lunes, 15 de abril de 2013

Amén




Señor tu que dijiste a tus apóstoles, mi paz os dejo, mi paz os doy, vaya mierda nos han traído,…Mira sus pecados y no la fe de tu iglesia. Con esta imagen bíblica algo modificada y desde una realidad laica, no tenemos que sentirnos culpables, ni tan siquiera responsables de ésta, sigo diciendo inventada, crisis. Inventada como siempre, como las guerras y los falsos terroristas pagados no sé sabe bien por quienes, que curiosamente matan siempre a gente inocente.
Juegos de distracción, que sirven para desmontar o montar sus chiringuitos de poder.
Me niego rotundamente a aceptar que hayamos vivido por encima de nuestras posibilidades, hablarán por ellos. Que los españoles hemos abusado y derrochado...  pero, ¿no se trata de una crisis mundial? Todo el mundo ha vivido por encima de sus posibilidades, ¿cuáles son nuestras posibilidades… según nuestra condición social? También los negritos de África, aunque suene políticamente incorrecto. Los trabajos inhumanos o mediocremente remunerados, los niños de las calles, las mujeres, niñas prostituidas por los que quizá abusen de sus posibilidades…., listado tan corto para tantas injusticias y desigualdades.
No será más bien que intentamos evolucionar hacia derechos que les están resultando incómodos. Está claro que quieren crear otro orden social, un orden a su medida, para poder continuar más fácilmente con sus propósitos. Partiendo de la sumisión y temor ciudadanos. Desde la fragilidad de la gente que desprovista de todo acepte, encima agradecida, sus dictámenes políticos, económicos y sociales. Migajas, que sean consideradas regalos.
El derecho de igualdad, debe ser incuestionable, y estamos hartos de ver como esto no es así, ni aquí, ni en ninguna parte del mundo. Un mundo que está lleno y superado por los desheredados, y sin embargo, dominado por el poder, la soberbia y la desfachatez de unos pocos, eso sí, bien respaldados. Ellos tienen el poder y la gloria por siempre señor…, espero no digamos amén.
  

Qué impotencia ante tanta prepotencia



Que impotencia ante tanta prepotencia. Frases como estas tienen altavoz cada mañana: pero donde se ha visto que la gente salga a la calle a gritar y protestar…, quieren la república y ya sabemos cómo acabaron aquellas… Vaya dos rosas con espinas nos regalan éstos que se permiten tener voz.  Ahora resulta que cómo nos permitimos protestar por los abusos que están ocurriendo. Y con respecto a la República, yo le preguntaría a ese prestigioso periodista si no recuerda también cómo acabaron las monarquías y sobre todo y fundamentalmente que no fracasaron las repúblicas sino que fuerzas fascistas por un lado, así como  intereses particulares de un sector históricamente dominante por otro, no querían perder privilegios. Ahí andamos años más tarde luchando, como siempre nos toca, ante tanta impunidad y descaro de estafadores con poder. Los que tienen nombre y los que se ocultan detrás de éstos. Siguen negándose a permitir al pueblo vivir con dignidad cómo si el hecho de que los ciudadanos disfruten de derechos y de una vida con calidad, les quite a ellos la oportunidad de seguir sacando  el máximo partido, ejerciendo su control con el miedo y el desprecio hacia las manifestaciones públicas de las voces ciudadanas. Quizá porque una sociedad más justa les haga peligrar el chollo y beneficio del que disfrutan, con la tranquilidad que les ofrece su posición social y política. Hablan ellos de actuaciones aisladas y los señalan como unos pocos  locos y agitadores, insisten en decir que la gente buena y que han perdido sus casas están obedientes en ellas, vaya contradicción. Con descaro se presentan negando evidencias que ya no saben cómo ocultar. Son capaces de dar argumentos peregrinos que no engañarían ni a un niño, tal vez pensaron, que tantos años de sumisión nos convirtieron en ingenuos. Pero aún creen tener y probablemente sea así, bastante fuerza y apoyo detrás. Todo un engranaje, de un séquito formado, amparado y enriquecido que les apoyará en esos argumentos intragables y ante los que la gente corriente no tiene más herramientas que protestar y hacerse oír. Porque no estamos ciegos ni sordos, porque a pesar de ofrecernos distracciones tenemos claro el horizonte. Parecen decirnos desde su púlpito, seguiremos robando y abusando porque queremos y podemos, y ojito con sublevaros porque seguimos dispuestos a no perder nuestros derechos por vuestros DERECHOS.
Ningunear el número de manifestantes, desprestigiarlos o calumniarlos es su estrategia, suerte que la gente está cambiando. Cada vez el desengaño es mayor y la frustración acumulada por la proliferación de tantos sinvergüenzas, tanta basura acumulada debajo de las alfombras de sus instituciones, es mayor. Y ya de última, encima, alardeando y jactándose ante nuestras caras. Todavía sé sorprenden por la desconfianza en la base política y administrativa del país y que esté desacreditada cuando ellos solitos lo han conseguido.
Estoy acostumbrada a escuchar en los debates, que si se vislumbra opiniones razonables y más justas por la defensa de que el pueblo proteste o se critiquen las instituciones sociales, económicas y políticas como por ejemplo la intocable, hasta ahora, institución de la monarquía, acaben reculando, tal vez por temor a perder el puesto o el estatus que les dará poder codearse después con ellos y cierran siempre el discurso defendiendo la imagen del rey, ese señor que al parecer ha hecho tanto por España y su democracia, ese señor del que conocemos aquello que nos han querido enseñar. Algo ha fallado en esta pintura que está dejando ver un cuadro muy diferente aunque difícil de mostrar por todo lo que su limpieza arrastraría llevándose por delante toda una mentira constituida “democráticamente”. Unos por temor a males mayores, otros por conveniencia, otros por cobardía  y otros para tapar bocas. A la vista de los últimos acontecimientos que rodea a él y a su prole, dónde están los historiadores, ¡qué cuenten la verdad!, que hablen los intelectuales de bien que aún no hayan sido comprados o estén ya muertos. La historia debe ser escuchada y no ocultada con pretextos de que la verdad reaviva odios, esa es una gran mentira que sólo protege a los verdugos, muchos aunque muertos tienen brazos largos.
Me gustaría terminar con una frase intensa y bella por la verdad que contiene, El siglo XX será recordado no sólo por las atrocidades de los malos, sino también por el silencio de los inocentes. Espero y deseo que el siglo XXI sea recordado porque si ocurren atrocidades no permanezcamos callados, más que le pesen y quieran amordazarnos.

