Conviene
tener un amigo corrupto, un crápula, un sinvergüenza que nos toca sufrir, para
que cuando estemos en apuros poder echarle la culpa: Perdóname mi amor, es que
Pepe insistió en invitar a una última copa, y ya sabes cómo es él…
viernes, 8 de noviembre de 2013
Oh, por
dios, la literatura se está degradando. Éxitos efímeros nos persiguen, o más
bien nos amenazan. En qué cafés se ocultan los auténticos escritores.
La
literatura ha tomado la dirección de la investigación científica, es decir, se
paga al investigador y se dirige los avances hacía intereses particulares. Premiando
la investigación que sigue tan lucrativos fines. Sabemos más de pastillas para
adelgazar o mejorar la libido que de promover investigaciones dirigidas a la
salud. De cremas cosméticas con sustancias que generalmente se aplicaba en la
medicina pero que los laboratorios trabajan para el mundo de la estética, que
por supuesto, aporta mayores beneficios.
Manipulaciones
transgénicas de alimentos que sólo responde a un mercado económico con la
loable apariencia de aumentar las producciones para evitar el hambre en el
mundo.
Los
verdaderos problemas acuciantes no se tienen en cuenta ni les importan. De
igual modo en el mundo literario andan más preocupado por intrigas históricas,
secretos de familia, de novelas con argumentos caóticos llenos de fantasías
cruentas de sangre y vísceras, creaciones de una generación educada con la
guerra de las galaxias y de Mazinger Z, y de otras más jóvenes inspiradas en
personajes mitológicos japoneses con fisonomía occidentalizada.
Parece
que escribir sobre historias simples y cotidianas de vidas corrientes no tiene
ningún interés y sí, cuando tratan
morbosos secretos y situaciones truculentas. Lo cotidiano está pasado de moda, ¡con
lo que da para contar!
Que las
huelgas joden, de eso se trata. Que a los afectados les fastidian, de eso se
trata. Que los medios hacen eco sólo del rechazo hacía los manifestantes, de eso se trata.
Pero, a ver si se enteran de una vez que si todos los trabajadores se paran, el
empresario, él capitalismo está perdido. Y qué serían de sus maravillosas
casas, de sus paradisiacos retiros, de sus perfectas vidas, de sus servicios
domésticos y de sus jardineros que tan verdes y floridos mantienen sus jardines,
de sus vergüenzas ocultas y sus negocios sucios… ¡qué les joden!, ¿verdad? pues
de eso se trata, ¡no estamos nosotros ya jodidos!
A veces
una escribe cosas que parecen premonitorias, que la dejan a una misma
sorprendida. Te surge la sospecha paranoica de que en tu ordenador o televisor hay
incorporada una cámara que te observa y te controla a modo de ciencia ficción.
Aún te sorprende que alguien en la tele repita la palabra que acabas de nombrar
aunque sea una simple coincidencia. Anda acostumbrado nuestro cerebro a tanta
cosa inverosímil que al final lo convierte todo en algo cotidiano.
Pero
hoy no vengo a decir nada sobre asuntos paranormales, ni de psicosis
persecutoria (por si acaso no demos idea), sino más bien para hacer una
comparativa de un hecho:
Dos expresidentes
presentando sus libros, al menos, es algo curioso, ¿no? Ambos critican a sus
sucesores, actuales representantes de sus partidos.
Como me
gusta imaginar, extraigo una conclusión, pienso que tal vez el interés
subyacente, no sea otro que salvar al partido como institución y como ideología.
Poderes que temerosos de perder sus hegemonías regulan la alternancia con
nuevos sucesores, futuros traseros preparados para calentar el sillón presidencial, a cambio
de un porvenir bien asegurado.
Evitar
por todos los medios posibles ser sustituidos y se instauren corrientes subversivas
e incontrolables. EL negocio garantizado por políticas convenidas, una cuerda
con sólo dos extremos en un tira y afloja, ahora ganas tú, ahora gano yo. Pero
la ganancia siempre debe ser repartida para los mismos. La pirámide del poder
no se debe derrumbar, ni permitirse que nos pongamos modernos con fisonomías de
mapas mentales. El poder se apiña para asegurar su base y mantener bien
encajadas las piezas en su sitio.
Dudo
que exista en sus egos un interés por volver a la política activa, les bastan y
les sobran sus ya consolidadas posiciones. Ni locos, a lo máximo esporádicas
apariciones y algunas que otras memorias para restablecer el estatus quo,
satisfacer sus vanidades y seguir los dictámenes de quienes obedecen. Alardean con prepotencia, que parecen iluminados,
con la solución para todo y de manera tan fácil. Lástima que cuando estuvieron
representándonos aún no hubieron recibido de expertos coaching y de elaborados marketing de imagen, las ahora adquiridas
habilidades y experiencias que tan bien nos hubieran venido y tan beneficiosas
hubiesen sido para todos dejando cuando tuvieron la oportunidad un país mejor. Ojo, que cuando éstos anden con poca fuerza
vendrán las remesas que ya se están cociendo con chefs extranjeros que tienen
más caché y experiencia.
