jueves, 28 de junio de 2012
viernes, 22 de junio de 2012
África
África es una pera jugosa, la próxima fruta a comer.
El viejo continente muere de inanición, por propia voluntad
o por un suicidio colectivo, promovido e incitado por gurús de la economía que
ahora echan sus ojos golositos a las carnes frescas y morenas de la virgen
África.
Hincaron ya el diente en el Asia Meridional, más por materia
humana que por prima. Ahora le toca a esta caliente, diversa, joven, exuberante
y pobre aunque inmensamente rica en vida orgánica y mineral, África, la madre
entre las madres, donde surgió el alma primigenia.
En cuanto pongan en orden y firmes a sus dirigentes y
aliados, en cuanto llenen sus bocas y bolsillos, en cuanto ya no interesen
ciertos conflictos, ahí estarán los blanquitos emigrantes del negocio, y algún
que otro negro o seminegro por aquello de la paridad racial, llamada más
correctamente étnica. Sus ojos clínicos saben detectar el lugar y el momento
más adecuado, linces en artimañas y juegos bursátiles. Sin importarles que los
que queden aquí, se conviertan en los nuevos pobres del mundo.
Arrastrados a matanzas, donde sea conveniente inventar un
conflicto y poner a raya a algunos que se salgan del plato y tengan la osadía
de enfrentárseles. Que sepan quién manda y el que manda dispone, y al mandado
se les echa desperdicios humanos, animales adiestrados para matar, para odiar,
para cegarse contra el otro. Ejércitos dispuestos a morir por ellos, engañados
o convencidos, a cambio de qué, ¿de honor? De otra compensación, el azúcar
después de acometer con destreza la gracieta de turno, la pirueta o la
palmadita, con servil entrega.
Ya se están dando los primeros pasos. Una retirada
conveniente, hacerles creer que alcanzan estatus, control de sus riquezas,
autonomía en sus políticas sociales…Pero, quiénes manejan los hilos de estas
marionetas, siempre serán los mismos, los que tienen la última voz. Hacerles
creer que ganan, para ser ellos los únicos en vencer al final.
Amiga África, ojo con las manos que mecen vuestras cunas.
Crecer al fin de vuestras tierras vírgenes, secas por egoísmos. Beber de
vuestros ríos y lagos y recoger los frutos de vuestros úteros. Ganar esa lucha
por el bien del mundo, aprender de nuestros errores. Dicen, que nadie aprende
por cabeza ajena; basta que de vuestra ancestral experiencia maméis. Aún que
conserváis la esencia de la vida, que no os maten más ni de cuerpo ni de
espíritu. Por el bien de la humanidad. Que así sea.
Este es su discurso prepotente: África ya estás preparada
para recibir nuestras bendiciones.
Niños gordos
Hay muchos niños obesos en España, algo debemos estar
haciendo mal, dijo el doctor.
Este mundo ha sido sometido a una o varias operaciones de
estética, pero ni el colágeno, ni los estiramientos han conseguido hacerlo
pasar por más joven. Este mundo está envejeciendo. Su aire, su tierra, su agua,
ya no tienen la plenitud de la adolescencia. Su espíritu e ingenuidad, están
degenerándose. Las mentes están chocheando, como se diría ahora enferma de
demencia senil.
La línea levemente curva, más bien recta, excepto allí donde
entró el bisturí, que hoy en día se le exige a la mujer, también, con sus
diferencias cualitativas y cuantitativas se les pide al hombre, y hasta al
niño.
Quedaron lejos la voluptuosidad de las carnes femeninas,
quedaron lejos niños rollizos tan admirados con sus gorditos y colorados
mofletes, síntomas de buena salud. Se perdieron en este camino la sensualidad
del vello en el hombre, característica masculina desde nuestros amigos y
parientes los primates.
Que los niños coman sano…, creo que nunca comieron mejor
sólo que en las etiquetas se esconde la
trampa entre tanta letra pequeña.
En los tiempos donde encontrar un yogur en el frigorífico
podía ser un objeto de disputa, al parecer nos criábamos más sanos. Con
nuestros bocadillos de chorizo, el pan con chocolate o pan con aceitunas, hasta
las chucherías eran más sanas.
Querido doctor, queridísimos expertos, por qué antes de
acusar a la población , a esas madres desaprensivas que sólo saben dar bollería
industrial a sus hijos, no buscáis el mal en las fábricas, en esos productos
saturado de estabilizantes, conservantes, grasas insaturadas y saturadas
desconocidas, potenciadores del sabor y aroma, etc. etc.
Observemos nuestros sanos productos del campo, llenos de
nitratos, fertilizantes de origen innombrable, y pesticidas. Cultivos regados
por aguas contaminadas con materiales orgánicos e inorgánicos, extremadamente
peligrosos.
