lunes, 15 de abril de 2013

Qué impotencia ante tanta prepotencia



Que impotencia ante tanta prepotencia. Frases como estas tienen altavoz cada mañana: pero donde se ha visto que la gente salga a la calle a gritar y protestar…, quieren la república y ya sabemos cómo acabaron aquellas… Vaya dos rosas con espinas nos regalan éstos que se permiten tener voz.  Ahora resulta que cómo nos permitimos protestar por los abusos que están ocurriendo. Y con respecto a la República, yo le preguntaría a ese prestigioso periodista si no recuerda también cómo acabaron las monarquías y sobre todo y fundamentalmente que no fracasaron las repúblicas sino que fuerzas fascistas por un lado, así como  intereses particulares de un sector históricamente dominante por otro, no querían perder privilegios. Ahí andamos años más tarde luchando, como siempre nos toca, ante tanta impunidad y descaro de estafadores con poder. Los que tienen nombre y los que se ocultan detrás de éstos. Siguen negándose a permitir al pueblo vivir con dignidad cómo si el hecho de que los ciudadanos disfruten de derechos y de una vida con calidad, les quite a ellos la oportunidad de seguir sacando  el máximo partido, ejerciendo su control con el miedo y el desprecio hacia las manifestaciones públicas de las voces ciudadanas. Quizá porque una sociedad más justa les haga peligrar el chollo y beneficio del que disfrutan, con la tranquilidad que les ofrece su posición social y política. Hablan ellos de actuaciones aisladas y los señalan como unos pocos  locos y agitadores, insisten en decir que la gente buena y que han perdido sus casas están obedientes en ellas, vaya contradicción. Con descaro se presentan negando evidencias que ya no saben cómo ocultar. Son capaces de dar argumentos peregrinos que no engañarían ni a un niño, tal vez pensaron, que tantos años de sumisión nos convirtieron en ingenuos. Pero aún creen tener y probablemente sea así, bastante fuerza y apoyo detrás. Todo un engranaje, de un séquito formado, amparado y enriquecido que les apoyará en esos argumentos intragables y ante los que la gente corriente no tiene más herramientas que protestar y hacerse oír. Porque no estamos ciegos ni sordos, porque a pesar de ofrecernos distracciones tenemos claro el horizonte. Parecen decirnos desde su púlpito, seguiremos robando y abusando porque queremos y podemos, y ojito con sublevaros porque seguimos dispuestos a no perder nuestros derechos por vuestros DERECHOS.
Ningunear el número de manifestantes, desprestigiarlos o calumniarlos es su estrategia, suerte que la gente está cambiando. Cada vez el desengaño es mayor y la frustración acumulada por la proliferación de tantos sinvergüenzas, tanta basura acumulada debajo de las alfombras de sus instituciones, es mayor. Y ya de última, encima, alardeando y jactándose ante nuestras caras. Todavía sé sorprenden por la desconfianza en la base política y administrativa del país y que esté desacreditada cuando ellos solitos lo han conseguido.
Estoy acostumbrada a escuchar en los debates, que si se vislumbra opiniones razonables y más justas por la defensa de que el pueblo proteste o se critiquen las instituciones sociales, económicas y políticas como por ejemplo la intocable, hasta ahora, institución de la monarquía, acaben reculando, tal vez por temor a perder el puesto o el estatus que les dará poder codearse después con ellos y cierran siempre el discurso defendiendo la imagen del rey, ese señor que al parecer ha hecho tanto por España y su democracia, ese señor del que conocemos aquello que nos han querido enseñar. Algo ha fallado en esta pintura que está dejando ver un cuadro muy diferente aunque difícil de mostrar por todo lo que su limpieza arrastraría llevándose por delante toda una mentira constituida “democráticamente”. Unos por temor a males mayores, otros por conveniencia, otros por cobardía  y otros para tapar bocas. A la vista de los últimos acontecimientos que rodea a él y a su prole, dónde están los historiadores, ¡qué cuenten la verdad!, que hablen los intelectuales de bien que aún no hayan sido comprados o estén ya muertos. La historia debe ser escuchada y no ocultada con pretextos de que la verdad reaviva odios, esa es una gran mentira que sólo protege a los verdugos, muchos aunque muertos tienen brazos largos.
Me gustaría terminar con una frase intensa y bella por la verdad que contiene, El siglo XX será recordado no sólo por las atrocidades de los malos, sino también por el silencio de los inocentes. Espero y deseo que el siglo XXI sea recordado porque si ocurren atrocidades no permanezcamos callados, más que le pesen y quieran amordazarnos.

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