Estos
honorables veteranos actúan obedientes y agradecidos, porque como dijo la canción
tienen que sentirse “bien pagá” por los seres invisibles y anónimos o
camuflados que a bien, los colocaron ahí.
La
nostalgia funciona, ya lo estamos viendo más exageradamente en los últimos
tiempos. Como ejemplo echemos un vistazo al mundo de la música y a la
proliferación de programas añejos que andan saturando las televisiones. Tomándose
muy en serio las políticas de reciclaje.
Tocan nuestros
sensibles corazones, estos personajes tan motivados y entregados por su amor al
partido y la política. ¿Que hay crítica?, eso ocurre hasta en las mejores
familias. No es creíble incluso es sospechosa una relación extremadamente
cordial. Estrategia que tan bien conoce y utiliza la publicidad. Todos conocemos
estadísticas aplicadas en los anuncios que se acercan al porcentaje total
porque resultan más fiables que un cien por cien. O dicen dos de cada tres,
porque una totalidad es increíble e improbable. Por eso estamos más dispuestos
a creer y soportar cierto nivel de discrepancia y hasta cierta técnica sándwich
porque de lo contrario resultaría dudoso un absoluto acuerdo.
Cuando
el mercado está en crisis se recurre a la nostalgia. Buen remedio es provocar
la emoción rememorando otros tiempos fieles al refrán. Eliminando los peores
aspectos del pasado el recuerdo se transforma para mejor quizá por desmemoria o
necesidad evolutiva o simple auto engaño. Poniendo nuestros corazones tiernecitos,
entregados de nuevo a nuestras pasiones recuperemos la credulidad y el amor por
la política.
Pues va
a ser que al final no son tan tontos y les cundieron las clases en el
extranjero, que tristes destinos si no tendrían, sí las papeletas en las urnas
aparecieran sin mácula, sin rosas ni gaviotas o genéricos con idénticas
contraindicaciones.
Añoro a
un desaparecido Lou Reed y a un joven Van Morrison pero también me encanta
escuchar otras músicas con otros ritmos diferentes e innovadoras melodías. Si
siento alguna nostalgia espero que sea siempre de la autenticidad, de lo
verdadero, de aquello que respeta nuestra inteligencia y que en realidad
siempre permanece en el presente. Sea música, sea política debemos pedir que
sea honesta y no golpeen nuestros tímpanos ni pisoteen nuestros derechos.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Erasmus, lo que el Wert-o se llevó
No sé
si por deformación profesional o porque tal vez últimamente, de entrada, no me
creo nada, que observo una estrategia política, de la que al parecer, ningún
medio de comunicación llega a percatarse. En las tertulias de opinión y
debates, las interpretaciones de los comentaristas nunca exponen una teoría clara y contundente, que yo como aficionada y por
simple reflexión veo tan simple e evidente.
Tal vez
vaya de listilla pero me gusta mirar hacia donde me dé la gana, no a donde
otros me dirigen, dejando siempre que parezca que eliges tú. Por ello siempre
intento buscar otras razones, diferentes
a las que estos expertos o guiones periodísticos me dan ya masticados. Lo
siento, me repugnan los purés encima
elaborados por bocas de cuestionada higiene. Tengo mis propios dientes y
disfruto utilizándolos, extrayendo el jugo de esas palabras y mensajes, que
lanzadas a modo de ondas concéntricas sólo ofrecen un paralelismo informativo.
No sé
si por ignorancia, si por intereses para quienes trabajan, si porque ya todos
vamos como burros con orejeras, que nos
obligan a mirar hacía una única dirección; que todos discuten sobre el punto
negro, el objetivo central del debate, olvidando los dardos lanzados alrededor
del centro.
La
política se ha convertido en un juego de bromas pesadas. Se lanza la bomba
fétida, y todos escandalizados, a manotazos, tratando de dispersar el mal olor.
Hablando improperios contra el gracioso,
que una vez hecha la gracia, hecho el tanteo. Sopesa la aceptación de sus receptores
para permitir su atrevida ocurrencia. Valorado el ánimo de los perjudicados,
calcula su margen de acción. Ya cuenta
con datos suficientes y la prueba de hasta dónde están dispuestos a aguantar su
carácter burlón. Por sorpresa y tan fácilmente ha realizado un estudio de
opinión, un simulacro experimental, preparándolos para la broma fuerte. Observa
que algunos se ríen otros, sin embargo se enfadan mucho, pero les pide perdón y
todos tan amigos. Aunque queda a la espera hasta tener la ocasión oportuna para
su golpe de gracia final. La mentirijilla que oculta el verdadero engaño, el trampantojo
argumental.
Porque tras
el primer intento, la reacción no va más allá del ruido de fondo. Ha calculado el
nivel de respuesta y su tibieza poco preocupante, de enfados e indignación. Vulnerables, ya están preparados para la
broma siguiente, la sorpresa, el cohete final que suele ser sordo y sin brillo,
tajante y decepcionante, después de la distracción o juegos de despiste, con el
colorido de los fuegos artificiales.
