Estoy
enferma, mis oídos están infectados de palabras obscenas, prepotentes, dañinas.
Mi estómago anda revuelto afectado de una indigestión o infección vírica por
agentes patógenos que pululan por los medios. La cabeza me da vueltas con
imágenes grotescas. Mi cuerpo no puede más, y lo peor es que no existe medicina
que lo cure, al menos parece que no se investigará la solución por ahora. El
sufrimiento continuo me ha provocado una intoxicación enfermando también mi
alma.
Una
creía vivir en un país libre y democrático. Una creía que la humanidad podría salir
de su desesperación ante los tiranos, pero una va viendo que si alguna vez
existió esta ilusa esperanza fue por las hormonas propias de la juventud y la
traición de una percepción inmadura y errónea.
No me
da tiempo a analizar cada insulto a la inteligencia, cada bofetón a la
dignidad, cada ofensa que el ser humano sencillo, sin privilegios, simple
animal racional, recibe día a día. Espectadora traumatizada miro impotente un
mundo ruin, falso, manipulador, sumamente peligroso no sólo por individuos que
de entrada ya son etiquetados así, sino lo que es muchísimo peor, desde una
supuesta legalidad, desde puestos de responsabilidades políticas, desde un
poder capitalista, que no anda contento con que EL HOMBRE tenga la dignidad que
se merece, y que sólo desean su mundo particular de privilegios.
Si una
persona exige sus derechos más fundamentales, cuando se ultraja su dignidad
como ser humano, ese poder que se supone que mira por los intereses de todos
los ciudadanos, pone en marcha sus mecanismos de control. Primero con
manipulaciones informativas, con expertos comprados y profesionales de la
comunicación vendidos. Si el desprestigio no ha surtido efecto, pasan a otras
armas más poderosas y represivas, y por último si aún esto no ha sido
suficiente para aniquilar a cualquiera, cargan con su potencial jurídico, hecho
a su medida.
Es
bochornoso como mínimo el sistemático derrumbe de una sociedad a la que se le
niega levantar cabeza. El que tiene poder, el que ha gozado de privilegios toda
su vida, desprecia al que no los tienen simplemente por haber nacido pobres.
No
hablo de esos ricos que ofenden a la especie humana, estos ya se les ve venir,
sino también de esa población, adinerada, que nació en cuna confortable,
protegido de todo mundo feo, con todas sus necesidades cubiertas y todas sus
aspiraciones cumplidas, que van alardeando de méritos propios, de esfuerzos
continuos, de currículos frutos de sus abnegada entrega al duro trabajo, que
sin embargo no es más que el resultado de haber nacido donde nacieron, con
padrinos, amigos y apellidos que fueron abriéndoles puertas o al menos,
ventanas.
Siempre
me hicieron gracia aquellos riquitos de poca monta o de cierta posición, que
creyéndose humanamente bondadosos, alardeaban de tratar al servicio como parte
de su familia. Serán hipócritas, si son de su familia por que los tienen
trabajando día y noche para servirles por una mierda de sueldo. Aún recuerdo
aquellas pobres criadas que entregaban toda su vida a esas familias, sin que
ellas pudieran formar una propia pues sólo tenían tiempo para limpiar sus
mierdas, llenar sus barrigas y hasta acunar y educar a sus hijos, quedándose solteronas
y entregada su virginidad, como mucho, a
su señorito. No se les permitían tener más vida que su entrega absoluta a la
casa de sus amos, por eso apenas si tenían amigas, se les apartaban hasta de
sus familias para que todo lo que ellas tuvieran en el mundo fueran, los
señores. Sí se les dejaba tiempo para salir, a veces ni siquiera salían, con
quién, a dónde ir: señora prefiero quedarme aquí y hacer remiendos. Pero sin
embargo, estos señores y los hijos de estos señores, se les llenaban la boca diciendo
de cuánto querían a la tata que los crio.
Estoy convencida
de que la gente corriente es invisible para ellos. Incluso desprecian a quienes
intentan emularnos con pretensiosas imitaciones. Puedo afirmar que les
asqueamos aunque traguen sus escrúpulos ante la opinión pública o un dios. Pero
a veces les puede la soberbia y quedan evidenciados sus más bajos instintos, un
desprecio absoluto al hombre anónimo, al que trabaja por una mierda de sueldo,
al que tiene que formase difícilmente cuando no hay dinero, cuando es más válida
su mano de obra esclavizada que su mente productiva, cuando es más válida su
entrega abnegada que la voz que exige una igualdad. Y se le intenta callar, se
le pone zancadillas, burocráticas, legales, sociales, humanas… Y a veces se le
pisotea impunemente. ¡SILENCIO, que aquí mando yo!