Ese ganado tan proteico cargado de hormonas, alimentados con
productos transgénicos o con pastos fumigados.
Estos señores que envenenan el aire con sus contaminantes
chimeneas, fábricas que producen alimentos muy saludables.
Querido doctor de la tele, tan afamado va usted repartiendo
pedagogía barata, tan cómodo en su sillón del despacho desde donde riñe a sus
enfermos y concede amablemente de vez en cuando una entrevista. Siempre por
amor a la información, la divulgación en
pro de la salud y la educación de la población. Va siendo hora que por respeto
a su juramento hipocrático, diga la verdad al fin. Y si es necesario póngase en
contra de los verdaderos culpables, al menos irresponsables productores,
deseosos de hacer negocio. Son los que están jugando con la salud de todos. Los
peces, carnes, frutas y verduras y todo lo que sale de sus mercados, alimentos
que ponen a la mesa esas cualificadas madres, anda engordando a sus hijos como
pollos en granjas o peces en piscifactorías o cerdos y vacas hormonados o que
comen pastos o piensos contaminados. Sus retoños señoras y señores tienen más
estrógenos en sangre que la analítica de una mujer antes de llegar a la
menopausia y en su momento álgido del ciclo menstrual.
Somos lo que comemos, quizá por esto, estemos podridos.
Un mercado más interesado en promocionar sus productos para
incrementar sus ingresos, asunto del todo loable, que preocupado por que éstos
se generen con la suficiente calidad nutritiva y sin contaminación. Atosigan
publicitariamente a la población, fomentando un consumo excesivo, que si hay que comer al día proteínas de carne y
pescado, varias piezas de frutas, no sé cuántos gramos de verduras, legumbres
suficiente para abastecer de fibra a una empresa textil y si es poca añadir más
de cereales. Leche en todas sus variantes y huevos. Tal vez, olvide algo pero
de seguir estas recomendaciones de la incuestionable OMS, creo que de la mesa
no me levanto; tan sólo para beber al menos dos litros de agua y como es
consecuente un número indeterminado de visitas al servicio, entre tanta agua,
tanta fibra y tanto yogur.
Que si los niños no se mueven, que si mucha bollería. Pobres
míos, entre taller y clase de inglés, natación y bádminton, tal vez, sólo les
quede tiempo para un bollito de cacao, tan bien presentado y con tanta
publicidad alucinógena y vitalista.
No convirtamos la alimentación en una religión. No
estigmaticemos, mejor sería que produzcan alimentos más saludables.
Los productos llamados ecológicos son más caros, por lo
tanto más elitistas. Como siempre serán los mismos quiénes se beneficien. Los
hijos de éstos por supuesto serán muy guapos y delgados como sus papás.
Algo debemos estar haciendo mal, electivamente, permitir
toda esta basura.
La princesa mimetizada
Pasea su estirado palmito, al fin domesticado. La recién
estrenada princesa no fue nunca cenicienta. Apareció ante el pueblo como una
mujer de hoy en día y con carácter, eso gusta y le imprime personalidad.
Su carta de presentación se preparó y gestó meses atrás,
para que el pueblo la reconociese y no la sintieran extraña. Todos se
mantuvieron calladitos, hasta a la prensa le pasó la historia desapercibida,
profesionales despistados, consecuencia de la LOGSE.
La princesa y el príncipe se casaron, y eso al pueblo le
encanta, la princesa y el príncipe tuvieron hijos, y eso tranquilizó a la
población, la monarquía tendría sucesión. ¿Cómo vivir sin príncipes ni
princesas, cómo prescindir de esas bonitas historias de cuentos de hadas?
La princesa ya está adaptada a esta nueva vida tan
complicada. Tan difícil función y encima madre; eso lo sabemos las mujeres, lo
estresante que es compaginar hijos y trabajo…La princesa es muy elegante y para
nada tiene que envidiar a ninguna otra dama de su alta posición, no hay para
ella competencia nacional o internacional. Su figura estilizada nos dejó en
buen lugar ante la sensualidad y élégance extranjera.
La princesa se codea con lo más glaumoroso y a la vez
consigue esa sencillez y cercanía que tanto admiramos el pueblo.
La princesa hablará de trapitos y gimnasios, de viajes y de
estéticas, porque la princesa es como ya he dicho una mujer muy actual.
