Si los
muertos levantaran la cabeza, lo primero que harían al salir de ese medio que
no se conoce como agua, tierra o aire, que solemos denominar unos la nada, a
falta de término más convincente, sería reír a carcajadas, sonoras y estentóreas
carcajadas. En primer lugar por verse ante el espejo con tan mal aspecto, pero
como las convenciones sociales ya no les afectarían, no tratarían de ocultar
tal circunstancia. En fin cuando uno viene del otro mundo ya viene de vuelta de
todo, o del Todo, que no necesariamente para todo el tiempo.
Como
decía, estos muertos nuestros se reirían en nuestras caras perplejas
preguntándonos por qué y de qué se ríen estos muertos, curiosamente no por lo
absurdo del asunto, así es el hombre lo evidente lo obvia y se centra en la
sospecha.
Con enormes
carcajadas, armando tal estruendo que se
oirían allende los mares, de una punta a otra del planeta, llegando hasta los
satélites traspasando la troposfera y la estratosfera, que hasta los que se
encuentran en Marte las registrarían, volviéndose todos locos y saltando por
los aires o el vacío, desperdigando sus cuantiosas piezas. Esto aún provocaría
más hilaridad entre los muertos que con gestos de desaprobación y hasta cierto
punto condescendientes, dirían para sus visibles adentros, ¡pero si es que no
aprenden!
Tantos
pensadores a lo largo del tiempo, tantos modos para retomar el camino correcto,
y los idiotas aún siguen así. Como padres de estos vivos, observan impotentes
que estos hijos siguen la tradición de no escarmentar de experiencias ajenas.
Ni el arbolito desde chiquitito, ni modelos parentales acertadamente
pedagógicos, ni filosofías que pretenden encaminarnos a la felicidad o al menos
a la verdad… estos ilusos que creen saberlo todo venga a repetir los mismos
errores.
Esto no
se arregla aun viniendo dios a poner orden.
Éste se fue hace tiempo, tiró la piedra y ahora esconde la mano, salió
por patas, que no lo pilla ni el padre. Este tinglado de la tierra y sus
hombres le salió una chapuza. Vaya alumno para tal maestro, aunque parece
tampoco haber sido muy acertadas sus enseñanzas.
En fin
dejemos a dios pródigo tranquilo, que vergüenza le dará volver a la casa del
padre y que no se atreva a venir tampoco por aquí, que va a recibir una somanta
de palos, por inepto y tramposo. Por ahí andará en su paraíso particular, tal
vez tratando de arreglar la faena por otros lugares, pero a mí me da que este
es un irresponsable, un vividor y un crápula, un niño de papá, pues ya podría
haber dado la cara o al menos, alguna explicación. Y volvamos con nuestros
muertos.
Muchos
dirán, pero es que no leen, es que de nada ha servido lo que cuenta la
historia. Pues nada, parece que no. Algún sabio protestará, y para esto perdí
tanto tiempo y la salud. Maldita sea, más me hubiera valido haberme perdido por
el Caribe, como algunos de mis colegas.
Otros
listos, que no de inteligencia, sino de espabilados, se darán codazos unos a
otros diciendo, que te dije, que había que vivir de lo lindo, aunque para ello
fuera inevitable vivir a costa de otros. Ya ves, si ni dios está para pedirnos
cuenta.
Algunos
pensarán, que es inevitable para el ser humano, continuar un comportamiento
aprendido siglos tras siglos. Pero, es que no les quedó ni un detalle de mis
pensamientos, protestará otro muerto ilustre. Eh, que no has sido el único
amigo, yo les mostré los errores de la guerra aunque viendo el poco aprendizaje
extraído, parece que el hombre tiene poca memoria y cuando quiere recordar,
siempre están otros para quitarles importancia o amenazar con no sacar los
trapos sucios.
El
hombre no quiere aprender, sólo desea repetirse, clonarse en más de lo mismo.
