La película acabó tan desconcertante como transcurrió. Se había quedado en casa sólo, decidió no ir a buscarla, ni siquiera la llamó, estaba teniendo últimamente un comportamiento extraño, rayaba la grosería, no quedar con ella desde el jueves, hoy ya era martes y ni él ni ella se habían encontrado. También es verdad que tenían una relación muy relajada, se permitían sus espacios de libertad, dónde cada uno podía encontrar la independencia necesaría y suficiente para no sentirse atados.
Sin embargo siempre solían avisarse, comunicar al otro que haría tal o cúal cosa, -así que no me esperes por unos días, he quedado con mis amigas para ir de senderismo. Le encantaba la naturaleza y sabía que yo la odiaba, nunca me gustó dormir en tiendas de campaña, a la orilla de un pequeño rio, embutido en un estrecho, incómodo y frio saco de dormir y donde además difícilmente acabaríamos enrollándonos.-Por qué estaría actuando de ese modo, qué pretendía con ésto, qué esperaba, su cansancio, su decepción, su abandono. Lo curioso era que ella tampoco reaccionara, tal vez le estaba otorgando un margen de confianza, una oportunidad de corregir ese incumplimiento de su compromiso tácito.
En realidad no se encontraba bien, tenía una sensación extraña, una inquitud interna, cómo si de pronto se encontrara en un laberinto del que no sabía salir, aún conociendo que la fórmula es continuando siempre , siguiendo la misma dirección. Pero era ésto precisamente lo que le fastidiaba, incluso hasta el agobio, sentirse forzado a continuar para tener que salir de allí. Tan claustrofóbico como quedarse ahí clavado, a la espera de qué, que un helicóptero le rescatara, qué todo fuera un sueño, una pesadilla de la que acabara despertándo. Y cómo resolver la cuestión, y cómo ignorar todo el recorrido ya realizado y las sorpresas por descubrir. Tal vez fuera la certeza precisamente de este último pensamiento, qué sorpresas por descubrir. A veces se sorprendía observándola, mirándo su rostro y sus facciones y de pronto se veía como mirando a una desconocida, despertaba de tal confusión con una frase típica de ella, pero estás abducido cariño. Acaso ella lo sentía cómo un síntoma de enamoramiento, pero al menos en este caso, estaba totalmente equivocada.
Decidíó salir a la calle y dar una vuelta,despejarse un rato, recibir un poco de aire y escapar del espeso y cargado que fluía en su casa y en su mente. Se encontró con Paco. Qué haces por estos lugares y sólo. No sabías que vivo por aquí cerca. Pués no, y Adela. Cortamos hace ya casi un año. Lo siento no me había enterado. No te preocupes, fue lo mejor que nos podía pasar, ahora estoy con otra chica, y sin saber muy bien porque añadió, nos va muy bien. Bueno me la presentarás algún día, espero no encontrarte y volver a meter la pata. Típico este sentido del humor en Paco, ahora recordaba porque dejó de quedar con él. Claro, claro, lo haré. Bien voy a seguir, que he estado trabajando en un diseño y quería despejar un poco la cabeza, le mintió. Yo he quedado con unos amigos en un bar algo más adelante. Estupendo, ya nos veremos. Si, si. Hasta pronto, ya te llamaré un día de ésto, volvió a mentir, no sabía muy bien por qué hacia estas cosas, pero es algo que todos hacemos por puro convencionalismo.
Al pasar por El Encuentro, la vió, estaba con gente, un chico se hallaba sentado a su lado y hablaban animadamente. Ella sonreía de aquella dulce manera, aquella forma tan especial y cautivadora, pero no estaba celoso, era por naturaleza extrovertida y amable con las amistades. Probablemente sería algún conocido o compañero de trabajo. No obstante le hizo sentirse incómodo el ver que hallándose tan cerca de su casa no hubíera tenido el detalle de llamarlo o quizá haber pasado a recogerlo. En fin, siguió el camino, ni siquiera se detuvo, la amplia cristalera del establecimiento dejaba ver, desde su perspectiva, la escena, sin necesidad de tenerse que detener y poder ser sorprendido espiándola desde fuera. Llegó a la altura de la calle Miralles, donde trabajaba y justo en la esquina con la avenida Colón, se encontraba una agencia de viajes. Paró ante el escaparate, estudiando los paneles de ofertas. Se detuvo en una que le pareció más atractiva, Viaje a Cancún, diez románticos días en unos de los paisajes más exhuberantes del Caribe. Viva unos días de ensueño en un marco incomparable. Le hizo sonreir, la publicidad típica de estos anuncios, tan faltos de originalidad. Además para qué tenerla, el que elige hizo la elección mucho antes, ya tendría sus motivos, no es algo que uno se deje convencer tan fácilmente. Sólo una cuestión es sumamente importante, la económica, y ésta prometía con una oferta apetitosa, que incluía en el lote el desayuno, almuerzo y cena, y además recorridos turísticos por los principales atractivos de la zona. Sería estupendo poder perderse, se fue repitiendo fijo en su mente este deseo, poderse perder, mientras entraba de lleno en la confluida avenida, que ahora no le dejaba ni oir su pensamiento. Entre tanto claxon y ruidos indefinidos, un sonido único hecho de una mezcla de motores rodados y estáticos, aires acondicionados, extractores de cocinas, arrastres de sillas, toldos enrollados una vez ocultado el sol. Voces y griterios, murmullos y susurros, cuánto tan poco hizo tanto, y el sonido inmenso de todos los silencios.
Pasó al lado de una parada, donde el motor a relentí de un autobús, esperaba que subieran y bajaran los pasajeros. Forzado en el arranque progresivo, con el que hábilmente se incorporaba al denso tráfico. Mientras, él se perdía entre la gente como se perdió incluso el recuerdo de aquel reciente deseo.
Continuará
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