viernes, 19 de febrero de 2016

ABEDUL Y AVE




El invierno ha dejado los altos abedules desnudos y la piel aterida de frío. Se apiñan juntos para darse calor, dejando estrechos pasillos. Entre sus ramas, de vez en cuando, unas hojas obstinadas se aferran, para no descender a la muerte. Pero al detener tu mirada, maravillada de su belleza, comprueba que algunas de éstas, como nubes oscuras se elevan, son aves que esfinges parecen. Estáticas como piezas de ébano, vistiendo los brazos firmes del árbol, cubriéndolo de calor con su vestido de plumas. El abedul, agradecido, le ofrece el reposo en su regazo. Cuando alzan el vuelo diría que la tierra se haya invertido y la fuerza de la gravedad lleve hacia el cielo sus hojas secas, atrevimiento que sólo el aire, en sus juegos se permite.
En los fríos inviernos, la vida mantiene la esperanza con su llama de amor encendida para dejar ver su grandeza, que siempre, va más allá de su compañero dolor.  

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