lunes, 27 de abril de 2009

No pudo ser mujer Jesús


No pudo ser mujer Jesús que difícilmente iría sólo a un desierto, conociendo la maldad del hombre y los peligros que siempre fueron para la mujer andar sola por esos mundos de dios y más en aquellos tiempos que ni voz tenían sin la autorización de hombre, fuese padre, hermano o esposo. Otros lugares hubiera escogido ella para sus meditaciones, el calor del fogón, amamantando a su hijo, mezclando harina y aguas, semillas y aceites, mirando el hogar para ver si todo estaba ya bien hecho. Otros lugares, digo, hubiesen sido sus desiertos, otros sus milagros pues no andaría pescando ni de rebaños dirigiendo su comunicación con dios, sería callada y de respeto, ni un reproche solitario en el último momento, que ni atreverse pueden decir a su hombre por qué me has abandonado cuando en los dolores del parto sólo mujeres la rodean, cuando sus flujos sanguíneos repelen a todo varón, cuando la consideran impura, indigna de gozos y placeres, pues sus funciones son otras que fueron pensadas para satisfacción del hombre, ellos reyes y ellas súbditos.

Los mundos han cambiado, dicen y pasaron de esto a dejarnos ser reinas de nuestra casa, algunas esclavas, subidas y otras bajadas. Morir por los hombres, menudo sacrificio sólo propio de ellos que poco valor o nada tienen las pequeñas entregas femeninas, los pequeños sufrimientos de nuestros deberes, ¿qué es esto por toda la humanidad? Privilegio sólo para el hombre, las mujeres que lloran, que sufren, que luchan en sus pequeñas cárceles no salvemos nuestros hogares, que ellos se encargan de salvar al mundo, dirigirán nuestros avances a capricho, inculcando ambiguas leyes que también sacarán beneficios de ellos. Ojo, no nos engañemos, hombre o mujer, pene o vulva veamos que tienen en sus adentros, pulmones e hígado, cerebro, sangre y vísceras, y en todo caso algo más ellas, tienen que ver con un espacio para recoger toda la creación, medios somos y medios fuimos, dirijamos nuestros medios y no nos dejemos engañar que el poder creado por el hombre, que las carreteras y caminos por ellos construidos, a veces tendremos que desvariar pues no llevan a sus metas, si al final es para comer del plato que nos ponen, libertad sexual, libertad liberal, derechos para decidir… cuántos favorecen a la mujer como persona sin más. Mujeres pensad también a nosotras nos pudo hablar un dios y enviarnos a su imagen y semejanza a este mundo para salvarlo.

No demonizo al hombre que también es víctima de este invento, que aprendan con nosotras, ayudémosle a ello.

Te dice algo el tema anterior quien habló de belleza femenina no tenía vagina entre las piernas, quien creó la píldora y quien inventó la cirugía estética buscó su beneficio tapándolo con buenas intenciones y muchos complejos. Unas intenciones que se vuelven en nuestro benefició, ¿seguro? Decidamos nosotras, valoremos costes y beneficios, pensemos en nuestros intereses no egoístas sino de respeto a nosotras mismas y caminemos acertando a veces y equivocándonos otras, pero capitanas de nuestro velero.

Que Jesús fue mujer, sí que pudo ser, pero seguro que Dios no, que además de ser hombre, misógino, también que vaya cómo se cebó con la mujer, que donde el hombre goza, a la mujer le da dolor, menos mal que llegó la apidural, beneficio nunca gratuito, padecemos de desajuste por ellos intestinales, nuestro sistema circulatorio, nos juega unas pasadas, la alegría de los hijos que ofrecemos a esos padres orgullosos, dejan sus cunas reblandecidas y dilatadas cuando no resquebrajadas y eso no es todo, nuestros pechos, fuentes de vida no se abren como ríos fluyendo pendiente abajo, sino que arrastran pedruscos que arañan nuestra piel hasta sangrarlos. Todo y más aguantan nuestros cuerpos con la mirada condescendiente de ellos, es que son unas fuertes, y un huevo encima, esa responsabilidad nos echan, perfectas por dentro y por fuera de espíritu sensible y tierno, remanso de su descanso, encima cachondeo.

Por qué me pongo cremas, por qué me impregno ungüentos, por qué me reconstruyo los pechos, por qué arreglo mi vientre y caderas, por qué me cambio por dentro, me digo, lo hago por mí misma. Respuesta a esta última, no nos engañemos, guardamos el secreto para otras, no tratemos de negar la evidencia, qué hermosa veo a esa anciana, su blanco pelo, sus ojos aún con brillo, su sonrisa al viento…

Qué masajes subrepticios, qué acuerdo tácito hay que toda mujer, llegada a cierta edad corte ese elemento erótico que es su cabello.

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