La princesa es un ente único que abarca la esencia de todas las princesas de nuestra
sociedad: elegantes, activas, bellas, delgadas, perfectas… Y como todas las
mujeres nos dejamos aconsejar por esos truquitos de belleza, sobre todo, cuando
vienen de alguien que ha conseguido tan buenos resultados. La princesa tiene
esa amiga y aunque está lejos, sus aviones privados las ponen en contacto en
cualquier momento o lugar. Esa amiga también es muy hermosa, tal vez algo más,
por eso, la princesa se dejó aconsejar por ella y hablaron de mejoras y de
estilismo y de médicos. Ahora la princesa cada vez se parece más a su amiga,
debe ser que están tan unidas, que terminan con el mismo parecido. Ha
conseguido quitar esas imperfecciones de fábrica y va logrando una mirada y
estilo tan personal como su queridísima confidente.
Es encantadora nuestra princesa. Su imagen es ella y ella,
no sabemos quién es, pero todos dicen maravillas y a nosotros, el pueblo, se
nos cae la baba mirándola posar con sus elegantísimos trajes y su porte tan
solemne. ¡Qué suerte tenemos de contar con una princesa de cuentos de hadas!
Con su príncipe tan hermoso y atento, y sus retoños tan guapos y listos, que ya
saben hasta idiomas. Tan pequeños…
Es que no puede ser de otra forma para que este cuento acabe
bien. Deseémosles larga vida y que coman perdices, sin problema a la línea.
Porque la princesa es tan fina, que le viene de genética.
Existen personas que nacen para ser princesas y otras para
representar al pueblo llano, así es la vida y cada uno en su guion que es lo
mejor… o ¿no?
sábado, 9 de junio de 2012
Un cuento chino
Estoy cansada de oír estupideces
peligrosas. Y lo que todavía es peor, ver como esas consignas y argumentos se
instauran en la gente, se interiorizan cuando tendrían y deberían hacerles
reaccionar enérgicamente.
Tan acostumbrados estamos a oír a
diario mensajes del discurso económico incomprensibles para la mayoría de la
población. Sería más eficiente hablar en términos comparativos que fueran
claros y evidentes –fulano recibe cierta cantidad de dinero por dimitir (no
despido), con la que podía vivir mil familias durante un año; ─ con que pagaran
religiosamente sus impuestos 30 grandes empresarios, evitaríamos el recorte de
los sueldos de un millón de familia; mostrar con gráficos sencillos marcando
las claras diferencias… Pero les interesa más hablar con un lenguaje técnico,
sobre cifras incalculables que la gente de la calle no puede manejar. A veces,
ante todo ese murmullo incomprensible y mal definido, acabamos por tragarlo sin
asimilar.
Los medios de comunicación bien
diestros en estas estrategias para confundir al personal, manejan este código
de distracción. La publicidad ha mamado de la psicología humana, que ante
palabras extrañas reaccionan dándole un valor añadido, sobre todo si ese
lenguaje tiene una connotación científica. Echemos un vistazo a los spots de
cosméticas, toda una amalgama de términos desconocidos, incluso en otro idioma,
para mayor confusión: nanosfera, genómica y tecnología intuin gen TM, proteína
Nrf2, efecto polish, revitalizing supreme global anti-aging, serum bifásico
antised, ácido hialurónico, coenzima Q10… Sí señores, y nos lo tragamos y
embadurnamos nuestras pieles con toda esa mezcolanza de palabrejas que parecen
ser muy importantes y por tanto eficientes. Y cuanto más caro el producto
mejor.
Entre tanta palabrería y especialistas
afanados en explicarle al hombre de la calle estos desastres económicos, nos
bombardean con frases del estilo “hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades”. Me pregunto qué posibilidades se nos suponen. ¿Es, tal vez, un
abuso de privilegio para el pobre vivir con dignidad? ¿De ese nivel, al
parecer, tan superado están también ellos dispuestos a prescindir?
Me escandaliza pensar que este
mundo no tiene remedio, si por un lado los poderosos, por supuesto, no están
dispuestos a vivir sin sus comodidades y lujos (porque creen que se los
merecen), mientras el pobre deba dar gracias por las migajas que se desprendan
de su obsceno bienestar.
Pero lo aún más triste es ver
como cala en la gente de la calle ese discurso ofensivo, denigrante, prepotente
y devastador. ¿Cómo podemos pensar que el pobre ha vivido por encima de sus
posibilidades por querer tener una casa, un coche, unas comodidades?, ¿es mucho
pedir?, ¿es un privilegio para nosotros y para ellos no?, ¿simplemente es que
se lo merecen porque son ricos, por mérito propio? Esas casas, esos coches,
esas comodidades nos las ofrecieron en asfixiantes plazos.
A otros con ese cuento (literalmente)
chino. Éste es el cuento de nunca acabar, como el de la Pipa Larga. ¿Lo
recuerdan?: ¿Quieres que te cuente el cuento de la Pipa Larga? Y el niño
contestaba sí, “Si yo no te digo ni que sí ni que no, sino si quieres que te
cuente el cuento de la Pipa Larga”. Y, el crío pensaba si le he dicho que sí y
no me lo cuenta, será que debo decir, no. Y de nuevo por respuesta, la misma
pregunta.
