Estoy cansada de oír estupideces
peligrosas. Y lo que todavía es peor, ver como esas consignas y argumentos se
instauran en la gente, se interiorizan cuando tendrían y deberían hacerles
reaccionar enérgicamente.
Tan acostumbrados estamos a oír a
diario mensajes del discurso económico incomprensibles para la mayoría de la
población. Sería más eficiente hablar en términos comparativos que fueran
claros y evidentes –fulano recibe cierta cantidad de dinero por dimitir (no
despido), con la que podía vivir mil familias durante un año; ─ con que pagaran
religiosamente sus impuestos 30 grandes empresarios, evitaríamos el recorte de
los sueldos de un millón de familia; mostrar con gráficos sencillos marcando
las claras diferencias… Pero les interesa más hablar con un lenguaje técnico,
sobre cifras incalculables que la gente de la calle no puede manejar. A veces,
ante todo ese murmullo incomprensible y mal definido, acabamos por tragarlo sin
asimilar.
Los medios de comunicación bien
diestros en estas estrategias para confundir al personal, manejan este código
de distracción. La publicidad ha mamado de la psicología humana, que ante
palabras extrañas reaccionan dándole un valor añadido, sobre todo si ese
lenguaje tiene una connotación científica. Echemos un vistazo a los spots de
cosméticas, toda una amalgama de términos desconocidos, incluso en otro idioma,
para mayor confusión: nanosfera, genómica y tecnología intuin gen TM, proteína
Nrf2, efecto polish, revitalizing supreme global anti-aging, serum bifásico
antised, ácido hialurónico, coenzima Q10… Sí señores, y nos lo tragamos y
embadurnamos nuestras pieles con toda esa mezcolanza de palabrejas que parecen
ser muy importantes y por tanto eficientes. Y cuanto más caro el producto
mejor.
Entre tanta palabrería y especialistas
afanados en explicarle al hombre de la calle estos desastres económicos, nos
bombardean con frases del estilo “hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades”. Me pregunto qué posibilidades se nos suponen. ¿Es, tal vez, un
abuso de privilegio para el pobre vivir con dignidad? ¿De ese nivel, al
parecer, tan superado están también ellos dispuestos a prescindir?
Me escandaliza pensar que este
mundo no tiene remedio, si por un lado los poderosos, por supuesto, no están
dispuestos a vivir sin sus comodidades y lujos (porque creen que se los
merecen), mientras el pobre deba dar gracias por las migajas que se desprendan
de su obsceno bienestar.
Pero lo aún más triste es ver
como cala en la gente de la calle ese discurso ofensivo, denigrante, prepotente
y devastador. ¿Cómo podemos pensar que el pobre ha vivido por encima de sus
posibilidades por querer tener una casa, un coche, unas comodidades?, ¿es mucho
pedir?, ¿es un privilegio para nosotros y para ellos no?, ¿simplemente es que
se lo merecen porque son ricos, por mérito propio? Esas casas, esos coches,
esas comodidades nos las ofrecieron en asfixiantes plazos.
A otros con ese cuento (literalmente)
chino. Éste es el cuento de nunca acabar, como el de la Pipa Larga. ¿Lo
recuerdan?: ¿Quieres que te cuente el cuento de la Pipa Larga? Y el niño
contestaba sí, “Si yo no te digo ni que sí ni que no, sino si quieres que te
cuente el cuento de la Pipa Larga”. Y, el crío pensaba si le he dicho que sí y
no me lo cuenta, será que debo decir, no. Y de nuevo por respuesta, la misma
pregunta.
Así andamos por la vida, gracias
a este tipo de gentuza. Generación tras generación, siglo tras siglo, el poder
se niega a perder sus privilegios. Y acaba exigiendo al débil toda la ética y
el compromiso del que ellos carecen.
Siempre va a haber pobres, pues
sí, son convenientes y necesarios para los ricos. Pobres e ignorantes. Pobres y
sometidos. Pobres y engañados y manipulados. Y, ¡hasta pobres convencidos!
No hay remedio, miremos la
historia y entonces pensemos. Revoluciones y luchas consiguen cambios positivos
para progresar en la igualdad y nuevas revoluciones y luchas tiran por tierra
todo lo logrado. Revoluciones y luchas estratégicamente preparadas desde el
poder, promovidas, divulgadas por los medios en un continuo lavado de cerebros.
¿Cuántos podemos ser capaces de soportar estas acciones, que se pueden
considerar como una tortura? ¿Cuántos pueden sobreponerse a tanto caos
informativo? Unos porque tienen la suficiente preparación, fuerza o
convencimiento firme de las prioridades basadas siempre en el respeto y en la
necesidad de avanzar en la igualdad de todos los hombres. Que no nos engañen
más con el sacrificio, ya está bien de tantos dioses aliados con el poder.
Acaso viven ellos esos sacrificios, sobrellevados en sus barcos de recreo, viajes exóticos, inmensas
casas y mansiones. Una calidad de vida exquisita con la ayuda de sus
sirvientes. Esta es la palabra mágica, necesitan sirvientes y estos, cuanto más
necesitados, mejor. La pobreza obliga a tanta humillación por si ésta en sí
misma no fuera poca.
