Oh, por
dios, la literatura se está degradando. Éxitos efímeros nos persiguen, o más
bien nos amenazan. En qué cafés se ocultan los auténticos escritores.
La
literatura ha tomado la dirección de la investigación científica, es decir, se
paga al investigador y se dirige los avances hacía intereses particulares. Premiando
la investigación que sigue tan lucrativos fines. Sabemos más de pastillas para
adelgazar o mejorar la libido que de promover investigaciones dirigidas a la
salud. De cremas cosméticas con sustancias que generalmente se aplicaba en la
medicina pero que los laboratorios trabajan para el mundo de la estética, que
por supuesto, aporta mayores beneficios.
Manipulaciones
transgénicas de alimentos que sólo responde a un mercado económico con la
loable apariencia de aumentar las producciones para evitar el hambre en el
mundo.
Los
verdaderos problemas acuciantes no se tienen en cuenta ni les importan. De
igual modo en el mundo literario andan más preocupado por intrigas históricas,
secretos de familia, de novelas con argumentos caóticos llenos de fantasías
cruentas de sangre y vísceras, creaciones de una generación educada con la
guerra de las galaxias y de Mazinger Z, y de otras más jóvenes inspiradas en
personajes mitológicos japoneses con fisonomía occidentalizada.
Parece
que escribir sobre historias simples y cotidianas de vidas corrientes no tiene
ningún interés y sí, cuando tratan
morbosos secretos y situaciones truculentas. Lo cotidiano está pasado de moda, ¡con
lo que da para contar!
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