En un mundo inhóspito, donde desconocemos las alimañas
que nos acechan, no queda otra que unir fuerzas, para reconocerlas y luchar
enérgicamente contra ellas.
Merlovier
En
los servicios de la empresa, la empleada de mantenimiento escucha una
conversación entre el presidente de la compañía y un tal Jeffrey. Se encuentra
en el cuarto de la limpieza. Había dejado la puerta entreabierta mientras cogía
un estropajo del armario. Con la luz apagada, conoce bien el lugar por donde
trastea a diario y tantea con la palma de la mano. Los que hablan ignoran que
se encuentra allí. Espera dentro para salir cuando se marchen. Sería violento
si estuvieran en los urinarios. Está preocupada de que se den cuenta de su
presencia y permanece callada y oculta, no por cotillear, más bien por
vergüenza. Es una mujer sin estudios, pero comienza a entender pronto que algo
se traen entre manos. Algo que apenas comprende, pero que su imaginación intuye
secreto. Poco a poco la conversación toma unos tintes extraños, como de ciencia
ficción. Hablan de “partir al paraíso”.
-
Lo mismo nos montamos una crisis que una guerra, Jeffrey, así que no te
preocupes por los pormenores.
-
Señor, eso que usted llama pormenores, puede complicar las cosas.
-
Te equivocas, Jeffrey, nadie podrá con nosotros. Y el que se pase de listo, ya
sabes, tenemos nuestros recursos.
Jeffrey
sabía de qué hablaba, alguna vez le tocó ser intermediario de esos “recursos”.
-
Señor, ¿qué hará con el primer ministro?
-
A ese meapilas no se le dice nada, es un gilipollas y lo puede estropear todo.
¿No ves que ni siquiera sabe leer los discursos que se le escriben? Más de una
vez nos ha metido en apuros. Menos mal que lo tenemos todo controlado y la
gente, ya sabes cómo son. Se les engaña fácilmente.
-
Señor, ¿qué hará con el primer ministro francés?
-
Ese imbécil dice que teme por su familia, no quiere arriesgarse. Pero no me
preocupa, la gente que tiene mucho que perder no son para mí ningún problema.
-
¿Y del vicepresidente?
-
¡Claro! ese será el que lea el discurso donde nos daremos las claves para
partir. A ese lo necesito, Jeffrey, donde vamos también necesitamos esclavos.
Por eso vienes tú.
Y
soltó una desagradable carcajada. Comenzaron a lavarse las manos. Ella sentada
en el suelo oía todo incrédula y algo perdida.
- Jeffrey,
tú no has estado allí, ¿no?
-
No señor. Supervisé los planos y he seguido todas las obras a través de los
satélites, la verdad es que está aquello precioso.
-
Más que precioso, Jeffrey, es realmente un paraíso. Hemos construido el cielo,
nunca mejor dicho. Mejor que el divino. Ha costado, pero gracias a esta
población mundial –y con voz jocosa-, a esta dura crisis, nos hemos montado el
mejor mundo del universo. Ya ves, tan fácil. Tuvimos que dejar de hablar de
viajes a la Luna para no levantar sospechas, preparar el nido de la gallina de
los huevos oro, dejamos que creyeran las enormes dificultades físicas y
tecnológicas. Los recortes de presupuesto, el poco interés que suponía para la
ciencia… Ofrecimos a nuestros amigos científicos sus juguetitos para meterse en
sus laboratorios. ¡Bendita crisis, Jeffrey! ¡Cuánta felicidad nos ha aportado!
Estuve allí el fin de semana pasado, con mi mujer y es alucinante. Ya verás,
vas a vivir de puta madre. Y ya sabes, no tendrás problemas de chicas, llevamos
un buen cupo.
Tras
una risita ridícula hubo un silencio.
-
Aquella tonta se pasó de lista y ya sabes cómo acabó. Se lo buscó. Lástima, tan
joven y se suicida.
