Era un
tipo vuelto hacia adentro, como si él mismo se hubiese tragado. Taciturno dicen
los románticos, antisocial los postmodernos.
Cuando
la casa se le hacía grande y muchedumbre quienes la habitaban; cuando la
tristeza convertía a los muebles en enemigos que amenazaban con sitiarle y las
voces que le rodeaban no le hablaban, sintiendo un mundo que lo hace ajeno y su
soledad aún más grande cuando se vuelve incomprensión, atravesaba la puerta
como el que escapa de una jaula y se lanza, libre de miradas y de encuentros,
en un caminar por calles solitarias.
Son
momentos en los que necesitaba hablar con sus pensamientos, como dos colegas
que se conocen bien aunque se enfaden a veces; desdoblarse y sacar al otro
calcetín del bulto deforme que, en pareja, guardas en el cajón.
Un
recorrido vacío de otros rostros, escogiendo la acera protegida por los coches
aparcados y entonces, tomar a grandes bocanadas el aire y sentirse elevarte
como un globo de helio, ligero sus pasos de peso, pausados de ánimo. Conversando
con ese amigo, personaje un poco loco, en ocasiones sensato y casi siempre
esquizofrénico, de sus pensamientos, que con entidad propia, le dirige y hasta
a veces lo manipula. No perdiendo el equilibrio, la homeostasis imperfecta, le
tranquiliza, consolándole en ciertos asuntos emocionales. Exigente e incorruptible
en sus argumentos que creía incuestionables. Con el brazo echado sobre su
hombro le hacía confesiones a veces inaceptables pero, como dijo aquel, nunca
es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
En ese
devenir que tienen los diálogos acababan enredados en premisas racionales, en
hipótesis verificables por experiencias no muy fidedignas y enredamos en los
debes y haberes. En noches muy tristes, avergonzados lloraban por los errores,
pero quedaban lavados y planchados como ropa limpia para volver de nuevo a los
muros de su particular palacio.
Un día
le llegó su princesa al rescate le llamó con el dedo índice, en ese gesto
pícaro, solícito e inequívoco y él bajó de su torreón.
Ahora son
cuatro ella y él y sus respectivos colegas, los pensamientos.
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