Volteó la luna su figura sensual, que poco a poco otorga lucimiento a las estrellas.
Con el
ánimo de un tiempo usado, el “good morning” comenzó.
Extraña
entre elementos apenas reconocidos, espejo de lo que sin querer repites lo que detestas.
Sentir
con palabras lo que no sabes ni siquiera
qué sientes, un caos de pensamientos confusos o confundidos. Emociones
tratadas de expresar en un lenguaje aprendido con palabras, formando frases bellas por ser exactas y que
desaparecen a golpe de magia con la conciencia restablecida. Ese desasosiego
que crea lo no identificable, un mundo que se te antoja cada vez más
desconocido e incongruente perdidos por la antesala del despertar.
Falto
de razón y de razones para continuar insistiendo en la dirección de levantar
cabeza. Viendo de nuevo una vez más que nada se corrige, nada avanza por el
camino correcto, sólo intentos vanos que quedan en pompas de jabón que explotan,
cuando maravillada las observa rompiendo en un instante la ilusión que brilla en
tus ojos sus curvas transparentes.
Una
quiere ser fiel a las palabras, pero al final la obliga el “pastron” osmosis de
pastor-patrón que impone su férrea impronta de conducir al redil la oveja
descarrilada. Como a cuerpo desnudo la viste y la estropea, afea sus contornos.
Oculta su verdadera belleza, la sinceridad que navega por tu mente del sentir
de un cuerpo, un fluir puro y cristalino que emerge de la roca aún sin
contaminar, empeñándonos en adornar lo que no necesita de artilugio sólo un
cauce por donde descender, dejarse llevar por la fuerza primigenia que marcaron
los primeros surcos. Nacer y vivir siempre puros por caminos inventados y
paisajes nuevos.
Se
colocó la lente de la conciencia, incorporándose escuchando sin oír al
testarudo despertador, siempre fiel en su empeño, obrero de la cotidianidad.
Residuos de frases perfectas vagaban aún por su cabeza, hilando sujetos y
predicados. Regresando a la realidad subyugada por la belleza de aquellas
palabras tan bien combinadas, expresando, sin habérselo propuesto el reflejo de
un lenguaje interno generado desde sus vísceras y sangre. Química que recorre
los conductos que cerradas sus compuertas apenas las abre a la luz del día con
la impotencia de no poder retener tan sólo una frase y un sujeto aislado de
aquella, vacío de predicado. Paró en el peaje quedando atrás otras tan
hermosas, tan lúcidas que ante el foco de la cordura parecían esquizofrénicas,
tratando inútilmente de recordarlas.
Una
adoctrinada y prostituida realidad se afana en restablecer al alma
durmiente a su rutina, emborronando esa
verdad surgida del pozo de su ser.
Tal vez
ese cuadro que asparse colores de impresiones libres obedece a esclavas
palabras que tratan de expresar lo qué ni una ve claro. Es mucho pedir que la
semilla crezca sin agua, tan sólo a escupitajos.
Por qué
la luz del despertar anula las sinuosas sombras que delimitan otra realidad
quizá más auténtica que habla con otro código. Qué ocurre con nosotros los
hombres, qué pasa con tantas pistas que nunca descubren la verdad. Aclarar las
intenciones del asesino que cada mañana ejecuta su crimen.
Por qué estos sueños o ensueños navegan por
lenguajes que se nos antojan confusos y extraños. Cuánto dirían si lo
entendiéramos, cuánto nos contarían que nos harían más sabios y mejores. Sin
embargo, una vez más, un mundo onírico que parece jugar con nosotros al
despiste. Qué dios gracioso se empeña en no querer crecer, ese Peter Pan que juega
con sus reglas que no comparte. Ese ritual de adivinanzas complicadas y
absurdas, difíciles de resolver. Buscando solo su satisfacción en ese onanismo
perpetuo. Comparte tío, comparte y disfrutemos todos con este juego, no nos lie
distrayéndonos, confundiéndonos, engañándonos. ¡Joder, crece ya!
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