Así andamos por la vida, gracias
a este tipo de gentuza. Generación tras generación, siglo tras siglo, el poder
se niega a perder sus privilegios. Y acaba exigiendo al débil toda la ética y
el compromiso del que ellos carecen.
Siempre va a haber pobres, pues
sí, son convenientes y necesarios para los ricos. Pobres e ignorantes. Pobres y
sometidos. Pobres y engañados y manipulados. Y, ¡hasta pobres convencidos!
No hay remedio, miremos la
historia y entonces pensemos. Revoluciones y luchas consiguen cambios positivos
para progresar en la igualdad y nuevas revoluciones y luchas tiran por tierra
todo lo logrado. Revoluciones y luchas estratégicamente preparadas desde el
poder, promovidas, divulgadas por los medios en un continuo lavado de cerebros.
¿Cuántos podemos ser capaces de soportar estas acciones, que se pueden
considerar como una tortura? ¿Cuántos pueden sobreponerse a tanto caos
informativo? Unos porque tienen la suficiente preparación, fuerza o
convencimiento firme de las prioridades basadas siempre en el respeto y en la
necesidad de avanzar en la igualdad de todos los hombres. Que no nos engañen
más con el sacrificio, ya está bien de tantos dioses aliados con el poder.
Acaso viven ellos esos sacrificios, sobrellevados en sus barcos de recreo, viajes exóticos, inmensas
casas y mansiones. Una calidad de vida exquisita con la ayuda de sus
sirvientes. Esta es la palabra mágica, necesitan sirvientes y estos, cuanto más
necesitados, mejor. La pobreza obliga a tanta humillación por si ésta en sí
misma no fuera poca.
Mientras que la verdadera
revolución no sea desde la exigencia de no seguir permitiendo esta falta de
respeto a la dignidad humana, desde todos los frentes, individuales y
colectivos, políticos e institucionales, cercanos y lejanos. Que siempre que
este derecho fundamental fuese dañado y se atentara contra él, un revulsivo
social desprendido de egoísmos y envidias, luchara verdaderamente por los
derechos del otro. Comprendiendo que la reivindicación por el perjudicado
también nos beneficiará tarde o temprano.
¿Por qué nos revelamos ante las
protestas de sectores o individuos que buscan el respeto, la igualdad y sobre
todo una vida más plena y más llena de bienestar? ¿Por qué se despierta la
envidia negándoles a ellos lo que deberíamos exigir para todos? Si aquel tiene
mejor sueldo, más tiempo libre para disfrutar de la vida, del amor, de los
hijos, de la familia y amigos. ¿No es esto acaso deseable y posible? ¿No es
mejor desear también mejores condiciones, buscarlas y exigirlas desde la
responsabilidad y el derecho a ser feliz en lugar de echarnos tierra encima
unos a otros cuando todos estamos en el mismo barco?
Ese es el peligro, nuestra
solidaridad, que el poder intenta, con todos los medios a su alcance destruir,
corromper, tergiversar, a través del miedo, la mentira y la manipulación. Ellos
cuentan con todos los mecanismos, pero nosotros contamos con la fuerza que se
consigue a través de la unión. Somos verdaderamente los que tenemos el poder y
ellos lo saben. Debemos exigir cultura (de la verdadera, no el folklore que nos
distrae), derechos fundamentales, casa, educación, justicia, y auténtica
igualdad para todos. Sin falsos demócratas que ocultan a ideólogos fascistas.
¿Cómo se atreven
a quitar los derechos tan duramente conseguidos, arrancados a sociedades que
sufrieron el avasallador poder que incluso pagaron con sus vidas? Vienen estos
ahora a hablarnos de perderlos, de pedirnos que nos inmolemos, ¿para qué? ¿Para
quiénes? Estamos sorprendidos con los continuos abusos que ellos cometen
Despertar de
estas tinieblas, salir de la contaminación creada y exigir. No callar, no
aceptar sus discursos, no confundirnos. Impidamos perder los derechos
fundamentales. De otro modo sólo conseguiremos caer en sus redes y cuando nos
hallemos totalmente perdidos, estaremos dispuestos al fin para ser
sacrificados, desde sus parillas. Cuando nos priven de toda dignidad estaremos
a su servicio, y entonces, como señores buenos y generosos, tendrán la
benevolencia de ir ofreciéndonos sus pequeñas limosnas, pero que nunca
alcanzarán la dirección de desarrollo en los derechos que habíamos ya
conseguido y los que nos quedan por conseguir. No estarán dispuestos a
permitirlo, les va en ello sus vidas de lujo.