Mientras que la verdadera
revolución no sea desde la exigencia de no seguir permitiendo esta falta de
respeto a la dignidad humana, desde todos los frentes, individuales y
colectivos, políticos e institucionales, cercanos y lejanos. Que siempre que
este derecho fundamental fuese dañado y se atentara contra él, un revulsivo
social desprendido de egoísmos y envidias, luchara verdaderamente por los
derechos del otro. Comprendiendo que la reivindicación por el perjudicado
también nos beneficiará tarde o temprano.
¿Por qué nos revelamos ante las
protestas de sectores o individuos que buscan el respeto, la igualdad y sobre
todo una vida más plena y más llena de bienestar? ¿Por qué se despierta la
envidia negándoles a ellos lo que deberíamos exigir para todos? Si aquel tiene
mejor sueldo, más tiempo libre para disfrutar de la vida, del amor, de los
hijos, de la familia y amigos. ¿No es esto acaso deseable y posible? ¿No es
mejor desear también mejores condiciones, buscarlas y exigirlas desde la
responsabilidad y el derecho a ser feliz en lugar de echarnos tierra encima
unos a otros cuando todos estamos en el mismo barco?
Ese es el peligro, nuestra
solidaridad, que el poder intenta, con todos los medios a su alcance destruir,
corromper, tergiversar, a través del miedo, la mentira y la manipulación. Ellos
cuentan con todos los mecanismos, pero nosotros contamos con la fuerza que se
consigue a través de la unión. Somos verdaderamente los que tenemos el poder y
ellos lo saben. Debemos exigir cultura (de la verdadera, no el folklore que nos
distrae), derechos fundamentales, casa, educación, justicia, y auténtica
igualdad para todos. Sin falsos demócratas que ocultan a ideólogos fascistas.
¿Cómo se atreven
a quitar los derechos tan duramente conseguidos, arrancados a sociedades que
sufrieron el avasallador poder que incluso pagaron con sus vidas? Vienen estos
ahora a hablarnos de perderlos, de pedirnos que nos inmolemos, ¿para qué? ¿Para
quiénes? Estamos sorprendidos con los continuos abusos que ellos cometen
Despertar de
estas tinieblas, salir de la contaminación creada y exigir. No callar, no
aceptar sus discursos, no confundirnos. Impidamos perder los derechos
fundamentales. De otro modo sólo conseguiremos caer en sus redes y cuando nos
hallemos totalmente perdidos, estaremos dispuestos al fin para ser
sacrificados, desde sus parillas. Cuando nos priven de toda dignidad estaremos
a su servicio, y entonces, como señores buenos y generosos, tendrán la
benevolencia de ir ofreciéndonos sus pequeñas limosnas, pero que nunca
alcanzarán la dirección de desarrollo en los derechos que habíamos ya
conseguido y los que nos quedan por conseguir. No estarán dispuestos a
permitirlo, les va en ello sus vidas de lujo.
Demostrémosles
que si unimos nuestras causas nos protegemos y avanzamos. Hoy por mí, mañana
por ti. No entremos nunca al juego de sus crisis y guerras, al final, siempre
perderemos nosotros, incluso con la vida, o valdría ésta tan poco que para qué
vivirla.
No sabemos
quiénes son los que controlan el cotarro, ni nunca lo sabremos, los que salen
en las fotos son sus ilustres lacayos. Pero sí sé cómo se llaman, de nombre de
pila Cabrón, y de apellidos Hijos de Puta.
¿Qué hacemos? No
permitírselo. ¿Cómo lo conseguimos? Saliendo todos a la calle, abandonando todo
el engranaje social para demostrarles quiénes mantienen el mundo a flote.
No permitiendo
una injusticia más con el pretexto hipócrita de contribuir con la pérdida de
derechos para salir de la crisis. ¿Qué están ellos dispuestos a perder si
cuando dimiten se llevan millones? ¿Sabemos cuántas familias podrían vivir con
una mínima dignidad con ese dinero que se lleva uno sólo? Y esto es de lo que
nos enteramos, ¿podéis imaginar todo lo que ignoramos?
Parece haberse
conseguido el desarrollo y progreso del mundo, pero si observamos más de cerca,
si salimos de nuestro campo de visión, veremos que hay otros mundos, feos,
llenos de desgracias humanas. Decimos, desde nuestra prepotente mirada, que el
mundo ha progresado mucho, y sin embargo, las dos terceras partes de él aún
viven en la miseria, en el subdesarrollo más absoluto y sumergidos en
conflictos continuos.
¿Desean tal vez
una nueva sociedad ahogada por servidumbres? Nos insinúan que sociedades
dictatoriales son ejemplos de lucha y trabajo, como ocurre con China. Los
chinos que están escalando poderes y beneficios no son la mayoría, ésta está
viviendo por debajo de los umbrales de la pobreza. ¿Tal vez trabajar a todas
horas y días es un estilo de vida deseable?
La crisis ha
supuesto un abuso de poder queriendo instalar toda una dinámica de esclavitud.
Última noticia,
España al rescate. Pero el ministro se apresura a decir que es sólo una ayuda.
Quizás ayuda sustituya a la palabra tabú. En fin, seguimos sumando. Y concluyo
con una nota necrológica, hoy sentada en el sofá escucho: “El país ha muerto de
una grave y dolorosa enfermedad”
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