África es una pera jugosa, la próxima fruta a comer.
El viejo continente muere de inanición, por propia voluntad
o por un suicidio colectivo, promovido e incitado por gurús de la economía que
ahora echan sus ojos golositos a las carnes frescas y morenas de la virgen
África.
Hincaron ya el diente en el Asia Meridional, más por materia
humana que por prima. Ahora le toca a esta caliente, diversa, joven, exuberante
y pobre aunque inmensamente rica en vida orgánica y mineral, África, la madre
entre las madres, donde surgió el alma primigenia.
En cuanto pongan en orden y firmes a sus dirigentes y
aliados, en cuanto llenen sus bocas y bolsillos, en cuanto ya no interesen
ciertos conflictos, ahí estarán los blanquitos emigrantes del negocio, y algún
que otro negro o seminegro por aquello de la paridad racial, llamada más
correctamente étnica. Sus ojos clínicos saben detectar el lugar y el momento
más adecuado, linces en artimañas y juegos bursátiles. Sin importarles que los
que queden aquí, se conviertan en los nuevos pobres del mundo.
Arrastrados a matanzas, donde sea conveniente inventar un
conflicto y poner a raya a algunos que se salgan del plato y tengan la osadía
de enfrentárseles. Que sepan quién manda y el que manda dispone, y al mandado
se les echa desperdicios humanos, animales adiestrados para matar, para odiar,
para cegarse contra el otro. Ejércitos dispuestos a morir por ellos, engañados
o convencidos, a cambio de qué, ¿de honor? De otra compensación, el azúcar
después de acometer con destreza la gracieta de turno, la pirueta o la
palmadita, con servil entrega.
Ya se están dando los primeros pasos. Una retirada
conveniente, hacerles creer que alcanzan estatus, control de sus riquezas,
autonomía en sus políticas sociales…Pero, quiénes manejan los hilos de estas
marionetas, siempre serán los mismos, los que tienen la última voz. Hacerles
creer que ganan, para ser ellos los únicos en vencer al final.
Amiga África, ojo con las manos que mecen vuestras cunas.
Crecer al fin de vuestras tierras vírgenes, secas por egoísmos. Beber de
vuestros ríos y lagos y recoger los frutos de vuestros úteros. Ganar esa lucha
por el bien del mundo, aprender de nuestros errores. Dicen, que nadie aprende
por cabeza ajena; basta que de vuestra ancestral experiencia maméis. Aún que
conserváis la esencia de la vida, que no os maten más ni de cuerpo ni de
espíritu. Por el bien de la humanidad. Que así sea.
Este es su discurso prepotente: África ya estás preparada
para recibir nuestras bendiciones.
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