sábado, 9 de junio de 2012

Un cuento chino


Estoy cansada de oír estupideces peligrosas. Y lo que todavía es peor, ver como esas consignas y argumentos se instauran en la gente, se interiorizan cuando tendrían y deberían hacerles reaccionar enérgicamente.

Tan acostumbrados estamos a oír a diario mensajes del discurso económico incomprensibles para la mayoría de la población. Sería más eficiente hablar en términos comparativos que fueran claros y evidentes –fulano recibe cierta cantidad de dinero por dimitir (no despido), con la que podía vivir mil familias durante un año; ─ con que pagaran religiosamente sus impuestos 30 grandes empresarios, evitaríamos el recorte de los sueldos de un millón de familia; mostrar con gráficos sencillos marcando las claras diferencias… Pero les interesa más hablar con un lenguaje técnico, sobre cifras incalculables que la gente de la calle no puede manejar. A veces, ante todo ese murmullo incomprensible y mal definido, acabamos por tragarlo sin asimilar.

Los medios de comunicación bien diestros en estas estrategias para confundir al personal, manejan este código de distracción. La publicidad ha mamado de la psicología humana, que ante palabras extrañas reaccionan dándole un valor añadido, sobre todo si ese lenguaje tiene una connotación científica. Echemos un vistazo a los spots de cosméticas, toda una amalgama de términos desconocidos, incluso en otro idioma, para mayor confusión: nanosfera, genómica y tecnología intuin gen TM, proteína Nrf2, efecto polish, revitalizing supreme global anti-aging, serum bifásico antised, ácido hialurónico, coenzima Q10… Sí señores, y nos lo tragamos y embadurnamos nuestras pieles con toda esa mezcolanza de palabrejas que parecen ser muy importantes y por tanto eficientes. Y cuanto más caro el producto mejor.

Entre tanta palabrería y especialistas afanados en explicarle al hombre de la calle estos desastres económicos, nos bombardean con frases del estilo “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Me pregunto qué posibilidades se nos suponen. ¿Es, tal vez, un abuso de privilegio para el pobre vivir con dignidad? ¿De ese nivel, al parecer, tan superado están también ellos dispuestos a prescindir?

Me escandaliza pensar que este mundo no tiene remedio, si por un lado los poderosos, por supuesto, no están dispuestos a vivir sin sus comodidades y lujos (porque creen que se los merecen), mientras el pobre deba dar gracias por las migajas que se desprendan de su obsceno bienestar.

Pero lo aún más triste es ver como cala en la gente de la calle ese discurso ofensivo, denigrante, prepotente y devastador. ¿Cómo podemos pensar que el pobre ha vivido por encima de sus posibilidades por querer tener una casa, un coche, unas comodidades?, ¿es mucho pedir?, ¿es un privilegio para nosotros y para ellos no?, ¿simplemente es que se lo merecen porque son ricos, por mérito propio? Esas casas, esos coches, esas comodidades nos las ofrecieron en asfixiantes plazos.

A otros con ese cuento (literalmente) chino. Éste es el cuento de nunca acabar, como el de la Pipa Larga. ¿Lo recuerdan?: ¿Quieres que te cuente el cuento de la Pipa Larga? Y el niño contestaba sí, “Si yo no te digo ni que sí ni que no, sino si quieres que te cuente el cuento de la Pipa Larga”. Y, el crío pensaba si le he dicho que sí y no me lo cuenta, será que debo decir, no. Y de nuevo por respuesta, la misma pregunta.

Así andamos por la vida, gracias a este tipo de gentuza. Generación tras generación, siglo tras siglo, el poder se niega a perder sus privilegios. Y acaba exigiendo al débil toda la ética y el compromiso del que ellos carecen.

Siempre va a haber pobres, pues sí, son convenientes y necesarios para los ricos. Pobres e ignorantes. Pobres y sometidos. Pobres y engañados y manipulados. Y, ¡hasta pobres convencidos!

No hay remedio, miremos la historia y entonces pensemos. Revoluciones y luchas consiguen cambios positivos para progresar en la igualdad y nuevas revoluciones y luchas tiran por tierra todo lo logrado. Revoluciones y luchas estratégicamente preparadas desde el poder, promovidas, divulgadas por los medios en un continuo lavado de cerebros. ¿Cuántos podemos ser capaces de soportar estas acciones, que se pueden considerar como una tortura? ¿Cuántos pueden sobreponerse a tanto caos informativo? Unos porque tienen la suficiente preparación, fuerza o convencimiento firme de las prioridades basadas siempre en el respeto y en la necesidad de avanzar en la igualdad de todos los hombres. Que no nos engañen más con el sacrificio, ya está bien de tantos dioses aliados con el poder. Acaso viven ellos esos sacrificios, sobrellevados en  sus barcos de recreo, viajes exóticos, inmensas casas y mansiones. Una calidad de vida exquisita con la ayuda de sus sirvientes. Esta es la palabra mágica, necesitan sirvientes y estos, cuanto más necesitados, mejor. La pobreza obliga a tanta humillación por si ésta en sí misma no fuera poca.

