valoremos costes y beneficios, pensemos en
nuestros intereses no egoístas sino de respeto a nosotras mismas y caminemos
acertando a veces y equivocándonos otras, pero capitanas de nuestro velero.
Que Jesús fue mujer, sí que pudo ser, pero seguro que Dios
no, que además de ser hombre, misógino, también que vaya cómo se cebó con la
mujer, que donde el hombre goza, a la mujer le da dolor, menos mal que llegó la
apidural, beneficio nunca gratuito, padecemos de desajuste por ellos
intestinales, nuestro sistema circulatorio, nos juega unas pasadas, la alegría
de los hijos que ofrecemos a esos padres orgullosos, dejan sus cunas
reblandecidas y dilatadas cuando no resquebrajadas y eso no es todo, nuestros
pechos, fuentes de vida no se abren como ríos fluyendo pendiente abajo, sino
que arrastran pedruscos que arañan nuestra piel hasta sangrarlos. Todo y más
aguantan nuestros cuerpos con la mirada condescendiente de ellos, es que son
unas fuertes, y un huevo encima, esa responsabilidad nos echan, perfectas por
dentro y por fuera de espíritu sensible y tierno, remanso de su descanso,
encima cachondeo.
Por qué me pongo cremas, por qué me impregno ungüentos, por
qué me reconstruyo los pechos, por qué arreglo mi vientre y caderas, por qué me
cambio por dentro, me digo, lo hago por mí misma. Respuesta a esta última, no
nos engañemos, guardamos el secreto para otras, no tratemos de negar la
evidencia, qué hermosa veo a esa anciana, su blanco pelo, sus ojos aún con
brillo, su sonrisa al viento…
Qué masajes subrepticios, qué acuerdo tácito hay que toda
mujer, llegada a cierta edad corte ese elemento erótico que es su cabello.