Estoy
muerto. Soy un padre de familia, de clase media y a punto de cumplir los
cincuenta. Pero estoy muerto, si por extraño que parezca, no es una metáfora,
ni siquiera una sensación de ánimo. Literalmente estoy muerto. Morí hace ya
muchos años, en mi adolescencia, mientras paseaba sobre las piedras que la
marea baja deja sobre el bonito mar de mi ciudad. Era verano y todos sabemos,
bueno los que estamos acostumbrados al mar, que las piedras tienen una alfombra
verde de líquenes muy resbaladiza.
Avanzábamos
mis amigos y yo, saltando de piedra en piedra, cuando coloqué mal el pie, en el
lugar menos indicado y resbalé dándome un fuerte golpe en la cabeza. Un enorme
chichón se me formó en la zona occipital. Ahí quedé herido de muerte, pero más
preocupado por el ridículo que por el fuerte dolor, me levanté aguantando las
lágrimas y volvimos por la orilla mansa de la playa. En ese paréntesis
desaparecí, pero seguí viviendo en un mundo paralelo, donde todo se mantenía
igual, donde mis padres eran mis padres, mis hermanos seguían siendo mis
hermanos y aún mantenía también mis amigos, mis costumbres, mi vida.
Yo
estaba muerto pero una vida paralela tomaba el relevo.
Por
qué, si todo seguía igual, cómo sabía yo que en realidad estaba muerto. No lo
puedo explicar, eso es cierto. Sólo sé que lo sé, y que no puedo entrar en
aquel mundo que abandoné y dejé a todos con mi ausencia. Yo, sin embargo, aún
los tengo y es muy duro saber, que estando aquí como estoy, habiendo crecido y
realizado una vida plena y satisfactoria, que allí estén añorando mi recuerdo.
Quizá
lo veáis como una putada, y así yo también lo siento, porque ellos no se dan
cuenta que siguen conmigo. Que han vivido conmigo mi trayectoria, mis triunfos
personales y profesionales, también mis fracasos, mis alegrías y mis tristezas.
Mis hijos disfrutan de sus abuelos, pero yo se que aquellos otros avatares ni
siquiera conocen su existencia.
A
veces me pregunto qué yo es el real, qué yo es el auténtico. ¿Vivo una
ficción?, ¿es aquel triste final de aquel yo una ficción? Esto me angustia
algunas veces, pero cuando cojo a mi hija pequeña y la abrazo y juego con ella
o cuando beso a mi mujer y me admiro de tenerla, cuando visito a mis padres que
se han hecho viejos, cuando quedo con mis amigos, entonces ¿cómo puedo dudar de
esta dualidad? Es cierto que esta experiencia mística, intransferible e
inexplicable, secreta, que sólo yo comparto, me tranquiliza porque estoy seguro
que cuando alguien se marche de mi mundo, aquellas muertes que me toque vivir,
que ocurran en este espacio en el que ahora vivo, sé que permanecerán siempre
conmigo y seguiré con ellos en ese otro mundo donde él o ella haya entrado.
Pero también sé que los añoraré cuando eso ocurra, porque esos abrazos, ese
caminar conjunto con ellos no me serán conscientes en éste y sufriré de todas
formas sus ausencias. Moriré de nuevo en este mundo que imagino ahora paralelo,
pero que tal vez sólo sea una proyección infinita, un holograma, una visión
tardía como el fulgor de una estrella muerta, un universo lleno de pequeños
espejos donde la luz que se acerca a la vez se aleja, energías que giran dentro
de ese calidoscopio creando imágenes ilusorias.
No
encuentro la fórmula de cómo indagar en todo esto, no sé cómo poder investigar,
compartir esta realidad cierta, sin que me tomen por loco o iluminado. No sé si
soy el único que tiene esta certeza, o quizá esté rodeado de muertos que no
entienden o no pueden explicar, el por qué de sus vivencias. Un mundo al fin y
al cabo todo de muertos ignorantes o no de su calidad de muertos.
A
veces la angustia se agarra a mi pecho, cuándo dudo si mis hijos, si mi mujer,
si mis padres, si todos mis amigos y conocidos, están sin estar. Y sólo sé que
debo parar con estos pensamientos, porque entonces sí que acabaría loco y
además qué consigo con ello. Así que salgo de este laberinto claustrofóbico y
me pongo en contacto con la realidad cotidiana que rápidamente me fagocita y
hasta olvido por momentos que yo, estoy seguro, soy un muerto.
Me
pregunto, ¿sería posible que tras el Big Bang se formaran mundos idénticos
concéntricos, y simplemente avancemos como las ondas y seamos la primera pero
expandida, simples reflejos del núcleo, la esencia, la unidad. Ya veis, no
puedo hablar del tema, al final parece que pierdo la cabeza, esta cabeza que
contiene todos los mundos posibles pero vividos uno a uno. Entonces, tal vez,
deba decir que este vivo estuvo muerto o que vivo y muerto sean lo mismo.
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