Demostrémosles
que si unimos nuestras causas nos protegemos y avanzamos. Hoy por mí, mañana
por ti. No entremos nunca al juego de sus crisis y guerras, al final, siempre
perderemos nosotros, incluso con la vida, o valdría ésta tan poco que para qué
vivirla.
No sabemos
quiénes son los que controlan el cotarro, ni nunca lo sabremos, los que salen
en las fotos son sus ilustres lacayos. Pero sí sé cómo se llaman, de nombre de
pila Cabrón, y de apellidos Hijos de Puta.
¿Qué hacemos? No
permitírselo. ¿Cómo lo conseguimos? Saliendo todos a la calle, abandonando todo
el engranaje social para demostrarles quiénes mantienen el mundo a flote.
No permitiendo
una injusticia más con el pretexto hipócrita de contribuir con la pérdida de
derechos para salir de la crisis. ¿Qué están ellos dispuestos a perder si
cuando dimiten se llevan millones? ¿Sabemos cuántas familias podrían vivir con
una mínima dignidad con ese dinero que se lleva uno sólo? Y esto es de lo que
nos enteramos, ¿podéis imaginar todo lo que ignoramos?
Parece haberse
conseguido el desarrollo y progreso del mundo, pero si observamos más de cerca,
si salimos de nuestro campo de visión, veremos que hay otros mundos, feos,
llenos de desgracias humanas. Decimos, desde nuestra prepotente mirada, que el
mundo ha progresado mucho, y sin embargo, las dos terceras partes de él aún
viven en la miseria, en el subdesarrollo más absoluto y sumergidos en
conflictos continuos.
¿Desean tal vez
una nueva sociedad ahogada por servidumbres? Nos insinúan que sociedades
dictatoriales son ejemplos de lucha y trabajo, como ocurre con China. Los
chinos que están escalando poderes y beneficios no son la mayoría, ésta está
viviendo por debajo de los umbrales de la pobreza. ¿Tal vez trabajar a todas
horas y días es un estilo de vida deseable?
La crisis ha
supuesto un abuso de poder queriendo instalar toda una dinámica de esclavitud.
Última noticia,
España al rescate. Pero el ministro se apresura a decir que es sólo una ayuda.
Quizás ayuda sustituya a la palabra tabú. En fin, seguimos sumando. Y concluyo
con una nota necrológica, hoy sentada en el sofá escucho: “El país ha muerto de
una grave y dolorosa enfermedad”
lunes, 4 de junio de 2012
Por el perfume de otras palabras.
¡Soooo! Resoplaron con profundos bufidos los caballos a la
tensión de las bridas. El carruaje frenaba en el centro de una plaza bulliciosa
y entraba en los oídos de sus pasajeros el intenso rumor de las conversaciones
de otros muchos viajeros, sonidos dispersos e inconexos que llenaban el aire de
un ajetreo vital, más bien vivificador. Traían aquellos el alma distraída,
adormecidos cuerpo y espíritu por el soporífero sonido del campo, donde el
rítmico avanzar de los caballos y el trino de los pájaros eran únicamente
interrumpidos por una voz lejana de la llamada de un campesino a otro. Los
campos verdes, en vísperas de cosecha, traían también el molesto zumbido de los
insectos, algunos, inoportunos e impertinentes se colaban en la cabina
incordiando el tranquilo sueño.
Se situó el cochero en un lateral libre cercano a un mesón.
Los viajeros bajaron, las señoras entraron buscando en primer lugar los
retretes del local, para aliviar sus vejigas torturadas por el trotar del carro
y para acicalarse un poco, sacudir sus vestimentas del polvo y añadir otros en
sus mejillas. Los hombres, sin embargo, siempre igual, buscando cualquier
esquina o rincón para descargar. Entraron al mesón después y tomaron vino
fresco para suavizar sus gargantas.
Habían llegado a la primera parada de su destino. Apenas
tenían una media hora de descanso, lo suficiente para que los caballos comieran
y bebieran. Debían continuar el camino hasta hacer noche en algún lugar
despejado del campo.
Las señoras estuvieron un buen rato en los servicios del
mesón así que apenas les quedó tiempo para beber o comer algo. Las mujeres
siempre igual, dando siempre más valor a las apariencias que a las apetencias
del cuerpo.
El cochero no se mezcló con los pasajeros, se quedó al lado
de sus caballos, a la fresca sombra de un árbol. Allí sacó de su bolsa un buen
trozo de chorizo y un basto pan de dura corteza, que cortaba a trozos con sus
sucios y oscuros dedos. Debía estar el pan más seco por el calor, que terminó
sacando una pequeña navaja.
