Empezaré por un punto concreto, por no retroceder demasiado
y perderme en los abismos de las ideas entrando, como suelo, en un bucle, un
atolladero de reflexiones donde acabo perdiéndome como en un laberinto donde no
vale seguir siempre en la misma dirección. Parto de una entrevista realizada
hoy a nuestro líder mediático Eduard Punset. Es conocido por todos gracias a
sus continuas apariciones en programas de televisión y radio. Él ha creado una
imagen y los medios la han reforzado con cierto valor científico, pero no deja
de ser una seudociencia con elementos atractivos para la población. ¿Quién no
desea ser feliz? Pero, ¿qué es eso de la felicidad sino un concepto inventado?
Manipulado estratégicamente por la publicidad para fomentar e incrementar
nuestro consumo. La publicidad dirige nuestros deseos, supuestos impulsores de
nuestras pequeñas o grandes felicidades, pero auténticos verdugos de ella
cuando no conseguimos realizarlos.
Esta sociedad consumista, ya no tan actual, engaña a
nuestros pobres espíritus con satisfacer deseos inoculados acumulando elementos
supuestamente necesarios que determinan nuestra felicidad.
La felicidad también es víctima de la moda y lo que hoy
podía hacernos felices, mañana no. La élite va marcando tendencia. Esta élite,
siempre satisfecha, nos habla de una mirada positiva, casi ingenua de la
felicidad. Tal vez, lo que esta gente quiera con esta bonita y deseada palabra
sea conseguir atontar a una población, banalizarla, convertirla en mentes poco
exigentes, esforzándose en sentir la paz interior a través de contextos
espirituales, deportivos, de ocio, de moda… llenando nuestras vidas. No importa
que lleves meses sin trabajar, que te hayas quedado en la calle, que no puedas
dar a tus hijos lo mínimo para vivir con dignidad (una estabilidad, una
formación adecuada, una alimentación correcta, un desarrollo pleno de su
personalidad) amparados por unos padres que le puedan dedicar su tiempo. Y ¿qué
decir de ese muestrario de placeres culinarios que famosos chefs nos muestran a
través de la hipnótica ventana de nuestro televisor? No son platos de todos los
bolsillos, pero son mostrados como objetos de deseo. La élite siempre marca la
diferencia entre ellos y nosotros.
Podemos seguir añadiendo: programas donde nos enseñan casas
habitadas por glamorosos personajes de estupendos jardines y piscinas; diseñadores
que lamentan tener su sector en crisis y sin embargo están sustentados por
grandes inversiones y presentados sus desfiles ¡hasta en los telediarios!
Querido Punset, esta mañana nos hablabas de que todos
nuestros problemas tienen fácil solución si somos optimistas y positivos, si
nos conformamos con pequeños placeres, si hemos tenido la inmensa suerte de ser
queridos y apoyados en nuestra vida. Es cierto que la autoestima, un ánimo
positivo, y una vida cómoda, ayudan, siempre ayudan. Una actitud positiva
siempre es recomendable mientras que otras fuerzas no se estampen, como una
tarta, en tu rostro.
Mañana me levantaré positiva, me pondré en marcha y me
esforzaré para conseguir un trabajo, mantener mi hipoteca y tener a mis hijos
colmados con todas las posibilidades y competencias a su alcance.
Cualquier esfuerzo en la formación requiere tiempo y dinero.
Es una idea peligrosa creer que tenemos lo que nos merecemos y que, con
esfuerzo, se consigue y se puede alcanzar un futuro mejor.
Claro que, como mis hijos son tan listos, porque han
heredado mi inteligencia, que si llegan a heredar la de la madre, a ver cómo
iban a poder estudiar, que se esfuercen, dice esta gente tan entendida. Tal vez
estos no hayan comprendido aún que esfuerzo y resultados no son parte de un
continuo, quizás para ellos, porque, si no valían, siempre contaban con otra
salida, otro colegio privado, profesores particulares, cursos en el extranjero…
¿Cómo repercute la recompensa de un esfuerzo en una persona que antes debe
atender mil necesidades? ¿Cómo puede competir un atleta minusválido con el
mejor corredor del mundo, incluso con uno normalito, incluso con uno flojo
convencido, pero con chófer particular? Estos Punsetes son peligrosos porque hacen
una sociedad conformista que acepta y mira al mundo con una ingenuidad que no
lo merece. Pero ellos saben que el pueblo unido compensa la economía de un
país, donde las grandes fortunas tienen sus paraísos fiscales. Saben que sólo
con sus sacrificios, el carro tira para adelante. La fe mueve montañas, pero
esta carga demasiado pesada, formada por todos estos sinvergüenzas y
aprovechados, nos hará derramar sangre y no esperemos que se compadezcan y nos
ayuden a tirar de él. Ellos no lo necesitan, a nosotros nos va la vida en ello.
