Quién
sabe dónde te aguarda la muerte, el traidor destino que siempre ataca por
sorpresa. Aunque a la salida del sol se decida la contienda, nunca sabrás qué
luz del día cegará tus ojos y tu mirada. No hay año que no sea su destinatario,
no hay semana sin ese día donde la hora y sus segundos estén marcados.
Despidiéndose las agujas del burlón reloj, como manos firmes y menudas, que te
dicen adiós mientras se aleja, dejándote callado, grosero, maleducado,
descortés, sin responderle.
Te
vendrá libre como pájaro en el patio, como mariposa entrando por la ventana al
mediodía y la oscuridad inundará los espacios de tu casa. Tu boca se llenará de
sequía mientras tu cuerpo nutra la tierra con su abono.
Y
llegarán lágrimas y olvido, y quedará vacío y silencio.
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