Al sonido de la campana comenzaron a salir del mesón
montando cada grupo en sus carros. Vendedores ambulantes ultimaban sus
negocios. Vendían telas, especias y legumbres, vasijas y jarrones. También
algunos montaban tenderetes donde se mezclaban frutas y verduras con bizcochos
y galletas; pan, miel y vino y hasta abanicos y bisutería con productos de
coquetería femenina. Los hombres compraban tabaco y vino, pan y longaniza. Las
mujeres llevaban paquetitos de pasteles y fruta. Adquirían alguna baratija y
dudaban si llevar algún objeto de barro por temor a que se pudiera romper con
el traqueteo del viaje.
El camino se fue sombreando con grandes hileras de árboles,
y entre espacios aparecía radiante e intenso el sol. Corrieron las cortinas
dejando el interior con una agradable penumbra que invitaba al sueño.
La tarde fue cayendo y aunque los árboles se fueron haciendo
escasos, el sol bajo y amable del atardecer, refrescaba la cabina dejando
correr el aire tras sus pequeñas ventanas. El ocaso se aproximaba y el cochero
anunció la parada nocturna, segunda a destino. Aún quedaba la aldea lejos y
decidieron pernoctar en un claro protegido por algunos pequeños árboles. Bajó
el cochero y preparó algunos troncos para hacer la hoguera. Las señoras
pasearon un rato juntas estirando piernas por los alrededores mientras los
hombres preparaban el fuego. Ellas, con pudoroso disimulo, buscaron un apartado
para las necesidades del cuerpo.
La noche al fin había caído sobre el campo. Una bonita noche
estrellada, dejando ver sus diminutas presencias gracias a haber una luna
creciente, aún fina y delgada, que tenía bajo su punta dos pequeñas estrellas a
modo de pendiente. Las mujeres, soñadoras, se admiraban con tan hermosa e
idílica imagen y los hombres barruntaban para el día siguiente un día aún más
caluroso.
Después de compartir alimentos y bebidas, los hombres se
recostaron cerca de la hoguera tapándose apenas con una fina manta con la que
acompañaban su equipaje. El cochero durmió cerca de sus caballos y ellas
quedaron al resguardo del coche cubriéndose con sus mantillas y cerrando la
portezuela con el cerrojo interior, para evitar impetuosas lujurias que del
hombre todo se puede esperar, desde el más joven hasta el más viejo, las noches
así tan hermosas les remueven el cuerpo y les confunden el pensamiento.
La mañana surgió como el ímpetu de la juventud, bonita,
agradable, risueña, voluptuosa, y llena de bucólicos sonidos. Buscaron las
mujeres un lugar para el aseo, los hombres apenas se echaron un poco de agua a
la cara del barril que portaba el carro y buscaron un árbol donde soltar el
vientre. Quedaron ellas preparando café y tostadas que untaron algunas con
miel, otras con aceite y alguno la mojó en vino. Tomaron algo de fruta y
emprendieron la ruta. Aún quedaban dos horas para la tercera a destino.
La segunda noche alcanzaron una pequeña aldea. Los dueños
del único bar del pueblo les ofrecieron dos habitaciones, una para los señores
y otra para las señoras. El cochero quedó en la cuadra con los animales. Allí,
el descanso y el aseo pudieron realizarse con la comodidad y discreción
necesarias y a la mañana siguiente, las mujeres aparecieron hermosas y frescas,
y los hombres afeitados y bien peinados.
Así pasaron cuatro noches y cuatro días. Al principio
distantes, pero las largas horas compartidas dieron la ocasión para charlas amenas
y ánimos cordiales. Hubo algunas historias contadas, algunas bromas y algún
coqueteo sin ir a más, que se supiera o se diera a entender. Pero, entre
conversación y conversación, sustituyeron la distancia del descanso en animados
momentos durante el recorrido. Juegos y bailes, cantaban ellas y ellos tocaban
las palmas. Tomaron vino y todos estaban alegres, en el silencio de la noche
les pareció oír el roce de la tela de una falda entre las hojas secas del
maizal. Quiénes se movieron protegidos por la oscuridad no se sabe, sólo los
vio el ojo negro del cielo.
Gente bien diestra en disimulo, no se dejaron al descubierto
los amantes nocturnos, y a la mañana siguiente, última a destino, decidió el
cochero llegar sin hacer paradas, tan sólo para comer. Hubo dos corazones que
probablemente lo lamentaron y tal vez se conformaron con pequeños roces.
Esperaba llegar temprano a la ciudad a la hora más o menos concertada, si no
había ningún imprevisto. Hasta el momento no hubo percances, caballo y carro se
estaban portando bien. Los descansos para los animales fueron respetados, y la
calidad del coche quedaba demostrada, también fue mérito el recorrido por
caminos planos y amplios, cubiertos de gravilla fina. Apenas encontraron un par
de zonas malas, algo pedregosas y con algunos baches que se pasaron sin
dificultad. Démosles también su importancia a los caballos nobles y de buena
raza, y cómo no, al cochero, diestro conductor que logró llevar a buen fin, con
la máxima comodidad y seguridad a sus pasajeros.