Como
seres humanos y sociales venimos preparados evolutiva y culturalmente para la
adaptación. Siempre buscamos adecuarnos desde la opción menos grave, menos peligrosa o
dolorosa. Lo perverso de la situación, es que esto se realiza de modo gradual
con la inevitable habituación y esperada desensibilización. A veces ajenos a
esta realidad aunque tengamos la sensación de un apretar de tuercas sólo somos conscientes
del daño percibido cuando la macabra lista ha subido ya a límites superiores de
aceptación del dolor. Nuestra capacidad de sufrimiento se refleja en nuestro
saber popular: “Que dios no nos mande todo lo que podemos soportar” se dice y
asimila por consiguiente se acepta de modo significativo. Si a todo esto le
añadimos una estrategia bien pensada y estudiada, estructurada por saberes
multidisciplinares y conducida por reconocidos expertos (posibilidades que
ofrece el Poder), la red está echada y los incautos peces caen en la trampa.
Cualquier
elemento aversivo, cualquier noticia por negativa que sea, funciona de medida
para saber hasta dónde podemos situar el umbral de aceptación. El siguiente
paso y aplicado el juego de control ofrecemos el terrón de azúcar para
prepararnos para la siguiente prueba que se nos exigirá. Comparada con la
anterior su percepción será menos dura siempre
y por lo tanto más aceptable.
Pero
esta estrategia aunque evidente resulta en apariencia engañosa confundiendo con
un estudiado juego de artificio y un
perfecto engranaje, que oculta el verdadero motivo y decisión política.
Y ahora
qué mejor que un ejemplo claro: toda esta movida de la beca Erasmus no tiene otra intención que prepararnos
para el hecho verdaderamente importante.
Con ello nos están diciendo, estamos dispuestos a eliminar estas ayudas en años
posteriores. Pero el ruido y la canalización premeditada nos convierten en
sordos funcionales.
Quién
tenga dinero que se la costee quién no, se siente, que se esfuerce al máximo
por si acaso y si no, siempre tiene que haber perdedores (no hay ganador sin
perdedor, ni señor sin vasallo, ni poder sin súbditos obedientes y sumisos).
Una vez
más un ultraje para la dignidad de las personas, pisoteándoles poco a poco y
despacito con cierto sadismo sus derechos incuestionables, por la igualdad de
oportunidades.
No
necesitan ciudadanos sino herramientas para su maquinaría. Y desgraciadamente,
todo se dirige maquiavélicamente hacia ese fin, con artimañas más difíciles de
detectar hoy en día, paradójicamente en los tiempos con mayores medios de información.
Tal vez sea por ello, que estamos más indefensos y vulnerables, al contar el
poder con todos los medios de control a su alcance.
Sueltan
la bomba y comienza los hilos a moverse, la representación va saliendo a la
perfección según el guion establecido. Si algo falla, si surge un imprevisto,
se dispara el botón de emergencia y saltan los dispositivos que restablecen el
orden establecido.
Sale el
político en cuestión y acaba tranquilizándonos
con una rectificación que ingenuamente celebramos, cuando lo que realmente nos
está diciendo, que su intención es eliminarla para los años siguientes.
No
importa la inmolación, va incluido en el sueldo, pequeño sacrificio implícito en
este juego. Carga él solito con su imprudencia, quedando limpia la imagen del
partido y su presidente.
Para el
año que viene la gente habrá asumido la indefensión ante lo inevitable y
estaremos una vez más dispuestos a tragarnos el sapo. En fin, ¿no es eso lo que
se espera de nosotros? Temerosos vamos cediendo hasta vernos con las manos vacías.
Pero son demasiado inteligentes siempre nos dejaran con algo que temamos
perder, pues no hay nada más peligroso que la desesperación de no tener nada,
ni más arriesgado que dejarnos sin ningún tronco al que aferrarnos.
Por
ahora creemos haberlo conseguido, ganar a la injusta decisión política, y así
andamos equivocados pues no es fruto de nuestro esfuerzo (de poco le vale al
que está en desventaja), ni mérito de nuestra pataleta sino de gracia que se nos
conceden antes de sacrificarnos.
Hemos
sido expuestos a un temido peligro y después protegidos, nuestras células ya
están vacunadas, listas y preparadas para recibir al virus que se nos viene
encima. Tal parece, que nuestra capacidad de sufrimiento es ilimitada y
mientras así pensemos así lo creeremos y en consecuencia actuaremos. No
perdamos amplitud de miras, aunque nos advirtieron siempre que todo
es susceptible de empeorar, maldita frase que continuamente nos recuerda: no te
quejes, otros peores. Aunque cierta no es buen lema para que nos detenga, ni
nos convenzan para no seguir luchando.
Quiero
creer que no hay estrategia perfecta, ni Napoleón que gane siempre, lástima que
siempre vendrán a amargar nuestras existencias otros peligrosos y paranoicos
salvadores.
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