Me pregunto si le sirvió de algo a los esclavos del Antiguo
Egipto construir aquellas maravillosas pirámides que sirvieron para anunciar
sus grandezas y esfuerzos o si fueron alivio para su postrero descanso.
Invito a pensar, la felicidad no se construye con cosas
pequeñas sino importantes y necesarias que nos ayuden a crecer libres. Armonía
y equilibrio entre la gente de todos los países. Equilibrio y equidad, huyendo
de falsos salvadores.
Llenemos nuestro cuerpo y espíritu y bajo la sombra de un
hermoso árbol, mejor con frutos, descansemos y disfrutemos de las maravillas
que nos rodean, además, veréis qué bien se hace la digestión o lo que se rodee.
También a mí me gusta disfrutar de las cosas simples y pequeñas que te ofrece
la ingravidez y liviandad de la felicidad. Pero no en vano dijo aquel que la
felicidad está llena de pequeñas cosas, un pequeño yate, una pequeña mansión,
una pequeña fortuna…
Bromas aparte, debemos saber que toda esa avalancha de
filosofías positivas, nos arrastran a la misma ignorancia a la que nos suele
tener acostumbrados el poder. Ilusiones para crear un ánimo hipnótico no
consciente e irresponsable. Hace falta un carácter de acción, una acción
orientada, no a un placer individual, que sólo abarque mi mundo particular,
sino que necesita de una catarsis total, un cambio de mentalidades. De una vez
por todas, demos utilidad a esa parte del cerebro que tanto se suele tener
dormida y no es el equívoco y malentendido potencial del que tanto hablan esos
gurús científicos, sino uno que siempre ha estado ahí y funciona con energía
ecológica: pensar. Pero con una mirada crítica, cuestionándolo todo, digiriendo
argumentos y discursos, muchos de los cuales nos los tragamos ya triturados.
Pensemos desde el amor, no sólo del propio, sino del ajeno,
del respeto, no sólo a nosotros, sino hacia los demás.
Fuera demagogia, cuidado discípulos punsetianos, la vida no
trata a todos por igual, por eso el hombre debe luchar por esa igualdad. Un
mundo mejor para todos, esta es la verdadera filosofía positiva.
La felicidad no es un concepto universal, ni tan
determinante para todos. Hay sociedades que ni siquiera se la plantean. Es un
recurso de las sociedades tecnológicamente desarrolladas contaminado, como sus
grandes ciudades, y utilizado como cebo para la población.
Es una ideología elitista, cuanto menos, de una parte de la
población que suele desconocer los mundos subterráneos, tal vez la hayan leído
o estudiado, pero siempre desde la protectora distancia del que tiene lo
fundamental cubierto, y a partir de ahí se permite disfrutar de la vida.
En este mundo desarrollado, nuestras satisfacciones son
éticamente mediocres, frente a las injusticias cometidas al resto de la
humanidad. Quién si no se recreaba antaño con el arte y la cultura, quién
llegó, si no por origen o mecenas, a un desarrollo de sus capacidades. El
hombre fue creando derechos para todos, ahora quieren, en esta sociedad
desarrollada, volver a andar para atrás. Que no nos engañen, la pérdida de
estos derechos y los soporíferos rumores de falsa filosofía seudocientífica de
distracciones superfluas y el desarrollado control de los medios, nos quieren
dirigir hacia una vuelta a la ignorancia.
El hombre es libre cuando piensa por sí mismo, y este pensar
sólo tiene un camino para la felicidad, la igualdad desde el respeto.
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