Tal vez un hombre inició sus pasos primeros, un
recorrido solitario en un espacio virgen, con miles de huellas de otros hombres,
barridas por el viento.
Busca en los cajones del mundo, entre sus lugares
infinitos pero irreales, de dudas y ficciones, en un espacio medible, donde
ocurren los hechos.
El reloj avanza amenazante y debe coger el tren que
anuncia su salida. La vida marca sus vivencias como en un pentagrama
situándolas entre las coordenadas de un espacio y tiempo, difícilmente
ajustables. Como el peso de un cuerpo curva y delimita el inconmensurable
universo de la arena y, sin embargo, sólo percibimos su huella.
Pero así andamos, siempre perdidos en nuestra isla
desierta, si no descubrimos además, entre los sonidos, sus silencios, espacios
de aparente vacío, donde quedaron los hechos inacabados, dejándonos huérfanos
del todo. Sólo entonces, la vida se convierte en la más bella sinfonía cuando
al fin logramos encontrar, uniendo los puntos de un no-tiempo, las medidas verdaderas
de un beso.
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