Leo un articulo en una revista que trata aspectos principalmente de la psicología humana, que habla de la cosmética de “alta estética”. Cremas que rondan los 300 ó 600 euros, con componentes mágicos a base de caviar, babas de caracol, ácido hialurónico, retinol y términos y sustancias innombrables (por su dificultad terminológica). Estos componentes que son prodigiosos, por lo visto no lo son tanto, pues van variando sucesivamente con innovadoras sustancias que sí poseen ese poder rejuvenecedor, hasta el próximo elemento lanzado. Actualmente ha aparecido el oxígeno, me suena…
Estas mágicas cremas que te quitan tantos años de radicales libres, horas de sol, falta de sueño, mala alimentación, cólicos del lactante y sobre todo pésima genética; cremas que te quitan todas esas capas que guardan tu memoria de vida y sólo reservadas para un nivel impensable. Pero no sólo se trata de una crema, también tenemos perfumes, complementos, telas maravillosas que caen como un guante, estilizando tu figura. Claro, la de esta gente que sin necesidad de dietas y gimnasios, moldean gracias a la ciencia, que también se rinde a sus pies (¿cómo no?, ¿quién no quiere al dinero?). Estas revistas no olvidan tampoco el cuidado de la mente con la gimnasia oriental, relajantes spas (verdaderas virguerías propias de mundos soñados, esponjosos, flotantes, burbujeantes, masajeados y chocolateados), ¡que vaya precios tienen los lindos lugares!
Y yo me pregunto, ¿todo este mercado se puede mantener con unos pocos que alcanzan ese nivel adquisitivo? E imagino que habrá de lo mismo para los de la cima, pero ya a niveles que ni siquiera puedo soñar. ¿Y son tan pocos?, o nos hacen creer que podemos gozar de esos placeres y formar parte de ese glamour, de ese mundo de aureola divina, de vidas maravillosas, de gente guapa e inteligente. Pues sí, lo consiguen machacando los espíritus más libres y críticos, aprovechándose de complejos y envidias. Porque, ¿para qué si no se inventaron los créditos? Tú también puedes comprarte un jakuzzi, en una piscina de un hermoso jardín, de un chalé adosado en una zona “de categoría”. Tú también puedes tener un Mercedes o un BMW, y un garaje para guardarlo. Y también gracias a la proliferación de pequeños créditos inmediatos para esa operación de estética, ese viaje, ese vestido ideal, esa crema que te pondrás y aparecerás jovencísima, muy joven, casi como tu hija pequeña. Oirás, “¡Estás estupenda! Pareces mucho más joven”. Y ocultarás tu edad para no tener que escuchar la fatídica frase: “te conservas muy bien”. ¿Cómo no sucumbir ante esa extensa oferta? El viaje de tus sueños, la crema de tu diva, el perfume que te transformará en la más seductora mujer, capaz de conquistar a un alto ejecutivo o al mismísimo príncipe. Conseguir un cuerpo diez con arreglitos y cirugía; lo que sea para obviar tu vida normalita: tus salidas de fin de semana, como mucho algún viaje cerquita, tu cremita de supermercado, tu agua de colonia, tus dos horas semanales de gimnasia que no ayudarán a transformar ese ancho de cadera o esos pechos algo caídos, donde, al final tienes que enfundarte la faja fantástica anunciada en televisión que un poco más y te aprieta hasta el cuello y los tobillos.
No podrás escapar de la dura realidad, los amigos y anónimos, los familiares y hasta el espejo te dirán que eres una espléndida señora de cuarenta o cincuenta años, porque no sé dónde radica la diferencia, si es algo tan sutil como la mirada, pero lo que está claro es que estas señoras, por muy maravillosas que estén nunca podrán pasar por chicas de veinte e irremediablemente cuando escuchen las voces hipnotizadoras sabrán que las primaveras se vuelven a suceder y el otoño también llega y que la vida es maravillosa sin tener que ser comprada, es bella, dura, cruel, fantástica, para todos, pero… ¡joder, algunos se lo montan genial!
La publicidad son escaparates golosos para cubrir pequeñas frustraciones que señalan que ahí se encuentra la felicidad y a ver quién es lo suficientemente fuerte para vencer tanta presión.
Juventud, belleza, dinero, éxito, poder, felicidad… es un círculo perfecto que se cierra sobre sí mismo, rodeando a los otros seres que no podrán entrar ni salir nunca de él.
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