¿Quién os
dijo que pudierais todos tener derechos si tus derechos me impiden los míos?,
dicen sin pudor. Y sin embargo los suyos vulneran los derechos de los demás,
permitiéndoles vivir a costa del sufrimiento ajeno, gozar de ventajas,
prevalecer sus intereses sobre los intereses de una sociedad más justa e
igualitaria, viviendo del trabajo de otros para engrandecerse, exigiendo
continuamente más y más. Son insaciables.
Y esta
desfachatez trae una larga cola, donde se apuntan todos aquellos que logran
codearse con ese nivel privilegiado; un universo donde todos desean llegar
algún día y donde el resto tienen prohibido ni siquiera soñar, poniéndoseles
tantas trabas e impedimentos hasta minar su autoestima, hasta que ellos mismos
crean no merecerlo.
He
visto al pueblo engañado, atribuyéndose los errores de aquellos, culpabilizándose
por desear la igualdad, vivir mejor. Responsabilizándonos de todo lo que ellos
han provocado. Todo un engranaje construido y deconstruido como la tortilla
moderna, para amenazar y amedrentar y obligarnos a continuar siendo sus
esclavos, ¡y por tan poco!
Sólo la
muerte nos igualará, pero ¿qué debemos hacer mientras haya vida?… Hoy una
señora se atreve a decir públicamente que hay personas que no sirven para nada.
Y lo máximo que una escucha de respuesta es que tiene razón en parte pero que
no son formas. Formas, formas, formas… sí formas grotescas, monstruosas,
inhumanas, las de este tipo de gente. Estoy enferma, enferma de ver toda esta
podredumbre humana. Y dice la señora ésta, que probablemente tendrá criada para
la casa y los hijos, que estarán formándose sin necesidad de becas, o tal vez
con padrinos bancarios, que debemos trabajar más y por mucho menos y que
mientras las empresas nos forman y no somos productivos no nos den sueldo.
Nuestro tiempo es trabajo, nuestra dedicación para que tú te enriquezca es
trabajo, señora mía, doña fulana de tal. Esta señora se dirigía a una periodista
interrogándole qué pasará cuando sus hijos o los míos terminen sus masters en el extranjero… y ni tan
siquiera son consciente de ese privilegio sólo permitido para ellos y gente
como ellos, como si todo el mundo lo tuviera, Es inaudito. A mí esto me da
vergüenza y asco, de que le sigamos permitiendo tantísima desfachatez.
Me
gustaría perder yo también las formas con esta gentuza y llamarles con los
nombres que se merecen, pero no me pondré a su nivel, sólo les diría que no les
voy a permitir sus desprecios aunque se que es difícil luchar contra ellos,
porque es confuso un mundo donde se manipula hasta el extremo más sórdido y
profundo, donde sus guerras las hacen ellos y morimos nosotros, donde los
terroristas son controlados por ellos porque de otra forma no tendría
explicación que caigan siempre los más desgraciados mientras los líderes
escapan a islas desiertas. Que control más absoluto y eficiente cuando el
ladrón roba al pobre y no al rico. ¡Pero miedo nos tendrán cuando se toman tanto
trabajo para controlarnos!
La vida
avanza por delante mía y el recuerdo de una historia me deja apenas sin
esperanzas, sin embargo, hay que seguir con la cabeza bien alta, hay que
usarla, trabajarla, no aceptar sus injurias, no permitirles que nos traten como
despojos, porque si fuera perro le mostraría mis dientes pero como soy persona
le muestro mi inteligencia y ésta queridísimos señores y señoras adineradas,
que os creéis de una especie diferente, os llevará y os mostrará el camino que
todos debemos seguir. Podréis quitarnos el trabajo, la casa, las posibilidades
óptimas de formación, el pan, la alegría y hasta la salud, pero no la
inteligencia, la educación, la humanidad y dignidad humana.
¡Iros al
puto infierno donde nos queréis llevar!
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