sábado, 13 de abril de 2013

Un paseo por el parque temático.



Es lo bueno de estar en el paro que tienes tiempo para pensar. Nos hemos acostumbrado demasiado a engullir información con la ingenua idea que lo que salía en prensa o televisión era verídico, ver para creer. Después vino internet que aparentaba un resquicio de libertad y  ecuanimidad, sin embargo comprobábamos que era información falsa o manipulada a veces. En ocasiones podía llegar a ser incluso peligroso, por saturación. Hay que dudar de muchas fuentes, de anzuelos echados al mar de la ignorancia, como imagen independiente, sin embargo controlada por organismos de poder. Aún debemos ser más críticos y selectivos en ese universo del todo vale y cualquiera puede opinar. No se trata de evitarlos sino de ser muchísimo más escrupulosos con qué o quién hay detrás de la noticia. En ocasiones detectas intereses ocultos o tergiversados.
El hombre racional ha sido educado incidiendo en el sentido de la visión antes que en el del sentido crítico o el del olfato.  Si algo se ve, es que es. Cosas gravísimas ocurrieron en el siglo pasado, que costaron creer y que incluso hoy en día algunos dudan o ponen en cuestión, hasta que las cámaras no filmaron o fotografiaron sus dramáticas consecuencias. Fueron ninguneadas, obviadas y cuestionadas, dadas por situaciones excepcionales. Las pruebas evidentes dieron fe de la dantesca realidad. Pero suele ocurrir que intereses particulares prevalecen sobre el interés común de conocer la verdad, entonces expertos en la comunicación apoyados por otros profesionales prefieren vender su honestidad y dignidad a un poder interesado. Valiéndose de sus conocimientos para crear y fomentar la duda sobre lo que vemos poniendo en curso artimañas tecnológicas, discursos distorsionados e imaginación perversa. La duda es un arma de doble filo y una herramienta eficaz tanto para ser cautelosos en nuestras convicciones como para hacernos más vulnerables y susceptibles a la manipulación informativa. Lo que en principio es un método de rigor nos deja al final expuestos a aceptar cualquier conjetura, siempre y cuando sean expuestas de manera convincente. Y el poder tiene a su alcance todos los medios convincentes. Un ejemplo quizá trivial hasta cierto punto y donde se puede comprobar esta controversia que en última instancia  no deja nada claro, es la polémica si el hombre pisó o no la luna.
Poco ha evolucionado el hombre desde sus primitivos comienzos. Aquellos humanos creían en dioses de la naturaleza, entregaban su vida y esfuerzo por conseguir sus favores y protección. Tal vez hoy en día con el recorrido tecnológico y científico (qué fue antes el huevo o la gallina) que hemos realizado, y  considerando nuestra vulnerabilidad y desconocimiento tan enorme nos agarramos a dioses todavía impalpables. Abandonados nuestro dios sol o luna, viento o fuego, aún nuestros cerebros están dispuesto a aceptar teorías posibles basadas en una cierta intuición, de otros seres superiores que nos controlan y dirigen, o que nos otorgan “el libre albedrio”. Poder incluso imaginar un mundo virtual como el de Matrix.
Acaso no adoramos a dioses sin nombre ni rostro, o quizás con nombres, con muchos nombres. Les tememos, les ofrecemos sacrificios, son omnipotentes y se manifiestan con profecías y sus consiguientes profetas. Dictan dogmas de fe. Les rodean un misticismo que oculta su imagen, su corporalidad e identidad, sólo manifiesta a través de sus gurús, brujos o magos de un universo financiero, poderoso e inescrutable. Estos dioses tienen también su vocabulario subrepticio, bolsa, prima, quita, corralito, preferente, palabras conocidas con significados distintos y otras ajenas como Ibex, Hedge-found, sin que les preocupen hacerse entender. Sólo la fe y la confianza en su poder benévolo y  de su conocimiento supremo, incognoscible para la gente corriente. Debemos tener fe en ellos y de ellos dependemos. Dioses de los que desconocemos su verdadera esencia pero de los que percibimos su