viernes, 16 de noviembre de 2007

En el siglo XXI no entiendo la monarquía. A estas alturas hemos evolucionado en el reconocimiento de los derechos humanos, aunque aún tiene que seguir progresando, como digo, no entiendo que unos señores sean considerados superiores, sea por lo que sea, a otros seres humanos.

No entiendo que un país deba mantener la figura e institución monárquica, pero no por rechazo a esas personas u otras en concreto, que a veces sí, sino porque racionalmente no veo una explicación lógica a su existencia. Y no me valen los babosos defensores y los envidiosos detractores. Sólo desde una posición críticamente elemental, desde el conocimiento intelectual, científico, tecnológico, del desarrollo y del saber global de la humanidad, ¿cómo podemos seguir siendo tan primitivos, arrastrados por emociones dignas de estudios, de gente que aún inclina rodilla ante todo ese escenario de príncipes, princesas, reyes y reinas, infantas e infantes de toda esa cohorte de la nobleza? Dios, esta palabra es políticamente incorrecta desde la perspectiva actual, es una aberrante, incongruente de la discriminación positiva en este caso por “cuna”.

Y yo me pregunto, ¿por qué unas personas que legendariamente se hicieron con un poder a base de guerras y matanzas, de chanchullos y artimañas y peor aún, de ignominias, ceden ese poder (no sólo representativo sino también social, económico, político y sutilmente religioso, o al menos, moral y ético) a sus generaciones futuras? ¿Por que somos tan absurdos?

Yo sólo entiendo la autoridad ejercida democráticamente por señores o señoras elegidos gracias a un voto libre, pero aquí entramos en otra entelequia, ¿cuánto de libres somos a la hora de saber elegir en qué manos dejaremos las decisiones de nuestras vidas, de nuestro futuro y cuántas veces en pro de la armonía aceptamos ingenuamente ser siervos de un señor?

Si miro atrás en la historia pienso, ¡qué poco hemos cambiado! Aún siguen existiendo clases, aunque sociólogos, políticos, estudiosos varios, deban decir que todos los seres humanos somos iguales y ya incluso se va incluyendo algunos del reino animal. Y en este punto de desarrollo y progreso una extensa población rinde honores a coronas y pompas destelleantes de un mundo quizás imaginado en nuestro inconsciente colectivo y fomentado por cuentos y sueños de grandezas del que sólo como espectadores, la mayoría, nos tocó vivir. ¡Qué se le va a hacer…! Pues mira, pues pensar con base en el sentido común, que hoy en día, por lo que veo, es el menos común de ellos. Hablemos al otro desde el respeto, pero de tú a tú, sea padre o madre, jefe o jefa, don o doña (coñazo de lenguaje políticamente correcto), majestad, hombre por fin me vale con un adjetivo.

El poder, con el beneplácito de la sociedad, generalmente ha ido marcando distinciones desde elementos tan superfluos como la moda. Hasta reverencias y boato, que den relevancia a su poseedor. El elitismo es hoy en día un elemento tal de poder que ríanse los medievales, al menos la pobreza igualaba más al pueblo y la opulencia no era tan manifiesta ni evidente, existía cierto pudor, no siempre, de alardes de poder, quizá por miedo más que por respeto. Sin embargo, ahora, te refriegan los pedazos de vida de la que disfrutan esta gente, por supuesto, que también sufren, enferma y mueren. Faltaría más, pero en estas desgracias humanas también tienen ventaja. Mejores psicólogos, abogados, médicos, profesionales que ponen a su servicio todos sus conocimientos, con los mejores lugares para superar los malos momentos.

Y mientras, al resto, los que, encima tampoco podemos quejarnos, porque si miramos alrededor somos privilegiados.

Estamos al otro lado, en el sofá de casa, con la baba medio caída y la “envidia sana”. Pero, no importa, nosotros tenemos las maravillosas ofertas, créditos y demás ventajas como el anonimato, para ser felices. Oye, que una también puede, hoy en día, disfrutar de ciertos placeres. El lema de hoy, machaqueo incesante desde la publicidad, la política, los asuntos económico y hasta doctores de la ciencia, es ¡tú puedes hacerlo! Con esfuerzo puedes hacerte rico, ¿seguro? ¿Y legalmente? Vaya, es que soy una mierda que no me esfuerzo lo suficiente.

Pero mi consuelo, no sin cierta mala leche, es que los ricos e importantes también lloran y las infantas y princesas también se divorcian, y para que nadie tenga que mandar callar nadie, respeten todos el turno de tiempo, y si no que aprendan del programa 59 segundos, y cierren micrófonos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Merchi,

Me gusta mucho el nuevo aspecto de tu web y además me gusta bastante este último artículo. Soy republicano y no me gusta la idea de la Monarquía. No me gustan los monarcas incluso los que valiéndose del voto del pueblo deciden ser monarcas vestidos de jefes de estado de por vida, caso de Chávez, que lo está preparando todo para ser el "rey" de "su" país. De hecho escribí un guión que se llama Filippo del Bombón que es una republicana sátira a la Monarquía absurda y anacrónica.

Tu artículo me ha llevado a pensar en Bob Dylan, ese genio contradictorio y brillante, el día que le dieron el Príncipe de Asturias, hace pocos días. Cuentan que Dylan es todavía hoy un gran gitano, al que le gusta ir de un sitio a otro con su música. Un tío nada idealista que acepta el premio, por el dinero, claro, pero que se estremece de nauseas ante la idea de dar un discursito ante princesas y príncipes y sobre todo ante su odiado Al Gore. Traicionó a los extremistas del folk cuando se volvió eléctrico, se pasó al cristianismo actuando ante el Papa, ahora hace anuncios de Cadillac, el coche que más contamina de América, cuando le preguntaron por el cambio climático respondió con un: "no sé, aquí ahora hace mucho frío" y por último dijo que iría al Premio Príncipe de Asturias pero se quedó en Chicago. Creo que junto a Mark Twain es uno de los escritores que más puede uno admirar.

Pero ya han pasado mis 59 segundos, me callo yo, no vaya a venir un espabilao con cara de Borbón que se cree alguien y me diga "porqué no te callas" a lo que yo le responda que no elegí mi país ni tampoco la corona que representa.

Un saludo y enhorabuena por los artículos que publicas y el nuevo diseño.

Marco.

merlovier dijo...

Al final uno pone sus reflexiones (porque no pretenden más que ser eso) para que sean compartidas, aunque, por supuesto, acepto críticas. Es reforzante y sobre todo de agradecer que además de compartidos, aporten más sobre el tema.

También me gustan tus referencias musicales de personajes que quizás son difíciles de atrapar en arquetipos, evolucionando en posiciones, rompiendo moldes, siguiendo su ritmo particular, ya no sé si por interés personal, libre de influencias, o por otros más particulares. Eso te lo dejo a tí que, con tu conocimientos y tu excelente redacción demuestras ser un gran comentarista musical.