Se
tapó la boca horrorizada. Hasta ahora todo le pareció una historia irreal, pero
esto era ya algo más peligroso. Estaba en juego un secreto, en el que no todos
podrían entrar y aquellos que lo descubrieran pagarían con su vida. O esta
valdría tan poco que desearían morir.
- Jeffrey,
coge un puro. Celebremos el próximo día D.
-
Señor, ¿cuándo lo comunicará el vicepresidente?
-
Bueno, todo está preparado para el 25 de abril. La fecha se comunicará para los
miembros del club camuflada en el discurso que dará informando sobre los datos
del paro. Cuando diga, ha aumentado un 4%, será la hora y en otros detalles
dará el lugar.
-
Señor –contesta Jeffrey soltando un soplido-, ¡qué buen puro!
- Jeffrey,
allá podrás fumarlos donde quieras, vamos al paraíso, sin nuestras normas, sin
nuestro control, sin nuestras leyes y restricciones, sin nuestros juegos y
chantajes, ni amenazas, un mundo lleno de placeres y libertad. El infierno debe
seguir aquí para que nosotros podamos vivir allí como dioses. ¿Crees que soy
malo, Jeffrey?
-
Señor, por favor, las personas inteligentes como usted son muy necesarias.
-
Vamos, vamos Jeffrey, no me pelotees, ya sabes que te vienes con nosotros.
-
Es un honor el que usted me hace.
-
Inventamos conflictos y enemigos y nos los quitamos del medio sin más. Cuando
nos conviene los hacemos invisibles y los linchamos ante la opinión pública si
es eso lo que nos conviene. Verdades entre mentiras, creamos la duda, la
incertidumbre. Generamos impotencia, inseguridad, inventamos odio o reforzamos
los que están y conseguimos la indefensión aprendida. Querido Jeffrey, si lo
llegamos a planear no nos sale mejor. Contamos con el mejor ejército que jamás
se haya tenido, sólo con imágenes y sonido y pocas palabras colocadas
estratégicamente y voilá, todo bajo control. Si se descoloca alguna pieza se
distrae al personal, se deja de hablar, se busca tema y la gente como si nada.
Se lo traga todo, todo, todo. Oh, Jeffrey, siento el orgasmo del poder total.
-
Señor, es usted como Dios.
-
Querido, ¿quién es ese?
Y
volvió a soltar esa carcajada entre ridícula y prepotente que le heló la
sangre, sintiendo un escalofrío. Sabía a pesar de su ignorancia, que estaba
siendo testigo secreto de algo de suma importancia. Una realidad peligrosa que
se movía entre la gente como un gas tóxico sin olor, ni sabor, ni color que
provocaba muertes, a veces físicas, a veces no, pero que iba destruyendo la vida
por la avaricia de unos pocos. Iluminados, cegados de poder.
-
Hijo de pu…
Se
tuvo que morder la lengua. Se escuchó cerrar la puerta. Aguardó aún varios
minutos. Tenía la cara tapada con las manos, ahogando un grito de horror. No
sabía si creer lo que había escuchado y le parecía todo aquello una pesadilla.
Aturdida, salió, pasó la mopa, secó los grifos que estaban llorosos y mojó los
puros que habían dejado sobre la encimera del lavabo para apagarlos.
-
¡Qué desprecio a todo! – pensó - . ¡Qué gentuza! Y estos bestias son los que
mandan. Dios mío, ¿por qué nos has abandonado a estas alimañas?
Se
dijo hacia dentro mirándose al espejo. Las lágrimas poco a poco brotaron de sus
ojos y acabó en un sollozo ahogado con el agua que echaba sobre su cara.
Cuando
recogió fuerzas de todo su cuerpo, con precaución salió de allí. A duras penas
acabó la jornada. Cuando llegó a casa se lo contó todo a su marido, a
borbotones. Lo soltó todo.
-
Eso son tonterías, estarían contando alguna película.
Y
le quitó importancia
-
¿Qué crees, que soy tonta?