Fin del viaje a destino, apenas había aclarado el día, la
ciudad se vislumbraba con las primeras casas que iban apareciendo. Una gran
plaza los recibía. Gente que iba y venía como locos sin un rumbo cierto, porque
aparecían y desaparecían por la plaza como actores en escena. Carros y caballos
se cruzaban con algún moderno vehículo a motor, y gente, mucha gente, como un
caos de bultos humanos, restaurantes y tiendas. Toda una explosión para los
sentidos, sentidos que venían abotargados. Sus miradas, acostumbradas a la
tranquilidad del campo, no lograban adaptarse a todo aquel barullo. Cuando
pararon los caballos a la voz del cochero, había en sus rostros un aire triste
y melancólico, un abandono del espíritu al recuerdo de una fugaz vivencia, de
exhuberancia campestre y goces mundanos.
viernes, 1 de junio de 2012
Positivismo realista, escuela de Eduard Punset
Empezaré por un punto concreto, por no retroceder demasiado
y perderme en los abismos de las ideas entrando, como suelo, en un bucle, un
atolladero de reflexiones donde acabo perdiéndome como en un laberinto donde no
vale seguir siempre en la misma dirección. Parto de una entrevista realizada
hoy a nuestro líder mediático Eduard Punset. Es conocido por todos gracias a
sus continuas apariciones en programas de televisión y radio. Él ha creado una
imagen y los medios la han reforzado con cierto valor científico, pero no deja
de ser una seudociencia con elementos atractivos para la población. ¿Quién no
desea ser feliz? Pero, ¿qué es eso de la felicidad sino un concepto inventado?
Manipulado estratégicamente por la publicidad para fomentar e incrementar
nuestro consumo. La publicidad dirige nuestros deseos, supuestos impulsores de
nuestras pequeñas o grandes felicidades, pero auténticos verdugos de ella
cuando no conseguimos realizarlos.
Esta sociedad consumista, ya no tan actual, engaña a
nuestros pobres espíritus con satisfacer deseos inoculados acumulando elementos
supuestamente necesarios que determinan nuestra felicidad.
La felicidad también es víctima de la moda y lo que hoy
podía hacernos felices, mañana no. La élite va marcando tendencia. Esta élite,
siempre satisfecha, nos habla de una mirada positiva, casi ingenua de la
felicidad. Tal vez, lo que esta gente quiera con esta bonita y deseada palabra
sea conseguir atontar a una población, banalizarla, convertirla en mentes poco
exigentes, esforzándose en sentir la paz interior a través de contextos
espirituales, deportivos, de ocio, de moda… llenando nuestras vidas. No importa
que lleves meses sin trabajar, que te hayas quedado en la calle, que no puedas
dar a tus hijos lo mínimo para vivir con dignidad (una estabilidad, una
formación adecuada, una alimentación correcta, un desarrollo pleno de su
personalidad) amparados por unos padres que le puedan dedicar su tiempo. Y ¿qué
decir de ese muestrario de placeres culinarios que famosos chefs nos muestran a
través de la hipnótica ventana de nuestro televisor? No son platos de todos los
bolsillos, pero son mostrados como objetos de deseo. La élite siempre marca la
diferencia entre ellos y nosotros.
Podemos seguir añadiendo: programas donde nos enseñan casas
habitadas por glamorosos personajes de estupendos jardines y piscinas; diseñadores
que lamentan tener su sector en crisis y sin embargo están sustentados por
grandes inversiones y presentados sus desfiles ¡hasta en los telediarios!
Querido Punset, esta mañana nos hablabas de que todos
nuestros problemas tienen fácil solución si somos optimistas y positivos, si
nos conformamos con pequeños placeres, si hemos tenido la inmensa suerte de ser
queridos y apoyados en nuestra vida. Es cierto que la autoestima, un ánimo
positivo, y una vida cómoda, ayudan, siempre ayudan. Una actitud positiva
siempre es recomendable mientras que otras fuerzas no se estampen, como una
tarta, en tu rostro.
Mañana me levantaré positiva, me pondré en marcha y me
esforzaré para conseguir un trabajo, mantener mi hipoteca y tener a mis hijos
colmados con todas las posibilidades y competencias a su alcance.
Cualquier esfuerzo en la formación requiere tiempo y dinero.
Es una idea peligrosa creer que tenemos lo que nos merecemos y que, con
esfuerzo, se consigue y se puede alcanzar un futuro mejor.
