La
señora con chaqueta amarilla y su peinado de peluquería. El señor con corbata y
traje de diseño, dictaminan desde su palestra. El experto economista que se
atreve a hacer bromitas con los altibajos y las avalanchas de noticias de
consecuencias dramáticas para los de siempre, desde el altavoz que le ofrecen
los medios. La lista de analistas que opina desde la cómoda distancia que le
permite su estatus y sus compromisos remunerados desde su foco de opinión, se
atreven a imponer medidas de restricciones a los más débiles los que no tienen ya
nada a que agarrarse, los que observan impotentes que aquellos que les piden que
se aprieten el cinturón lo llevan bien holgado.
Realmente
hay que tener una fortaleza física y mental y una capacidad para distanciarse
de toda esta esquizofrenia político-económica para no acabar totalmente loco,
enfermo o muerto.
Somos
espectadores atónitos que cada mañana nos despertamos con decisiones que sólo
intentan salvar de la quema a los capitalistas. Ellos que tienen sus espaldas bien
protegidas nos exigen más sacrificios, mientras se llevan sus beneficios a buen
recaudo. Aquellos que son premiados por sus delincuentes actuaciones, gracias a
algún amigo que les ofrece la “desinteresada” ayuda de poder pasar página con
los privilegios que jamás podríamos ni siquiera imaginar la gente corriente.
Mujeres
y hombres que imponen sus normas económicas a quienes no tienen como ellos
asistentes, cocineros o profesionales que cuidan y atienden sus casas y sus
hijos, personas que al menos les estarán agradecidas por mantenerles el trabajo
y aunque menguado el sueldo.
Cuando
al fin hayan conseguido quitarnos la calidad de vida que tanto nos costó
conseguir, nos encontrarán tan vulnerables que podrán aplicar sus sesudas
decisiones sin peligro alguno, pero no deben olvidar dejarnos alguna migaja,
porque cuando uno no tiene nada que perder ya nada le importa.
Están
preocupados por el despertar del pueblo y se apresuran a crear e inventar leyes
inverosímiles, impracticables en un Estado de derecho. Son capaces de darles la
vuelta y anteponer derechos nimios frente a otros primordiales y fundamentales.
Todo esto lo hacen con descaro pero no sin cierto miedo porque la gente cuando
se enfada son incontrolables y ellos saben que el control absoluto es su fuerza
pero si se tambalea hemos dado en su punto débil.
Dicen
los listos, que las personas se suicidan porque deben tener otros problemas
añadidos y no porque le desahucien. ¿Les parecen poco problema cuando el peso
de las pérdidas de tu vida es tan grande que no te dejan ni respirar? Cuando te
quitan la ilusión a fuerza de negarte la posibilidad de disfrutar como ser
humano de las cosas sencillas y los placeres de la vida porque ni tan siquiera
puedes permitirte un capricho de comer jamón
que tanto promocionan por el mundo, que tan suculento presentan en la
alta cocina acompañada de vinos selectos, todo aderezado en hermosa porcelana y
encima se nos ofrecen (sin comerlo ni beberlo) desde el sofá de nuestras casas hipotecadas o de las que en breves tendremos
que abandonar… Aquellos programas que promocionan hoteles maravillosos.
Spas con bañeras llenas de chocolate que
cuantos niños se hundirían en ellas para poder permitirse comer ese capricho. Nadie se quita la vida por una única cuestión
sino por toda la mierda que tiene que soportar en este mundo tan injusto.
Suerte que aún queda gente solidaria y con
ganas de luchar aunque le pesen. Ciudadanos anónimos que debemos proteger
cuando el poder utilice sus herramientas de prepotencia e impunidad, lejos de
los límites legales y de justicia por los derechos más elementales que la humanidad
les exigen. Como lo son el alimento y el cobijo que cualquier ser humano necesita
mínimamente para ser persona, para existir. Permitírsele la oportunidad de
poder ser feliz en una sociedad que vela por sus derechos y se preocupa por el
cuidado que se merecen especialmente los más débiles. Sin olvidar el valor
inalienable de vivir con dignidad en cualquier mundo de este mundo y que tan
descaradamente vulneran incluso en sociedades que se llaman democráticas.
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