martes, 25 de marzo de 2014

La ley del absurdo



Si los muertos levantaran la cabeza, lo primero que harían al salir de ese medio que no se conoce como agua, tierra o aire, que solemos denominar unos la nada, a falta de término más convincente, sería reír a carcajadas, sonoras y estentóreas carcajadas. En primer lugar por verse ante el espejo con tan mal aspecto, pero como las convenciones sociales ya no les afectarían, no tratarían de ocultar tal circunstancia. En fin cuando uno viene del otro mundo ya viene de vuelta de todo, o del Todo, que no necesariamente para todo el tiempo.
Como decía, estos muertos nuestros se reirían en nuestras caras perplejas preguntándonos por qué y de qué se ríen estos muertos, curiosamente no por lo absurdo del asunto, así es el hombre lo evidente lo obvia y se centra en la sospecha.
Con enormes carcajadas, armando tal  estruendo que se oirían allende los mares, de una punta a otra del planeta, llegando hasta los satélites traspasando la troposfera y la estratosfera, que hasta los que se encuentran en Marte las registrarían, volviéndose todos locos y saltando por los aires o el vacío, desperdigando sus cuantiosas piezas. Esto aún provocaría más hilaridad entre los muertos que con gestos de desaprobación y hasta cierto punto condescendientes, dirían para sus visibles adentros, ¡pero si es que no aprenden!
Tantos pensadores a lo largo del tiempo, tantos modos para retomar el camino correcto, y los idiotas aún siguen así. Como padres de estos vivos, observan impotentes que estos hijos siguen la tradición de no escarmentar de experiencias ajenas. Ni el arbolito desde chiquitito, ni modelos parentales acertadamente pedagógicos, ni filosofías que pretenden encaminarnos a la felicidad o al menos a la verdad… estos ilusos que creen saberlo todo venga a repetir los mismos errores.
Esto no se arregla aun viniendo dios a poner orden.  Éste se fue hace tiempo, tiró la piedra y ahora esconde la mano, salió por patas, que no lo pilla ni el padre. Este tinglado de la tierra y sus hombres le salió una chapuza. Vaya alumno para tal maestro, aunque parece tampoco haber sido muy acertadas sus enseñanzas.
En fin dejemos a dios pródigo tranquilo, que vergüenza le dará volver a la casa del padre y que no se atreva a venir tampoco por aquí, que va a recibir una somanta de palos, por inepto y tramposo. Por ahí andará en su paraíso particular, tal vez tratando de arreglar la faena por otros lugares, pero a mí me da que este es un irresponsable, un vividor y un crápula, un niño de papá, pues ya podría haber dado la cara o al menos, alguna explicación. Y volvamos con nuestros muertos.
Muchos dirán, pero es que no leen, es que de nada ha servido lo que cuenta la historia. Pues nada, parece que no. Algún sabio protestará, y para esto perdí tanto tiempo y la salud. Maldita sea, más me hubiera valido haberme perdido por el Caribe, como algunos de mis colegas.
Otros listos, que no de inteligencia, sino de espabilados, se darán codazos unos a otros diciendo, que te dije, que había que vivir de lo lindo, aunque para ello fuera inevitable vivir a costa de otros. Ya ves, si ni dios está para pedirnos cuenta.
Algunos pensarán, que es inevitable para el ser humano, continuar un comportamiento aprendido siglos tras siglos. Pero, es que no les quedó ni un detalle de mis pensamientos, protestará otro muerto ilustre. Eh, que no has sido el único amigo, yo les mostré los errores de la guerra aunque viendo el poco aprendizaje extraído, parece que el hombre tiene poca memoria y cuando quiere recordar, siempre están otros para quitarles importancia o amenazar con no sacar los trapos sucios.
