Esa mujer camina con un tomate verde sobre su cabeza, va
recta y trata de mantenerlo en equilibrio. Espera que madure y siembren la
tierra sus semillas. Recorre itinerarios, a veces, imprecisos. Porque esa mujer
debe caminar con un tomate verde sobre su cabeza.
Come, duerme y, a veces, guarda
silencio y cuando grita nadie la escucha. Esa mujer se esfuerza y trabaja y no
se la reconoce. No tiene título ni orla que adorne su despacho. Su categoría
profesional, ama de casa, chica para todo, madre, hija, amante, esposa, abnegada.
Friegasuelos de día y sexy de noche.
Esa mujer camina con un tomate verde sobre su cabeza, y no
pocas veces tiene feos apodos y vendedores insaciables. Carne apaleada,
institucional lavado de cerebro y programada lobotomía casera. Apuntes
guardados en una caja y un título de licenciada estropeado y añejo.
Esa mujer cumple años y pierde el interés por ciento. Corre
para ganar metas que no alcanza porque le ponen piedras, abismos y trampas en
el trayecto. Esa mujer imperfecta siempre, haga lo que haga, que sigue como una
autómata órdenes de un demonio incrustado en su cerebro. Esa mujer patalea, se
impone, cree que gana y casi siempre pierde.
Esa mujer camina con un tomate verde sobre su cabeza, y cuando
menos se lo espera, abofetean su raciocinio. Las modas tienen derecho sobre el
largo de sus faldas, de los cortes y costuras de sus cuerpos. Cosmética cara de
falsos beneficios de composición extravagante, con adjetivos imaginativos para
sus frustraciones, deseos creados y sus complejos ocultos que imitan seguridad
con una fachada falsa, una máscara costosa. Ese pintalabios no es sólo colorante
rojo, ni da brillo por sus partículas tóxicas sino que hace unos labios voluptuosos,
jugosos y sensuales. Esa colonia, crema, champú, ese traje o bolso, no sólo la embellecen
y adornan sino que la convierten en princesa de un cuento chino de juventud
eterna, seducción imbatible, efectos sobrenaturales de poderes infalibles.
Engaño obtuso para incauta no necesariamente de inteligencia deficiente.
Ante este condicionamiento aberrante, ¿cuándo gritar basta?
Ya está bien de convertirlas en maniquíes de escaparate. Producto del sector
subsidiario, peso bruto mucho, peso neto, más bien nulo. A esa mujer no se le
respeta la ley natural de su individualismo, sino que le viene marcado con
sello de origen una serie de absurdos atributos, un patrón único, determinado y
determinante. Porque esa mujer camina con un tomate verde sobre su cabeza.
Sexo y no sexualidad libre, pues debe satisfacer a muchos
amos. Maternidad según convenga e interese al mercado productivo. Amor poco y malo,
y no le queda otra que imponerse el amor duro.
Esa mujer camina con un tomate verde sobre su cabeza. Esa
mujer es ciudadana libre, proclaman las leyes, esas que echan a sus espaldas cuantiosas
mentiras, mostrándose ante el público con su hipocresía maquillada. Interesa a
un poder de nobles varones que siga rugiendo algo entre sus piernas, marcando
su territorio con una amenaza preventiva, que desemboca en agresividad
manifiesta.
¿A qué tienen miedo, sin embargo?, ¿quizás a esa mujer que por
ahí viene con un tomate verde sobre su cabeza?
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