Hombres
de trajes de diseño, de Corte Inglés, de diseñadores reputados que impregnan de
líneas estilizadas y perfectas hasta al más garrulo de los mortales. Pero en eso
consiste el sello de marca, una distinción, un nivel inalcanzable que eleva al
portador a una altura de miras sobre los hombros del resto de los mortales.
Es
fácil reconocerlos, los puedes ver siempre perseguidos por una cámara. En esos
trayectos de apenas algunos segundos, que parecen horas a fuerza de repetirse
miles de veces la secuencia en cada informativo de todas las cadenas. Caminan en
silencio o hablando por el móvil; sólo se permiten el uso de la palabra por
recomendación de sus abogados y con sobre en mano. Ese aparentemente largo
recorrido acaba con un mutis por el foro, despistando al asfixiado periodista montándose
en sus negros y lujosos coches, sin necesidad de aparcamiento, que aleccionados
les acercan sus chóferes después del paseíllo de rigor, emprendiendo con
rapidez la huida.
También
se les reconocen porque tienen muy buenos y generosos amigos que les regalan
pisos, viajes, coches de lujo, puestos importantes de responsabilidad, algún
que otro regalo en sobre, prostitutas de alto standing y hasta cómo no, trajes.
Trajes
de líneas perfectas que a veces cuestan
disimular sus grandes excesos, un buen vivir de selectas viandas y vinos
exquisitos, en fin, placeres que la vida
les ofrece, por supuesto gracias a sus esfuerzos.
Y cuando el cansancio y duro trabajo los estresan se recuperan en exóticos e innovadores centros de descanso donde reciben baños de sales y masajes de perfumes florales relajantes y depurativos. Emulando a la bella Cleopatra extienden sobre sus cuerpos afeites y cremas algunos con productos tan exquisitos como la uva o el chocolate. Así cubiertos o embadurnados de suculenta crema serían devorados con la mirada de estar expuestos en el escaparate de una pastelería.
Un día
desaparecen de nuestras vidas, dejan de salir en las noticias han sido
sustituidos por otros igual de trajeados, igual de ofendidos, del mismo modo
perseguidos. Tienen otros nombres pero parecen los mismos. Hasta que tiempo después
vuelven a aparecer en las pantallas de nuestros televisores, apenas cambiados,
diríamos incluso rejuvenecidos. Traen un libro bajo el brazo, son entrevistados
por cadenas en las que entonces fueron criticados, vilipendiados, tratados por
corruptos, todo vale por la audiencia y la venta de libros. Ambas partes forman
una simbiosis contratada de antemano. La audiencia opina, toma partido, saca
cara incluso por este ave Fénix de la corrupción que resurge de sus propias
cenizas, gracias al hábil entrevistador de turno que consigue elevarlo a la altura de héroe.
La
gente olvida, y con la sutileza del más experto y eficiente lavado de cerebro
el perfecto sinvergüenza que ahora admiran se convierte al mejor estilo de
cuentos de hadas en un encantador simpático, elocuente, inteligente y sobre
todo e imprescindible, sincero señor.
Aprovecha
la ocasión para anunciar que mañana firmará ejemplares en la presentación de su
libro, dando amplia información de la hora y lugar. Con una seductora y confiada
sonrisa en los labios espera y agradece la afluencia de público no sin antes recordar
a la audiencia que los espera mañana a las doce del mediodía en el Corte Inglés
de Preciados. Dicho todo sea de paso con la imagen en pantalla de esta primera
edición que con él título “La verdad del
señor X, contada en primera persona: una historia de conspiraciones y envidias”,
que espera contar con próximas ediciones.
En
todos los informativos de las principales cadenas, periódicos de mayor tirada y
de las editoriales de mayor renombre del país, darán al día siguiente amplias
imágenes y reseñas, comentarios y alusiones a tan importante y controvertida
entrevista, vista por tanta gente, alcanzando los máximos picos de audiencias.
“Enorme
repercusión y ventas de tan interesante libro, muy necesario para comprender
nuestra historia política y económica", puntualizará en su artículo de opinión
un reconocido, galardonado y Nobel escritor.
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