fuerza y su poder. Que llegan a nosotros a través de una estructura jerarquizada, de la que sólo conocemos sus cabezas visibles y que vemos a veces caer, sacrificados por el dios supremo, quemados en la hoguera pública  y mediática como ejemplo de herejes castigados. Personajes que después de los fuegos artificiales, nadie llega a saber más de ellos, hasta que algunos vuelven a salir a la luz mostrando su redención con un libro bajo el brazo. Libro que después de un pequeño paseo por los medios de divulgación que se prestan al juego, no ofrece mayor interés, que el que se reporta a su cuenta bancaria y a esos medios de comunicación con una gran audiencia bobalicona e ingenua cuánto menos y siempre fiel a sus verdugos.
Tras un adoctrinamiento soterrado, que subyuga y domina cualquier ideología, la opinión pública y ordinaria nada puede modificar ante todo un engranaje de poder que controla y maneja lo que quiere a su antojo.
Podríamos hablar, aunque nos tachen de exagerados, que el mundo entero está en guerra. Una batalla donde el ejército viste de Armani y las bombas y armas de destrucción masiva son números que suben y bajan arbitrariamente sin base objetiva y racional y si por dictámenes intencionados que manipulan estos nuevos dioses de la economía.
Cada mañana desayunamos un engrudo de proteínas e hidratos de carbono mezclados con sustancias tóxicas desconocidas y especialmente camufladas con colorantes vistosos y sabores agradables que después se nos indigestan o nos envenenan lentamente. Es la cruda realidad, la maldición de los dioses que nos envían sus plagas-crisis. El castigo divino por esta Sodoma y Gomorra del despilfarro, ellos que tan austeramente han vivido en sus tronos conseguidos por obra y gracia del espíritu santo, don esfuerzo.
Qué es lo que quieren de nosotros, es una pregunta retórica claro, porque todos sabemos que lo que más desean es mantener el control sobre todas las cosas. Que nunca estés seguro de nada, que los necesites para vivir, para respirar. Debes estar siempre agradecido de su benevolencia y acepta abnegadamente todo lo que te envíen y decidan porque es por tu bien, por la humanidad. Con tu esfuerzo, con tu entrega, con tu sacrificio, con tu dignidad, con tu vida si es necesario, el mundo será mejor y conseguiremos el paraíso aunque no el de ellos, que es el fiscal.
Esta guerra, como todas las guerras tiene sus muertos. Éstos a veces no tienen sangre, deambulan entre nosotros aparentemente sanos, pero van heridos de muerte. Nadie habla de estos muertos unos porque se sienten ofendidos, otros porque lo niegan, otros porque prefieren mirar para otro lado porque resultan incómodos, pero todos no son sólo números, no son trozos de carne. Son personas con nombres, con rostros, con sentimientos, con toda una vida detrás y probablemente sin vida hacia adelante. Pero que importa, ellos, los magnánimos, desde arriba van repartiendo su bondad y han entregado sus vidas por nosotros, qué menos podemos hacer nosotros por ellos, ¡oh! sus insignificante fieles, que obedecerles, adorarles, respetarles, aceptando con humildad sus voluntades. Porque ellos nos aman, somos sus hijos hechos a su imagen y semejanza. Como buen hijo entreguémonos en cuerpo y alma al sacrificio por amor a nuestros dioses y con la esperanza de  la vida eterna.
Los dioses nos quitan el vergel y de nuevo nos hallamos en el desierto. Bienaventurados nosotros que sufrimos porque nuestros dioses nos recompensarán. Hoy aceptemos su maná dosificado, mínimo, austero. Nuestra soberbia nos destruyó, cualquier cosa ahora añadida desde la nada es un regalo divino. Así que hemos perdido más que el paraíso, hemos perdido la esperanza de que un ser humano anónimo tenga derechos que sólo pertenecen a los dioses. No aprendimos con el Génesis, los dioses nos han tenido otra vez que poner en nuestro lugar, ese que nos hace merecedores, esclavos, súbditos de su poder, aceptando agradecidos su voluntad suprema, un día después de la muerte, seremos recompensados.  