Le
insistió, le lloró, le suplicó que la creyera. Al final la abrazó, la
comprendió, pero la miró a los ojos y le dijo
-
¿Qué podemos hacer, pobres de nosotros? ¿Quién nos va a creer? ¿A dónde
podríamos ir que nos tomen en serio?
-
A un periódico
-
¿A un periódico? ¿Estás loca? ¿Qué crees, que esta gente no controla los medios
de comunicación? ¡Qué ingenua eres! Entrarías allí, contarías todo, se reirían
en tu cara y a las pocas horas alguien llamaría a casa y no quiero pensar qué
sería de nosotros.
-
Bueno, pero ¿alguna persona decente habrá por ahí, no?
-
Sí, claro, pero ¿quién? No se distinguen por la ropa. Ni llevan ningún
distintivo. Es jugársela a una sola carta. O ganas o pierdes. ¿Te fías de esa
gente?
-
No, no puedes imaginarte el miedo que pasé allí temiendo que me descubrieran en
cualquier momento.
-
Pues entonces, no podemos hacer nada.
-
Pero habrá alguien, un lugar donde acudir, ¡qué se yo! A una ONG, a los
indignados, a la Iglesia,
-
Cielo, cielo, tranquila, cálmate, no empieces a decir tonterías. La Iglesia es
una empresa más de esta gente. Han mamado de la misma teta. ¿Los indignados?
¿Cuáles, esos chavales que se reúnen en las plazas? ¿Los que se concentran para apoyar y proteger
a unos desgraciados de un desahucio? ¿Crees que ellos tienen fuerza para ser
tomados en serio? ¿Y de una cosa así que parece ciencia ficción? Creo que
estamos ante una realidad demasiado grande para nosotros. Demasiado peligrosa,
y demasiado increíble para descubrir este gran secreto.
-
Pero yo no puedo vivir con esta verdad callada. Como si nada hubiese ocurrido.
¿Sabes cuántas personas sufren en este mundo por culpa de estos sinvergüenzas,
por estos monstruos?
-
Pero, ¿qué podemos hacer nosotros, pobres inútiles, frágiles e indefensos? No
somos ningún David ante Goliat que podamos vencer. Mi vida, somos el primer
desgraciado que sucumbe a las fauces del tiburón como en aquella película.
Somos basura para ellos, peor aún, somos una pequeña hormiguita, nos
estrujarían con su dedo pulgar y no conseguiríamos más que perder la vida.
-
No puedo, no puedo – decía moviendo la cabeza-, no puedo permanecer como si
nada. Mucha gente lo pasa mal, muere, están sujetos a su voluntad. ¿Sabes lo
que decían? Que les da lo mismo hacer una crisis que una guerra, sólo quieren
dinero para sus placeres, sufra quien sufra, caiga quien caiga.
-
Pero sólo has escuchado a uno de ellos. De este monstruo desconocemos sus
patas.
-
Paco, es una pesadilla. Pero, ¿en manos de quién estamos?
-
Mi amor, vamos a la cama, quizás mañana lo veas de otro modo. Lo que sí vas a
hacer es despedirte de la empresa, tengo miedo por ti.
-
No, quiero verlos cerca, quiero investigarlos. No me quedaré quieta, no puedo,
no debo.
Dejó
la novela sobre la mesilla de noche. Estaba interesante la historia. Pero era
demasiado tarde y estaba cansada. Mañana terminaría. Deseaba saber cómo acababa
todo.
Por
la mañana, en el desayuno, escucha las noticias. Es 25 de abril, el
vicepresidente del gobierno está hablando sobre el paro. Vaya, ha aumentado un 4%.
Aquel
tipo soltaba un rollo:
-
Tendrán que comprender los trabajadores que si es preciso, habrá que estar
dispuesto a ir donde sea necesario, hasta…
Y
acabó ella la frase
-
Laponia.
Se
le atragantó la tostada y quedó paralizada con el café en la mano.
-
¡Dios! pero ¿qué significa esto?
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