viernes, 22 de junio de 2012

Niños gordos


Hay muchos niños obesos en España, algo debemos estar haciendo mal, dijo el doctor.

Este mundo ha sido sometido a una o varias operaciones de estética, pero ni el colágeno, ni los estiramientos han conseguido hacerlo pasar por más joven. Este mundo está envejeciendo. Su aire, su tierra, su agua, ya no tienen la plenitud de la adolescencia. Su espíritu e ingenuidad, están degenerándose. Las mentes están chocheando, como se diría ahora enferma de demencia senil.

La línea levemente curva, más bien recta, excepto allí donde entró el bisturí, que hoy en día se le exige a la mujer, también, con sus diferencias cualitativas y cuantitativas se les pide al hombre, y hasta al niño.

Quedaron lejos la voluptuosidad de las carnes femeninas, quedaron lejos niños rollizos tan admirados con sus gorditos y colorados mofletes, síntomas de buena salud. Se perdieron en este camino la sensualidad del vello en el hombre, característica masculina desde nuestros amigos y parientes los primates.

Que los niños coman sano…, creo que nunca comieron mejor sólo que en las etiquetas  se esconde la trampa entre tanta letra pequeña.

En los tiempos donde encontrar un yogur en el frigorífico podía ser un objeto de disputa, al parecer nos criábamos más sanos. Con nuestros bocadillos de chorizo, el pan con chocolate o pan con aceitunas, hasta las chucherías eran más sanas.

Querido doctor, queridísimos expertos, por qué antes de acusar a la población , a esas madres desaprensivas que sólo saben dar bollería industrial a sus hijos, no buscáis el mal en las fábricas, en esos productos saturado de estabilizantes, conservantes, grasas insaturadas y saturadas desconocidas, potenciadores del sabor y aroma, etc. etc.

Observemos nuestros sanos productos del campo, llenos de nitratos, fertilizantes de origen innombrable, y pesticidas. Cultivos regados por aguas contaminadas con materiales orgánicos e inorgánicos, extremadamente peligrosos.

Ese ganado tan proteico cargado de hormonas, alimentados con productos transgénicos o con pastos fumigados.

Estos señores que envenenan el aire con sus contaminantes chimeneas, fábricas que producen alimentos muy saludables.

Querido doctor de la tele, tan afamado va usted repartiendo pedagogía barata, tan cómodo en su sillón del despacho desde donde riñe a sus enfermos y concede amablemente de vez en cuando una entrevista. Siempre por amor a la información, la divulgación  en pro de la salud y la educación de la población. Va siendo hora que por respeto a su juramento hipocrático, diga la verdad al fin. Y si es necesario póngase en contra de los verdaderos culpables, al menos irresponsables productores, deseosos de hacer negocio. Son los que están jugando con la salud de todos. Los peces, carnes, frutas y verduras y todo lo que sale de sus mercados, alimentos que ponen a la mesa esas cualificadas madres, anda engordando a sus hijos como pollos en granjas o peces en piscifactorías o cerdos y vacas hormonados o que comen pastos o piensos contaminados. Sus retoños señoras y señores tienen más estrógenos en sangre que la analítica de una mujer antes de llegar a la menopausia y en su momento álgido del ciclo menstrual.

Somos lo que comemos, quizá por esto, estemos podridos.

Un mercado más interesado en promocionar sus productos para incrementar sus ingresos, asunto del todo loable, que preocupado por que éstos se generen con la suficiente calidad nutritiva y sin contaminación. Atosigan publicitariamente a la población, fomentando un consumo excesivo, que si  hay que comer al día proteínas de carne y pescado, varias piezas de frutas, no sé cuántos gramos de verduras, legumbres suficiente para abastecer de fibra a una empresa textil y si es poca añadir más de cereales. Leche en todas sus variantes y huevos. Tal vez, olvide algo pero de seguir estas recomendaciones de la incuestionable OMS, creo que de la mesa no me levanto; tan sólo para beber al menos dos litros de agua y como es consecuente un número indeterminado de visitas al servicio, entre tanta agua, tanta fibra y tanto yogur.

Que si los niños no se mueven, que si mucha bollería. Pobres míos, entre taller y clase de inglés, natación y bádminton, tal vez, sólo les quede tiempo para un bollito de cacao, tan bien presentado y con tanta publicidad alucinógena y vitalista.

No convirtamos la alimentación en una religión. No estigmaticemos, mejor sería que produzcan alimentos más saludables.

Los productos llamados ecológicos son más caros, por lo tanto más elitistas. Como siempre serán los mismos quiénes se beneficien. Los hijos de éstos por supuesto serán muy guapos y delgados como sus papás.

Algo debemos estar haciendo mal, electivamente, permitir toda esta basura.

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