No olvidemos que por desgracia, algunos de nosotros controlábamos el cotarro, y
ya sabéis que a maldad también no hay quién nos gane. Nos inventamos un capital
que heredaron, nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos incrementándolo y
así hasta que alguno lo perdió, pero por lo general partir de él da todas las
ventajas. Creamos unas reglas acorde a nuestros intereses y después sólo se
trató de encauzar acertadamente al resto de la población, eso sí, si accedían
por las buenas que si no, sabíamos cómo convencerlos jaja. No sé de qué te ríes,
le contestó uno, ya ves como siguen estos desgraciados. Si pero, todavía veo a
mi bisnieto poniéndose las botas, oye tú, que le quiten lo bailao. Aquel lo
miró con desprecio, ¡cállate!, apestas.
Es que
son todos tontos, unos por abusar y otros por sucumbir, vamos como nosotros
fuimos. ¡Eh! ¿Por dónde anda el primer carajote que se molestó en cambiar esto?
Tímidamente uno levantó la mano. ¿Y tú, quién eres?, ¿cómo te llamas? ¿Qué
importa mi nombre?, dijo aquel. Nadie sabe hoy de mí, sólo hice lo que tuve que
hacer, no me hagáis responsable de lo que hicieron los que vinieron atrás, que
no me escucharon.
Una voz
de entre los muertos se alzó, ¡callaos! que el que más y el que menos hemos
metido la pata hasta el cuello. Tampoco generalices, que yo intenté que el
mundo fuera mejor. Sí, sí en principio todos queremos eso, pero luego viene
esto y lo otro y el espíritu es débil. El cuerpo querrás decir. No el espíritu,
que el cuerpo hace lo que le mandamos, vamos a empezar por poner cada cosa en
su sitio. A ver, ¿acaso no nos vemos aquí debatiendo sin carne y apenas sin
hueso?
Uno
conciliador preguntó en voz alta, ¿y creéis qué si ahora le contáramos lo que
les esperan, sabrán dar un giro radical al mundo? Vamos a ver, de nada te ha
servido el estar muerto, no hay remedio para el hombre, anular todo el
recorrido que hemos hecho es imposible, o al menos mi experiencia de muerto no
llega a tanto. Solo sé que el hombre anda sordo
y ciego por la vida, y si escucha alguna voz, pensará que está loco
aunque siga obediente a las otras voces que les hablan cada día, tratando
dirigirles.
Después
de troncharse, literalmente, de risa, a la gran mayoría le dieron por llorar,
alguno de corazón duro se resistió, y suerte que no tienen lágrimas, porque
esto iba a resultar peor que cuando lo de Noé.
Después
de que estas contradictorias emociones, nerviosamente manifestadas, se
controlaran, se llevaron las manos a la cabeza, preguntándose, cómo pueden
seguir aún entre tanta ignorancia, con tantos estudios acumulados..., pero no olvidéis
los mensajes confusos, los aprendizajes erróneos, la fatalidad, la vergüenza,
los miedos, las envidias, las frustraciones y los deseos. ¡Y la bondad! Gritó
uno. Si la bondad pero como tenerla, como abanderarla y resistir ante los que
más pueden, los que quieren ganar a costa de todos. Pero no has aprendido nada
compañero, la duda es la culpable, la duda divide y así ganó siempre el poder.
Si la duda y el hambre. Ya pero, si supiéramos que todo lo que hay encima de la
tierra nos pertenece, ¿cómo íbamos a permitir a nadie que nos lo cuestione, que
nos lo quite, que se lo repartan entre unos pocos beneficiándose del resto? Si,
la duda, el hambre y el miedo, éste es culpable de tantos errores en el hombre.
Si, la duda, el hambre, el miedo y la ignorancia aceptando las reglas de su
juego. ¡Menuda mierda!, diréis muchos y ¿para esto sacrifiqué mi vida trabajando?,
os lamentaréis algunos de haber participado en las guerras, evidente el engaño,
a uno nunca le agrada pasar por tonto.