Claro que, como mis hijos son tan listos, porque han
heredado mi inteligencia, que si llegan a heredar la de la madre, a ver cómo
iban a poder estudiar, que se esfuercen, dice esta gente tan entendida. Tal vez
estos no hayan comprendido aún que esfuerzo y resultados no son parte de un
continuo, quizás para ellos, porque, si no valían, siempre contaban con otra
salida, otro colegio privado, profesores particulares, cursos en el extranjero…
¿Cómo repercute la recompensa de un esfuerzo en una persona que antes debe
atender mil necesidades? ¿Cómo puede competir un atleta minusválido con el
mejor corredor del mundo, incluso con uno normalito, incluso con uno flojo
convencido, pero con chófer particular? Estos Punsetes son peligrosos porque hacen
una sociedad conformista que acepta y mira al mundo con una ingenuidad que no
lo merece. Pero ellos saben que el pueblo unido compensa la economía de un
país, donde las grandes fortunas tienen sus paraísos fiscales. Saben que sólo
con sus sacrificios, el carro tira para adelante. La fe mueve montañas, pero
esta carga demasiado pesada, formada por todos estos sinvergüenzas y
aprovechados, nos hará derramar sangre y no esperemos que se compadezcan y nos
ayuden a tirar de él. Ellos no lo necesitan, a nosotros nos va la vida en ello.
Me pregunto si le sirvió de algo a los esclavos del Antiguo
Egipto construir aquellas maravillosas pirámides que sirvieron para anunciar
sus grandezas y esfuerzos o si fueron alivio para su postrero descanso.
Invito a pensar, la felicidad no se construye con cosas
pequeñas sino importantes y necesarias que nos ayuden a crecer libres. Armonía
y equilibrio entre la gente de todos los países. Equilibrio y equidad, huyendo
de falsos salvadores.
Llenemos nuestro cuerpo y espíritu y bajo la sombra de un
hermoso árbol, mejor con frutos, descansemos y disfrutemos de las maravillas
que nos rodean, además, veréis qué bien se hace la digestión o lo que se rodee.
También a mí me gusta disfrutar de las cosas simples y pequeñas que te ofrece
la ingravidez y liviandad de la felicidad. Pero no en vano dijo aquel que la
felicidad está llena de pequeñas cosas, un pequeño yate, una pequeña mansión,
una pequeña fortuna…
Bromas aparte, debemos saber que toda esa avalancha de
filosofías positivas, nos arrastran a la misma ignorancia a la que nos suele
tener acostumbrados el poder. Ilusiones para crear un ánimo hipnótico no
consciente e irresponsable. Hace falta un carácter de acción, una acción
orientada, no a un placer individual, que sólo abarque mi mundo particular,
sino que necesita de una catarsis total, un cambio de mentalidades. De una vez
por todas, demos utilidad a esa parte del cerebro que tanto se suele tener
dormida y no es el equívoco y malentendido potencial del que tanto hablan esos
gurús científicos, sino uno que siempre ha estado ahí y funciona con energía
ecológica: pensar. Pero con una mirada crítica, cuestionándolo todo, digiriendo
argumentos y discursos, muchos de los cuales nos los tragamos ya triturados.
Pensemos desde el amor, no sólo del propio, sino del ajeno,
del respeto, no sólo a nosotros, sino hacia los demás.
Fuera demagogia, cuidado discípulos punsetianos, la vida no
trata a todos por igual, por eso el hombre debe luchar por esa igualdad. Un
mundo mejor para todos, esta es la verdadera filosofía positiva.
La felicidad no es un concepto universal, ni tan
determinante para todos. Hay sociedades que ni siquiera se la plantean. Es un
recurso de las sociedades tecnológicamente desarrolladas contaminado, como sus
grandes ciudades, y utilizado como cebo para la población.
Es una ideología elitista, cuanto menos, de una parte de la
población que suele desconocer los mundos subterráneos, tal vez la hayan leído
o estudiado, pero siempre desde la protectora distancia del que tiene lo
fundamental cubierto, y a partir de ahí se permite disfrutar de la vida.
En este mundo desarrollado, nuestras satisfacciones son
éticamente mediocres, frente a las injusticias cometidas al resto de la
humanidad. Quién si no se recreaba antaño con el arte y la cultura, quién
llegó, si no por origen o mecenas, a un desarrollo de sus capacidades. El
hombre fue creando derechos para todos, ahora quieren, en esta sociedad
desarrollada, volver a andar para atrás. Que no nos engañen, la pérdida de
estos derechos y los soporíferos rumores de falsa filosofía seudocientífica de
distracciones superfluas y el desarrollado control de los medios, nos quieren
dirigir hacia una vuelta a la ignorancia.
El hombre es libre cuando piensa por sí mismo, y este pensar
sólo tiene un camino para la felicidad, la igualdad desde el respeto.
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