La señora con chaqueta amarilla y su peinado de peluquería. El señor con corbata y traje de diseño, dictaminan desde su palestra. El experto economista que se atreve a hacer bromitas con los altibajos y las avalanchas de noticias de consecuencias dramáticas para los de siempre, desde el altavoz que le ofrecen los medios. La lista de analistas que opina desde la cómoda distancia que le permite su estatus y sus compromisos remunerados desde su foco de opinión, se atreven a imponer medidas de restricciones a los más débiles los que no tienen ya nada a que agarrarse, los que observan impotentes que aquellos que les piden que se aprieten el cinturón lo llevan bien holgado.
Realmente hay que tener una fortaleza física y mental y una capacidad para distanciarse de toda esta esquizofrenia político-económica para no acabar totalmente loco, enfermo o muerto.
Somos espectadores atónitos que cada mañana nos despertamos con decisiones que sólo intentan salvar de la quema a los capitalistas. Ellos que tienen sus espaldas bien protegidas nos exigen más sacrificios, mientras se llevan sus beneficios a buen recaudo. Aquellos que son premiados por sus delincuentes actuaciones, gracias a algún amigo que les ofrece la “desinteresada” ayuda de poder pasar página con los privilegios que jamás podríamos ni siquiera imaginar la gente corriente.
Mujeres y hombres que imponen sus normas económicas a quienes no tienen como ellos asistentes, cocineros o profesionales que cuidan y atienden sus casas y sus hijos, personas que al menos les estarán agradecidas por mantenerles el trabajo y aunque menguado el sueldo.
Cuando al fin hayan conseguido quitarnos la calidad de vida que tanto nos costó conseguir, nos encontrarán tan vulnerables que podrán aplicar sus sesudas decisiones sin peligro alguno, pero no deben olvidar dejarnos alguna migaja, porque cuando uno no tiene nada que perder ya nada le importa.
Están preocupados por el despertar del pueblo y se apresuran a crear e inventar leyes inverosímiles, impracticables en un Estado de derecho. Son capaces de darles la vuelta y anteponer derechos nimios frente a otros primordiales y fundamentales. Todo esto lo hacen con descaro pero no sin cierto miedo porque la gente cuando se enfada son incontrolables y ellos saben que el control absoluto es su fuerza pero si se tambalea hemos dado en su punto débil.
Dicen los listos, que las personas se suicidan porque deben tener otros problemas añadidos y no porque le desahucien. ¿Les parecen poco problema cuando el peso de las pérdidas de tu vida es tan grande que no te dejan ni respirar? Cuando te quitan la ilusión a fuerza de negarte la posibilidad de disfrutar como ser humano de las cosas sencillas y los placeres de la vida porque ni tan siquiera puedes permitirte un capricho de comer jamón  que tanto promocionan por el mundo, que tan suculento presentan en la alta cocina acompañada de vinos selectos, todo aderezado en hermosa porcelana y encima se nos ofrecen (sin comerlo ni beberlo) desde el sofá de nuestras casas  hipotecadas o de las que en breves tendremos que abandonar… Aquellos programas que promocionan hoteles maravillosos. Spas  con bañeras llenas de chocolate que cuantos niños se hundirían en ellas para poder permitirse comer ese capricho.  Nadie se quita la vida por una única cuestión sino por toda la mierda que tiene que soportar en este mundo tan injusto.
 Suerte que aún queda gente solidaria y con ganas de luchar aunque le pesen. Ciudadanos anónimos que debemos proteger cuando el poder utilice sus herramientas de prepotencia e impunidad, lejos de los límites legales y de justicia por los derechos más elementales que la humanidad les exigen. Como lo son el alimento y el cobijo que cualquier ser humano necesita mínimamente para ser persona, para existir. Permitírsele la oportunidad de poder ser feliz en una sociedad que vela por sus derechos y se preocupa por el cuidado que se merecen especialmente los más débiles. Sin olvidar el valor inalienable de vivir con dignidad en cualquier mundo de este mundo y que tan descaradamente vulneran incluso en sociedades que se llaman democráticas.