El hombre no quiere aprender, sólo desea repetirse, clonarse en más de lo mismo. No olvidemos que por desgracia, algunos de nosotros controlábamos el cotarro, y ya sabéis que a maldad también no hay quién nos gane. Nos inventamos un capital que heredaron, nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos incrementándolo y así hasta que alguno lo perdió, pero por lo general partir de él da todas las ventajas. Creamos unas reglas acorde a nuestros intereses y después sólo se trató de encauzar acertadamente al resto de la población, eso sí, si accedían por las buenas que si no, sabíamos cómo convencerlos jaja. No sé de qué te ríes, le contestó uno, ya ves como siguen estos desgraciados. Si pero, todavía veo a mi bisnieto poniéndose las botas, oye tú, que le quiten lo bailao. Aquel lo miró con desprecio, ¡cállate!, apestas.
Es que son todos tontos, unos por abusar y otros por sucumbir, vamos como nosotros fuimos. ¡Eh! ¿Por dónde anda el primer carajote que se molestó en cambiar esto? Tímidamente uno levantó la mano. ¿Y tú, quién eres?, ¿cómo te llamas? ¿Qué importa mi nombre?, dijo aquel. Nadie sabe hoy de mí, sólo hice lo que tuve que hacer, no me hagáis responsable de lo que hicieron los que vinieron atrás, que no me escucharon.
Una voz de entre los muertos se alzó, ¡callaos! que el que más y el que menos hemos metido la pata hasta el cuello. Tampoco generalices, que yo intenté que el mundo fuera mejor. Sí, sí en principio todos queremos eso, pero luego viene esto y lo otro y el espíritu es débil. El cuerpo querrás decir. No el espíritu, que el cuerpo hace lo que le mandamos, vamos a empezar por poner cada cosa en su sitio. A ver, ¿acaso no nos vemos aquí debatiendo sin carne y apenas sin hueso?
Uno conciliador preguntó en voz alta, ¿y creéis qué si ahora le contáramos lo que les esperan, sabrán dar un giro radical al mundo? Vamos a ver, de nada te ha servido el estar muerto, no hay remedio para el hombre, anular todo el recorrido que hemos hecho es imposible, o al menos mi experiencia de muerto no llega a tanto. Solo sé que el hombre anda sordo  y ciego por la vida, y si escucha alguna voz, pensará que está loco aunque siga obediente a las otras voces que les hablan cada día, tratando dirigirles.
Después de troncharse, literalmente, de risa, a la gran mayoría le dieron por llorar, alguno de corazón duro se resistió, y suerte que no tienen lágrimas, porque esto iba a resultar peor que cuando lo de Noé.
Después de que estas contradictorias emociones, nerviosamente manifestadas, se controlaran, se llevaron las manos a la cabeza, preguntándose, cómo pueden seguir aún entre tanta ignorancia, con tantos estudios acumulados..., pero no olvidéis los mensajes confusos, los aprendizajes erróneos, la fatalidad, la vergüenza, los miedos, las envidias, las frustraciones y los deseos. ¡Y la bondad! Gritó uno. Si la bondad pero como tenerla, como abanderarla y resistir ante los que más pueden, los que quieren ganar a costa de todos. Pero no has aprendido nada compañero, la duda es la culpable, la duda divide y así ganó siempre el poder. Si la duda y el hambre. Ya pero, si supiéramos que todo lo que hay encima de la tierra nos pertenece, ¿cómo íbamos a permitir a nadie que nos lo cuestione, que nos lo quite, que se lo repartan entre unos pocos beneficiándose del resto? Si, la duda, el hambre y el miedo, éste es culpable de tantos errores en el hombre. Si, la duda, el hambre, el miedo y la ignorancia aceptando las reglas de su juego. ¡Menuda mierda!, diréis muchos y ¿para esto sacrifiqué mi vida trabajando?, os lamentaréis algunos de haber participado en las guerras, evidente el engaño, a uno nunca le agrada pasar por tonto.