Mientras que la verdadera revolución no sea desde la exigencia de no seguir permitiendo esta falta de respeto a la dignidad humana, desde todos los frentes, individuales y colectivos, políticos e institucionales, cercanos y lejanos. Que siempre que este derecho fundamental fuese dañado y se atentara contra él, un revulsivo social desprendido de egoísmos y envidias, luchara verdaderamente por los derechos del otro. Comprendiendo que la reivindicación por el perjudicado también nos beneficiará tarde o temprano.

¿Por qué nos revelamos ante las protestas de sectores o individuos que buscan el respeto, la igualdad y sobre todo una vida más plena y más llena de bienestar? ¿Por qué se despierta la envidia negándoles a ellos lo que deberíamos exigir para todos? Si aquel tiene mejor sueldo, más tiempo libre para disfrutar de la vida, del amor, de los hijos, de la familia y amigos. ¿No es esto acaso deseable y posible? ¿No es mejor desear también mejores condiciones, buscarlas y exigirlas desde la responsabilidad y el derecho a ser feliz en lugar de echarnos tierra encima unos a otros cuando todos estamos en el mismo barco?

Ese es el peligro, nuestra solidaridad, que el poder intenta, con todos los medios a su alcance destruir, corromper, tergiversar, a través del miedo, la mentira y la manipulación. Ellos cuentan con todos los mecanismos, pero nosotros contamos con la fuerza que se consigue a través de la unión. Somos verdaderamente los que tenemos el poder y ellos lo saben. Debemos exigir cultura (de la verdadera, no el folklore que nos distrae), derechos fundamentales, casa, educación, justicia, y auténtica igualdad para todos. Sin falsos demócratas que ocultan a ideólogos fascistas.

¿Cómo se atreven a quitar los derechos tan duramente conseguidos, arrancados a sociedades que sufrieron el avasallador poder que incluso pagaron con sus vidas? Vienen estos ahora a hablarnos de perderlos, de pedirnos que nos inmolemos, ¿para qué? ¿Para quiénes? Estamos sorprendidos con los continuos abusos que ellos cometen

Despertar de estas tinieblas, salir de la contaminación creada y exigir. No callar, no aceptar sus discursos, no confundirnos. Impidamos perder los derechos fundamentales. De otro modo sólo conseguiremos caer en sus redes y cuando nos hallemos totalmente perdidos, estaremos dispuestos al fin para ser sacrificados, desde sus parillas. Cuando nos priven de toda dignidad estaremos a su servicio, y entonces, como señores buenos y generosos, tendrán la benevolencia de ir ofreciéndonos sus pequeñas limosnas, pero que nunca alcanzarán la dirección de desarrollo en los derechos que habíamos ya conseguido y los que nos quedan por conseguir. No estarán dispuestos a permitirlo, les va en ello sus vidas de lujo.

Demostrémosles que si unimos nuestras causas nos protegemos y avanzamos. Hoy por mí, mañana por ti. No entremos nunca al juego de sus crisis y guerras, al final, siempre perderemos nosotros, incluso con la vida, o valdría ésta tan poco que para qué vivirla.

No sabemos quiénes son los que controlan el cotarro, ni nunca lo sabremos, los que salen en las fotos son sus ilustres lacayos. Pero sí sé cómo se llaman, de nombre de pila Cabrón, y de apellidos Hijos de Puta.

¿Qué hacemos? No permitírselo. ¿Cómo lo conseguimos? Saliendo todos a la calle, abandonando todo el engranaje social para demostrarles quiénes mantienen el mundo a flote.

No permitiendo una injusticia más con el pretexto hipócrita de contribuir con la pérdida de derechos para salir de la crisis. ¿Qué están ellos dispuestos a perder si cuando dimiten se llevan millones? ¿Sabemos cuántas familias podrían vivir con una mínima dignidad con ese dinero que se lleva uno sólo? Y esto es de lo que nos enteramos, ¿podéis imaginar todo lo que ignoramos?

Parece haberse conseguido el desarrollo y progreso del mundo, pero si observamos más de cerca, si salimos de nuestro campo de visión, veremos que hay otros mundos, feos, llenos de desgracias humanas. Decimos, desde nuestra prepotente mirada, que el mundo ha progresado mucho, y sin embargo, las dos terceras partes de él aún viven en la miseria, en el subdesarrollo más absoluto y sumergidos en conflictos continuos.

¿Desean tal vez una nueva sociedad ahogada por servidumbres? Nos insinúan que sociedades dictatoriales son ejemplos de lucha y trabajo, como ocurre con China. Los chinos que están escalando poderes y beneficios no son la mayoría, ésta está viviendo por debajo de los umbrales de la pobreza. ¿Tal vez trabajar a todas horas y días es un estilo de vida deseable?

La crisis ha supuesto un abuso de poder queriendo instalar toda una dinámica de esclavitud.

Última noticia, España al rescate. Pero el ministro se apresura a decir que es sólo una ayuda. Quizás ayuda sustituya a la palabra tabú. En fin, seguimos sumando. Y concluyo con una nota necrológica, hoy sentada en el sofá escucho: “El país ha muerto de una grave y dolorosa enfermedad”

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