Fregaba los platos mientras el agua de la cafetera subía al calentarse, cayendo sobre el filtro con el café, haciendo ese ruido característico y burbujeante que va acompañado del aroma a cafeína esparciéndose por toda la casa. Los restos de la noche anterior fosilizados en la vajilla que tuvo que eliminar frotando enérgicamente con bastante detergente y agua caliente.
Ella aún dormía. Preparó el desayuno, dos tostadas que colocó sobre la bandeja junto a dos pequeñas tazas de porcelana y la jarra del café. Cogió la botella de leche del frigorífico, que no calentó. Café muy caliente y leche fría, así les gustaba, casi tibio cómo había dejado su cuerpo entre las sábanas. Añadió la tarrina de mantequilla, las cucharas, el cuchillo, la mermelada, quizá demasiado peso para aquel rectángulo de plástico de apenas sesenta por cuarenta que compró en la tienda de debajo de su casa. Hizo repaso por si olvidaba algo, ah las servilletas, pensó, recordando y cogiendo también de la pequeña estantería de las especias el bote de sacarina, que compró especialmente para ella, limpiando la tapa cuidadosamente para eliminar la fina capa de polvo pegajoso que se había acumulado desde su última visita.
Tal vez fue la agitación de su pituitaria con las partículas de cafeína evaporadas o el espacio ausente de su cuerpo, que cuando entró en el dormitorio, la encontró sentada en la cama con las piernas flexionadas contra el pecho, indicándole sin palabras, apenas unos pequeños golpecitos de su palma sobre la sábana, que fuera hacia allí. Estaba preciosa, una silueta ingenuamente perversa. Desayuno y me voy, le dijo y no sabría responder ante un juez y jurando sobre la biblia si sintió tristeza o alivio. Extraño tantos esfuerzos para tan poco amor y tanto deseo. Qué espacios quedan vacios tras el torrente de pasión que arrastraron palabras como piedras que golpearon unas contra otras limando asperezas, suavizando sus contornos. Pero esa corriente lleva poco agua apenas hilillos , pequeños meandros que van secándose con el sol, dejando ver el fondo.
Cuando cerró la puerta apoyando su espalda con las últimas emociones de un fugaz beso pero apasionado, reflexionó, dónde están las instrucciones de uso para el amor, y buscó la siempre escondida respuesta, ver fecha de caducidad en la tapa, obstinándonos en encontrarla por otros lugares siempre.
Recorría el trayecto de boca en boca, pasando por los conductos auditivos y volviendo de nuevo a otra boca, ahora distinta. Configurando el círculo vicioso, boca-oído-boca, origen y fin en sí mismo. Más bien se trataba de un triángulo isósceles, donde el espacio que iba desde el punto A-oído, boca que provenía de otro punto C-, transmitía el mensaje a otro punto B. Así sucesivamente la figura que este espacio entre tres puntos no equidistantes, marcaba la distancia y el tiempo en que la información pasaba de un punto a otro.
Y después de este recorrido geométrico, trazado con otro también absurdo recorrido, el que el narrador ha ido describiendo para terminar conociendo la materia que se cocinó en esta olla de corre ve y dile, al fin sabríamos. He oído que Irene y Carlos han roto. No me digas, llenándose de asombro una enorme boca. Tras la sorpresa comenzaban las conjeturas. Vaya, con lo bien que se llevaban. Y cómo ha sido, era la pregunta inmediata. Quién cortó con quién, continuaría. Ante ese atropello de preguntas y respuestas, sepamos, al fin, que fue ella la que tomó fuerza y valentía suficientes para ser sincera con ella primero y con él después. Todo esto ya lo intuíamos nosotros, conocíamos la fisura que ya existía en esta relación, que al parecer nadie notó. Tan frágiles y sin embargo, a veces tan eficaces herramientas tienen el disimulo humano.
Aquí sabemos que la cobardía de uno arrastró la valentía de la otra, que no vino por su propio pie sino empujada por aquella, cargada de tanta energía, que incluso en espera, desactivada, es capaz de hacer del otro un héroe.
Nada más lejos de la realidad, lo que iban diciendo por ahí, si en honor a la verdad esa gran mentira que vivían los engañaban también a ellos. Sólo en sus soledades , ante la fija mirada en el espejo, no les quedaba más que reconocer que la historia estaba acabada.
Lo llamó un amigo y aceptó la situación de víctima, hasta de cierta humillación, cuando aquel le decía que la había visto ya con otro chico. Qué putas son las tías. Le molestó el tono y lo que dijo, pero se limitó a comentar no sin cierto desamparo, el tiempo lo cura todo. Lo que te conviene es venirte un día con nosotros de juerga. Aunque sería lo último que haría, irse con estos capullos, volvió a hacerlo. Si ya quedamos un día, el día de nunca jamás, pensó. Y con disimulo fue cerrando la conversación con un, bueno tío, te dejo que tengo cosas que hacer. Nos vemos.
La compasión es un sentimiento que duele recibir, porque conlleva estar en el lugar del perdedor. Estuvo calculando la posibilidad de haber sido capaz de tomar la delantera y ser ahora el ser sin escrúpulos que había dejado plantada a la maravillosa Irene. Saboreó ese triunfo, pero había perdido demasiado tiempo jugando esta partida que ya estaba perdida.
Continuará…
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