La lista de lamentaciones sería tan larga que se alegrarían de seguir muertos. Los únicos que añorarían el estar vivos son los que vivían de muerte. Visto lo que la gente aprende, cabría pensar ¿dónde se quedó la inteligencia racional del hombre?, tal vez, la perdió en el transcurso de la evolución.
Bueno ya que nos hemos despertado, que para esto más hubiera valido seguir soñando el sueño eterno, hagamos algo, hablémosles al oído, insistentemente, así como un mensaje subliminar, hipnótico, para que reaccionen. Digámosles la verdad, demostrándoles la mentira en la que están sumergidos. La verdad, cuestionaron algunos, pero si no se la van a creer, se dirán a si mismo pero ¡qué tonterías pienso! Sus cerebros tan mal acostumbrados se negarán ante tan magnánima simpleza. Se obstinarán en buscar recorridos complicados, y nunca antes tenían tan a mano la solución. Esa disonancia los bloquearan, pero confiemos que empiece a ir calando en sus mentes, miren la realidad con otros ojos, aprendan de los errores y con una mirada distinta, sin adaptaciones con el pasado, construyan el mejor de los futuros. Comenzar de cero, porque nada de lo construido podrá salvarnos de la destrucción.
De este modo, la multitud de muertos se encaminaron a los hombres vivos. Le hablaron al que concienzudamente trabajaba en su ordenador, haciendo negocios bursátiles. Al que subido en un andamio colocaba ladrillo tras ladrillo, al que sobre una tarima enorme proclamaba un discurso, al que desde su mesa de madera de ébano firmaba contratos multimillonarios, al que sentado en un  banco aguardaba su turno, al que sentado en un banco del parque ya no espera nada… Uno a uno fueron hablándoles, día tras día repetían lo mismo sin resultados. Alguna vez hubo quién les dio ciertas alegrías, pero ese éxito no era suficiente. Los muertos caían muertos de cansancio, venga a repetir, venga a darles señales, venga a mostrarles historias que les hicieran ver la evidencia, pero nada, llevaban días que hicieron meses y el hombre, el verdadero, no resurgía de su ignorancia.
Rendidos ante monumental fracaso, decidieron claudicar a la dura realidad.
Queridos hermanos muertos, aquel lo hizo tan mal, que o viene y pone remedio o si no, que de una vez destruya todas las piezas equivocadas y empiece de nuevo. Pero antes, que dé explicaciones de su huida, porque esto no puede quedar así. Demasiado dolor ha causado para que se vaya de rositas.
¿Qué mecanismo nos dirigen al fracaso de la humanidad? Esta debería ser la principal pregunta, luego vendrá ¿cuál es nuestro origen?, ¿somos los únicos en el universo o existen otros por descubrir? Podemos seguir haciendo cálculos y conjeturas sobre el inicio de todo, sobre dioses creadores o mentes inteligentes que experimentan dentro de su tubo de ensayo.
¿Todo empezó con el Big Bang? ¿Todo surgió del agua? Tal vez, como suele ocurrir, la respuesta sea más sencilla y la verdad se halle tan cerca de nosotros mismos que sea imposible verla.
Llegaremos a otros mundos, otros espacios siderales pero seguiremos siempre dentro de nosotros mismos. El universo imposible de imaginar y del que formamos parte, el universo que pretendemos alcanzar y controlar desde nuestras posiciones de células insignificantes aunque necesarias e imprescindibles es un organismo enérgico, que fluctúa entre grandes indigestiones que acaban por afectarnos, como a esa pequeña araña que aplasto contra la pared, la hormiga que involuntariamente piso, la bondad que machaco con mi ira, el virus que me enferma sin premeditación, o el paso firme o indeciso del otro que te elimina, funciona igual que los dedos de un creador inconsciente apretando entre el índice y pulgar su gelatinosa consistencia.
Cuando el reloj marca la una los esqueletos se vuelven a la cuna, chumba, chumba la cachumba… pero absurdamente deprimidos.  

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