sábado, 13 de abril de 2013



La señora con chaqueta amarilla y su peinado de peluquería. El señor con corbata y traje de diseño, dictaminan desde su palestra. El experto economista que se atreve a hacer bromitas con los altibajos y las avalanchas de noticias de consecuencias dramáticas para los de siempre, desde el altavoz que le ofrecen los medios. La lista de analistas que opina desde la cómoda distancia que le permite su estatus y sus compromisos remunerados desde su foco de opinión, se atreven a imponer medidas de restricciones a los más débiles los que no tienen ya nada a que agarrarse, los que observan impotentes que aquellos que les piden que se aprieten el cinturón lo llevan bien holgado.
Realmente hay que tener una fortaleza física y mental y una capacidad para distanciarse de toda esta esquizofrenia político-económica para no acabar totalmente loco, enfermo o muerto.
Somos espectadores atónitos que cada mañana nos despertamos con decisiones que sólo intentan salvar de la quema a los capitalistas. Ellos que tienen sus espaldas bien protegidas nos exigen más sacrificios, mientras se llevan sus beneficios a buen recaudo. Aquellos que son premiados por sus delincuentes actuaciones, gracias a algún amigo que les ofrece la “desinteresada” ayuda de poder pasar página con los privilegios que jamás podríamos ni siquiera imaginar la gente corriente.
Mujeres y hombres que imponen sus normas económicas a quienes no tienen como ellos asistentes, cocineros o profesionales que cuidan y atienden sus casas y sus hijos, personas que al menos les estarán agradecidas por mantenerles el trabajo y aunque menguado el sueldo.
Cuando al fin hayan conseguido quitarnos la calidad de vida que tanto nos costó conseguir, nos encontrarán tan vulnerables que podrán aplicar sus sesudas decisiones sin peligro alguno, pero no deben olvidar dejarnos alguna migaja, porque cuando uno no tiene nada que perder ya nada le importa.
Están preocupados por el despertar del pueblo y se apresuran a crear e inventar leyes inverosímiles, impracticables en un Estado de derecho. Son capaces de darles la vuelta y anteponer derechos nimios frente a otros primordiales y fundamentales. Todo esto lo hacen con descaro pero no sin cierto miedo porque la gente cuando se enfada son incontrolables y ellos saben que el control absoluto es su fuerza pero si se tambalea hemos dado en su punto débil.
Dicen los listos, que las personas se suicidan porque deben tener otros problemas añadidos y no porque le desahucien. ¿Les parecen poco problema cuando el peso de las pérdidas de tu vida es tan grande que no te dejan ni respirar? Cuando te quitan la ilusión a fuerza de negarte la posibilidad de disfrutar como ser humano de las cosas sencillas y los placeres de la vida porque ni tan siquiera puedes permitirte un capricho de comer jamón  que tanto promocionan por el mundo, que tan suculento presentan en la alta cocina acompañada de vinos selectos, todo aderezado en hermosa porcelana y encima se nos ofrecen (sin comerlo ni beberlo) desde el sofá de nuestras casas  hipotecadas o de las que en breves tendremos que abandonar… Aquellos programas que promocionan hoteles maravillosos. Spas  con bañeras llenas de chocolate que cuantos niños se hundirían en ellas para poder permitirse comer ese capricho.  Nadie se quita la vida por una única cuestión sino por toda la mierda que tiene que soportar en este mundo tan injusto.
 Suerte que aún queda gente solidaria y con ganas de luchar aunque le pesen. Ciudadanos anónimos que debemos proteger cuando el poder utilice sus herramientas de prepotencia e impunidad, lejos de los límites legales y de justicia por los derechos más elementales que la humanidad les exigen. Como lo son el alimento y el cobijo que cualquier ser humano necesita mínimamente para ser persona, para existir. Permitírsele la oportunidad de poder ser feliz en una sociedad que vela por sus derechos y se preocupa por el cuidado que se merecen especialmente los más débiles. Sin olvidar el valor inalienable de vivir con dignidad en cualquier mundo de este mundo y que tan descaradamente vulneran incluso en sociedades que se llaman democráticas.
   

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