La
lista de lamentaciones sería tan larga que se alegrarían de seguir muertos. Los
únicos que añorarían el estar vivos son los que vivían de muerte. Visto lo que
la gente aprende, cabría pensar ¿dónde se quedó la inteligencia racional del
hombre?, tal vez, la perdió en el transcurso de la evolución.
Bueno
ya que nos hemos despertado, que para esto más hubiera valido seguir soñando el
sueño eterno, hagamos algo, hablémosles al oído, insistentemente, así como un
mensaje subliminar, hipnótico, para que reaccionen. Digámosles la verdad,
demostrándoles la mentira en la que están sumergidos. La verdad, cuestionaron
algunos, pero si no se la van a creer, se dirán a si mismo pero ¡qué tonterías
pienso! Sus cerebros tan mal acostumbrados se negarán ante tan magnánima
simpleza. Se obstinarán en buscar recorridos complicados, y nunca antes tenían
tan a mano la solución. Esa disonancia los bloquearan, pero confiemos que
empiece a ir calando en sus mentes, miren la realidad con otros ojos, aprendan
de los errores y con una mirada distinta, sin adaptaciones con el pasado, construyan
el mejor de los futuros. Comenzar de cero, porque nada de lo construido podrá
salvarnos de la destrucción.
De este
modo, la multitud de muertos se encaminaron a los hombres vivos. Le hablaron al
que concienzudamente trabajaba en su ordenador, haciendo negocios bursátiles.
Al que subido en un andamio colocaba ladrillo tras ladrillo, al que sobre una
tarima enorme proclamaba un discurso, al que desde su mesa de madera de ébano
firmaba contratos multimillonarios, al que sentado en un banco aguardaba su turno, al que sentado en
un banco del parque ya no espera nada… Uno a uno fueron hablándoles, día tras
día repetían lo mismo sin resultados. Alguna vez hubo quién les dio ciertas
alegrías, pero ese éxito no era suficiente. Los muertos caían muertos de
cansancio, venga a repetir, venga a darles señales, venga a mostrarles
historias que les hicieran ver la evidencia, pero nada, llevaban días que
hicieron meses y el hombre, el verdadero, no resurgía de su ignorancia.
Rendidos
ante monumental fracaso, decidieron claudicar a la dura realidad.
Queridos
hermanos muertos, aquel lo hizo tan mal, que o viene y pone remedio o si no,
que de una vez destruya todas las piezas equivocadas y empiece de nuevo. Pero
antes, que dé explicaciones de su huida, porque esto no puede quedar así. Demasiado
dolor ha causado para que se vaya de rositas.
¿Qué
mecanismo nos dirigen al fracaso de la humanidad? Esta debería ser la principal
pregunta, luego vendrá ¿cuál es nuestro origen?, ¿somos los únicos en el
universo o existen otros por descubrir? Podemos seguir haciendo cálculos y
conjeturas sobre el inicio de todo, sobre dioses creadores o mentes
inteligentes que experimentan dentro de su tubo de ensayo.
¿Todo
empezó con el Big Bang? ¿Todo surgió del agua? Tal vez, como suele ocurrir, la
respuesta sea más sencilla y la verdad se halle tan cerca de nosotros mismos
que sea imposible verla.
Llegaremos
a otros mundos, otros espacios siderales pero seguiremos siempre dentro de
nosotros mismos. El universo imposible de imaginar y del que formamos parte, el
universo que pretendemos alcanzar y controlar desde nuestras posiciones de
células insignificantes aunque necesarias e imprescindibles es un organismo
enérgico, que fluctúa entre grandes indigestiones que acaban por afectarnos,
como a esa pequeña araña que aplasto contra la pared, la hormiga que
involuntariamente piso, la bondad que machaco con mi ira, el virus que me
enferma sin premeditación, o el paso firme o indeciso del otro que te elimina,
funciona igual que los dedos de un creador inconsciente apretando entre el
índice y pulgar su gelatinosa consistencia.
Cuando
el reloj marca la una los esqueletos se vuelven a la cuna, chumba, chumba la
cachumba… pero absurdamente deprimidos.